C a p í t u l o 1

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Inhalo y exhalo recordando majestuosamente las bandadas de aves revolotear sobre el mar, puedo perpetuar la sensación exacta de la arena caliente en mis pies y como el viento golpeaba mi cara, despeinándome. Me habría encantado estar verdaderamente ahí sintiéndome libre. Siendo libre. Pero me conformo con la soledad que en este momento la vida pudo obsequiarme e intento dejar atrás aquellos malos pensamientos que me abrumaron toda la tarde. Al menos en mi mente podía hacer o ir a donde yo quisiera, ahí no habían reglas ni límites. Ahí podía ser yo misma. Podía ser feliz.

Sonrío.

Estoy de pies en la sala con los ojos cerrados frente a la enorme pecera sintiendo su aroma que tanto me recuerda a aquel lugar. Tengo las piernas tiesas y cansadas, lo que confirma que llevo mucho tiempo fantaseando y perdí la noción del tiempo. Abro los ojos y suspiro observando a los pequeños peces nadar y chocarse entre sí. Luego los alimento espolvoreando su alimento en el agua.

Disfrutaba en su totalidad cada segundo de paz que reinaba en su ausencia porque no siempre se perdía así. Aunque para mí era un alivio ya que podía bajar un poco la guardia. No es hasta estas ausencias que él me regala que noto cuan cansador el estar a la defensiva todo el tiempo. Lo agotador que es que tu mente no te permita ni siquiera razonar ante su presencia. Y lo aterrador que es escuchar tus pensamientos más oscuros. Muchas veces lo consideré. He querido acabar con todo pero no tengo la fuerza para eso ni la valentía de dejar a mi pequeño a su merced. Últimamente no soporto estar en mi propia piel y constantemente me recrimino con severidad el no poder ser una mejor mamá para él.

Soy tan débil.

Atravieso la enorme y estúpidamente lujosa casa hasta llegar a la cocina y buscar una barrita de chocolate que vi ayer en la heladera. Estuve todo el día ansiosa por algo dulce y solo hasta ahora pude venir por mis propios medios. No podía arriesgarme. Sino de lo contrario lo haría él y correría riesgo si él le administra algún tipo de droga como solía hacer cada que tiene la oportunidad. Solo por maldad y para su beneficio. Abro el refrigerador y la luz de su interior ilumina mis pies descalzos y camisón arrugado. Tomo la pequeña barra de chocolate y cuando cierro la puerta salto espantada en mi lugar. Él había llegado y ni siquiera lo noté. Se encuentra a mi lado observándome con sus ojos negros característicos por tener esa mirada tan fría, cínica.

Su sola cercanía consigue ponerme los pelos de punta y el miedo incrementa en mi sistema a pasos agigantados, ya no hay ni un rastro de la paz que anteriormente sentí. Es como si solo hubiese sido un sueño. Una ilusión. Las manos comienzan a sudarme y mi cuerpo entero tiembla debido a la impotencia de ser incapaz y una cobarde.

— Deberías estar durmiendo, amor.

Trago duro cuando empieza a analizarme y sé perfectamente que es lo que está pensando.

—No... Yo — no puedo disimular lo asustada que estoy aclarándome la garganta—. No podía dormir y quería comer algo dulce.

Avanza en mi dirección con una lentitud aterradora, amenazante, y mi primera intención es escabullirme, sin embargo me obligo a quedarme quieta. Acaricia mi rostro con su mano fría y áspera.

—Debiste esperar a que llegara, no debes esforzarte en tu estado.

Si, le había mentido. Fingí estar enferma por dos días porque descubrí que sin importar el daño que me hiciera, él parecía preocuparse genuinamente cuando enfermaba, y solo así conseguía un poco de sosiego.

—Me siento mejor— digo a pesar de no querer decírselo, y mi tono de voz es tembloroso, asustado.

— ¿Qué pasa, amor? — susurra cerca de mi oído

Máxima Traición✔️(En edición)Where stories live. Discover now