C a p í t u l o 40

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Irreal.

No conseguía hallar una palabra que aplique con todo lo sentía en este preciso momento. Todo se siente una completa mentira, una mala jugada del destino que la ha elegido como su víctima. No podía terminar de procesar la información que luego venia otra arrasando con la poca estabilidad que le quedaba. Su interior es un torbellino violento de emociones que ciertamente no sabe cómo apaciguarlo. Su cuerpo tiembla de pies a cabeza por la impotencia de tantos engaños y ni siquiera es capaz de articular las palabras.

Las fotografías, los recortes de diarios y fragmentos de documentos referentes al caso son esparcidos sobre la mesa enseñándole que alguna vez fue alguien con metas y propósitos; que fue una hija y fue una hermana. Fue alguien que su familia buscó con desespero por toda la faz de la tierra, sin importar el cansancio que sus miradas podían expresar, ni cuanto sentimiento de derrota invadiera su mente, ellos se mantuvieron en pie con las fuerzas que solo la esperanza y el amor podían ofrecerles.

La puerta del departamento de Diana se abre con brusquedad, exponiendo la mirada cargada de sentimientos de un padre que moría de amor por su pequeña. Ian corre hasta donde está ella sentada y la enfunda en un fervoroso abrazo, con deseos de no volver a soltarla nunca más. Detrás de él entran Elena y Alexander, éste último está temblando ante tan abrumadoras emociones, y solo se queda ahí, de pies con la mirada clavada en la de su hermana. Natalia estira una de sus manos hacia él para que se sume al calor que solo una familia es capaz de brindar cuando uno tiene frio en su interior.

A unos pasos de distancia está Gael quien no se ha despegado de ella y sostuvo su mano en cada momento que lo requirió. Y por otro lado, Diana los observa sintiéndose la villana de la historia, sabiendo que fue el único obstáculo para que ellos tuvieran ese reencuentro tan anhelado. Y en ese instante comprende que su obsesión llegó a tal punto que olvidó lo que era más importante, la verdadera razón por la que lo hacía. No era la venganza ni la justicia la que la obligaron a moverse, era completar vidas vacías. Era devolverle una mitad significativa a un hermano y regresarle el tesoro más preciado a un padre.

Natalia se separa para poder verlos en medio de las lágrimas y ahogada en ellas les pide volver a casa. No quería estar un segundo más con aquella que la había engañado y no pudo evitar resentirse contra su amiga. Ellos no dudaron ni un segundo y entre lágrimas asienten, no pudiendo creer que regresarían con ella a casa después de tres años de ausencia. Y una vez hechas las maletas Gael las baja hasta el auto de Ian, ella toma a su pequeño de la mano y antes de atravesar el umbral de la puerta le regala una mirada fugaz pero decepcionada a su amiga. Diana completamente enfurecida consigo misma y por el rumbo que las cosas han tomado, empieza arrojar todas las cosas de la cocina al piso. Para luego agacharse y llorar en silencio abrazando sus piernas.

Al poner los pies dentro de la casa en la que creció un calosfrió la envolvió y pudo reconocer la familiaridad del hogar. Los guían hasta la antigua habitación de Natalia donde no habían cambiado absolutamente nada, todo estaba tal cual se fue, solo se permitían en hacer el aseo a la espera de su regreso. Saberlo hizo que una calidez que no recuerda haber experimentado se expandiera por su pecho y sonríe mirando a su hijo. Recorre su habitación y se detiene al ver dos fotografías sobre uno de sus muebles. En una están junto con Diana el día que ingresaron a la policía, con sus uniformes y una fiesta de fondo. La toma en sus manos unos segundos contemplándola, no parecía ser la misma Diana que conoció en Houston, la de la fotografía se veía alegre y llena de vida, todo lo contrario a lo que vio durante unos meses, ella tenía ojeras por no dormir, su mirada lucia apagada y cansada. La deja de donde la tomó y contempla la otra en la que sonríe junto con su hermano, continuando su recorrido.

Los días pasan y cada vez tiene menos fuerzas de salir de su cama, aunque al principio lo hacía por su pequeño, ya no podía. Cuando todos dormían ella se levantaba a verlos dormir sintiéndose extraña, y cuando todos hacían su rutina, ella decidía quedarse en su cama echa un ovillo llorando. Las emociones la desbordaban y al presenciar otro ataque de ansiedad fue Elena quien la ayudó. Elena le sugirió a su familia comprensión y paciencia, pues todo era muy fuerte para ella. Y lo que vivió aun le causaba estragos en su vida.

Noah, era todo lo contrario, se adaptaba a todo muy rápido. Se debía al arduo trabajo de su madre, que a pesar de todo lo que no pudo evitar que viviera, se esforzó por mantener la ilusión de una vida llena de sueños y cuidó de su inocencia sin importar los golpes que por ello recibiera. Noah era su mayor tesoro en la vida y no le importó protegerlo bajo el escudo de su cuerpo.

Alexander y Noah se hicieron muy cercanos, se la pasaban jugando y cada que tenía oportunidad lo sacaba a pasear al parque mientras tomaban un helado de cono. Pero un día él se quiso volver temprano de su paseo, al regresar subió corriendo las escaleras para meterse dentro de la cama y abrazar a su madre. Justo como lo hacían cuando se necesitaban el uno con el otro. Esto conmovió a su familia y decidieron darles espacio.

Gael había intentado comunicarse con ella más de una vez pero no respondió ni una llamada. Él no podía concentrarse en los asuntos del hotel con la claridad que requería de tanto pensarla, sin embargo decidió darle el espacio que sea necesario.

Y Diana, por otro lado, no podía dejar los asuntos del trabajo a un costado, ya que era ahora quien guiaba la investigación. Era una oportunidad que nunca le volverían a dar y estaba dispuesta a ponerle fin a todo.

Continuó con los allanamientos y diversos operativos arriesgados pero nada de lo que encontraban era de suma relevancia. Y a quienes tenían en custodia no eran más que simples peones en un importante juego de reyes. Reyes que esparcen su basura en la ciudad sin importar el daño que le hacen a los jóvenes y desamparados, reyes que agreden mujeres indefensas, reyes que no les importan el sufrimiento de las personas y se regocijan en lo que obtienen de eso, reyes envidiosos y timadores que solo les importa construir su imperio a costas de otros.

Consideró la ayuda que Natalia le podría haber brindado, creía que con un poco de información quizás podría recordar algo del pasado. O tal vez algún recuerdo que haya regresado a ella. Pero lo cierto es que no quiere saber nada con eso. Al momento de querer contarle a profundidad, Natalia la interrumpió, vociferando que no le importaba en absoluto ayudarla en el caso, no cuando la ha engañado tantas veces. Y no quiso más detalles, tenía demasiado que procesar con respecto a su vida. Y sin importar su urgencia, decidió darle el espacio que necesitaba.

—Han pasado días y aun continúas aquí.

Elena se sienta a un costado de la cama, observándola con un gesto que le se antojó muy maternal.

— ¿Y cómo podría estar?— pregunta clavando su mirada en ella.

—Disfrutando bajo el sol con tu familia.

—Mi familia... — susurra pensando en que ya no sonaba tan irreal como al principio.

— ¿Cómo te sientes?— pregunta al cabo de unos segundos.

—He estrellado mi rostro en el fondo del pozo del que no puedo salir— confiesa y ella sonríe levemente—. Pero ya no tengo lágrimas para llorar ni voz para gritar.

—Sin ellos puedes aligerar tu peso pero no son lo medios por los que saldrás de ese pozo.

— ¿Cuáles son?— consulta esperanzada.

—La fuerza de voluntad— acaricia su rostro de manera sutil—, y salir de esa cama es el primer paso. Eso es lo bueno de tocar fondo, ¿sabes? no tienes más alternativas que construir hacia arriba.

Asiente y le regala una sonrisa esperanzada, Elena se marcha al jardín de la casa para disfrutar de la tarde soleada con su familia, con la satisfacción plasmada en el rostro. Al cabo de un rato, Noah suelta la pelota de playa que su abuelo le había regalado y corre en dirección a su madre. Todos se asombran de verla fuera de esas cuatro paredes en las que se escondía, aunque nunca dudaron de que así sería. Ian sonríe en dirección de Elena, comprendiendo que ella era el pilar del que se sostuvo Natalia para enfrentar las adversidades. Natalia sonríe feliz de haber tenido un pequeño pero significativo avance en su vida, ¡se había levantado de aquella cama! No era consciente, hasta ese momento, de la fuerza de la que era poseedora. Se sienta junto a su padre y lo abraza, mientras escucha y ríen de las anécdotas que Alexander narra de su niñez. Sintiéndose protegida y relajada. No olvidó lo que había pasado, tal vez nunca lo logre, pero tuvo la voluntad de enfrentarlo porque tener una familia unida es el único lujo por el que vale la pena hacerlo todo.

Máxima Traición✔️(En edición)Where stories live. Discover now