C a p í t u l o 41

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La noche cae y tanto Natalia como Gael no han podido pegar el ojo ni un solo instante. Ninguno ha dejado de pensar en el otro y eso, es lo que la mantiene analizando todo una y otra vez. No podía quitar de su mente la manera tan peculiar y afectuosa que él le proporcionaba cada vez que centraba su vista en ella. No podía dejar de pensar en cómo eso la hacía sentir, ni en cómo se ha engañado últimamente creyendo que esos sentimientos se podían deshacer con tan solo un poco de distancia. Se dio cuenta lo equivocada que estaba cuando de solo oír su nombre se sentía inquieta. Incontables son las veces que giró y giró sobre su cama pensando en todas las posibilidades que todo saliera mal, pero fue solo una razón la que le brindó la valentía que tanto buscaba. La posibilidad de ser feliz.

— ¿Hola?— su voz ronca le hace saber que estaba durmiendo.

—Hola— susurra arrepentida llevando su mano a la frente.

—Natalia...— exclama sorprendido mirando la pantalla de su celular, y al cabo de unos segundos, suspira— Mierda, creí que estaba soñando cuando escuché tu voz. Pero no me tomó tiempo saber que esta era la realidad.

— ¿Ah, no?

—En mis sueños estarías aquí, junto a mí, y no del otro lado de la línea— confiesa tomándola desprevenida, no sabe qué decir, él lo nota y continúa poniéndose de pies— ¿Cómo están? ¿Qué tal el periodo de adaptación?

Suspira, pensando en cómo empezar.

—Estamos bien, ellos son muy pacientes y comprensivos. Elena me ha ayudado demasiado para que pudiera al menos salir de la cama— se dirige hacia la ventana y corre la cortina para observar, intentando distraerse y aliviar el dolor punzante que el nudo en su garganta le provoca—, pero creo que no será fácil adaptarme. Siento como si viviese la vida de alguien más, siento que algo no encaja y cuando pienso en las fechas yo...— su voz se rompe, tapa su boca para acallar su sollozo y observa a su hijo dormir—. No creo poder soportar esto. No soy tan fuerte. Ya no.

— ¿Qué dices si te busco y salimos a despejar esa cabecita? — pregunta calzándose los zapatos acharolados.

Limpia sus lágrimas y traga duro.

—Sí, te envío la dirección por mensaje.

—Está bien— y cuando está a punto de colgar habla—. Ah, y ¿Nat?

— ¿Sí?

—Tú eres la mujer más fuerte que tuve la fortuna de conocer.

Sonríe asintiendo sin poder formular una sola palabra, y con eso se despiden.

Bajando las escaleras se encuentra con su padre sentado en el sofá sin prestarle el mínimo interés a la televisión. Él se sorprende al verla.

— ¿Saldrás? —pregunta con voz baja, mirándola con orgullo.

—Solo por un momento—dice acomodando su ropa arrugada, él sonríe — ¿Qué?

—Ven— hace una seña con la mano y obedece sentándose a su lado.

—Estás linda, hija— ella baja la mirada afectada por sus palabras— Me recuerdas tanto a ella, a tu madre. No físicamente claro, aunque ambas son hermosas, fue Alex quien se llevó el crédito— ambos sonríen— Tú heredaste su mirada tan curiosa como misteriosa, que te hace pensar en que podrían estar pasando por esa cabecita en todo momento. Sus gestos tan expresivos. Su sonrisa.

—Aunque— hace una pequeña pausa buscando las palabras correctas— aunque me da demasiada curiosidad, no he querido ver una sola foto. Siento que mi cabeza va a estallar en cualquier momento de tanta información, y es tan abrumador que alguien más te cuente sobre quien eres tú. Que solo logra confundirme aún más. Hay tantas imágenes, voces y recuerdos en mi mente que ya no sé cuál es real— ríe forzosamente de costado, negando con los ojos llorosos—Elena dice que eso se llama confabulación. Mi mente llena los espacios vacíos con otros hipotéticos, y no quiero que pase eso con ella. No quiero traerla a la fuerza a mi memoria y crear falsos recuerdos, porque lo que le causé es tan...— traga duro, recordando lo que le habían dicho de su madre— ella no merece eso, no cuando el cariño que siento por ella es tan indescriptible aun cuando no la recuerdo.

Máxima Traición✔️(En edición)Where stories live. Discover now