C a p í t u l o 7

2.1K 123 6
                                    



— ¿Dónde estabas?

La voz ronca y rasposa de John es lo primero que me aborda al poner un pie en la casa, él está sobre el sofá de la sala sentado como si de un trono de tratase. Bufo cerrando la puerta y voy directo a la cocina por un vaso de agua, tomo la botella del refrigerador y la vierto en el cristal.

—Trabajando, John.

Sé que es tarde y no por la hora sino por la puesta de sol, siempre llego mucho antes que eso. El transporte público se ha demorado demasiado y sin mencionar que he caminado como un kilómetro para llegar a casa. No tenía ni idea lo alejada que está esta mansión de la ciudad de Houston, los viajes en el auto de mamá se hacen cortos que ni cuenta te das. Sin embargo disfruté el camino porque aproveché a tener un tiempo a solas, tranquila.

—Por eso mismo, sé que te despidieron — suena irritado.

—Andrea me dio una semana más y este viernes es mi último día — confieso sin mirarlo—, pero a eso ya lo sabes.

Ríe bajito.

—Creí que era más tonta.

—No lo soy — me giro sobre mi cuerpo quedando de frente—, sé que ahí me tienes vigilada y que eres amigo de Kevin.

— ¿Kevin? — su confusión es genuina, golpeo mi frente recordando.

—Claro, es Miller.

Sus ojos se abren y su ceño se frunce por la confusión, el enojo y un atisbo de miedo.

— ¿Qué dijiste? ¿De dónde sacaste ese nombre? — ahora yo luzco enredada.

—Es el nombre del idiota me agredió en el restaurante — me encojo de hombros —, pero estoy bien si te lo preguntas. Y hoy tardé en llegar porque no conozco las malditas rutas del transporte.

— ¿Entiendes por qué no...?

—No quieres que salga, sí — asiento y él me mira molesto, odia que le interrumpa—. Debiste asegurarte que tu piche me fuera a buscar.

—No estoy jugando, Natalia —la advertencia es palpable en su tono.

—Lo sé — digo harta de sus advertencias, cansada de todo —. Así que no jodas.

Termino mi vaso de agua y se acerca más a mí con un paso lento y amenazador, una risa carente de humor lo asalta.

—Vamos, nena. No quieres jugar la batalla que sabes que vas a perder — se queda a escasos centímetros de mí, susurrando prepotente.

Coraje y frustración invade cada rincón de mi cuerpo, mi respiración se agita y el nudo que se forma en mi garganta se aprieta, parece no querer desaparecer. Me tengo que contener no quiero arruinar mis propios planes, pero mi cerebro parece no entender ese punto. Estoy harta de toda esta monótona situación.

—Puedo perder miles de batallas como hasta ahora pero déjame informarte que la guerra no ha terminado.

Una voz en mi cabeza me suplica para que me calle.

— ¡Vaya!— grita con fingido entusiasmo—. Cuanto coraje veo en ti pero no creo que tengas el valor suficiente de enfrentarme una vez más.

— Aún no me has visto al límite de mi cobardía, John. Vas a pagar caro por ser el monstruo que eres.

— ¿Es una amenaza?— suena divertido, y me sorprende que no me haya callado a golpes.

—Será un hecho—su rostro parece haber sido golpeado en el estómago y no puedo evitar sentirme satisfecha.

Todo sucede tan rápido. John acorta la distancia que nos separa y me toma del cuello encerrándome entre su cuerpo y el refrigerador. Reprimo el gesto de dolor, estoy segura que lo notó porque la satisfacción dio paso a su mirada. Rápidamente mi respiración se complica y no pasa el aire como se debe, abro la boca en busca de oxígeno y de pronto comienzo a sentirme mareada.

— ¡A mí nadie me amenaza! ¡¿Oíste, perra?!— Escupe con violencia haciéndome encoger del miedo— ¡Nunca más vuelvas a creerte lista para dirigirte a mí de esa forma! ¡Ni tú ni mi padre me amenazan! ¿Entendiste?

Asiento con dificultad para que me suelte y cuando lo hace mis pulmones arden y me cuesta normalizar la respiración, estoy tan mareada que caigo al piso con brusquedad. Sin embargo la confesión de lo que acaba de decir no me pasa desapercibida, él mencionó a su padre. El parece consiente de ello y de un segundo a otro luce descompuesto.

— ¿Tu padre?—pregunto confusa una vez recuperando el aliento— ¿No estaba muerto?

—Claro que sí — recupera la compostura—. Lo dije para que comprendieras que nadie que lleve mi sangre me amenazaría jamás, mucho menos tú.

Asiento incapaz de hablar. Estoy a punto de levantarme cuando caigo nuevamente, no tengo suficiente fuerzas y raramente sigo mareada. Un pensamiento me pasa por la mente dejándome muy aterrorizada.

—Sí, lo... lo siento— concuerdo con él solo para que me deje en paz, jamás debí contrariarlo.

—Tranquila, amor — se agacha frente a mí acariciando mis mejillas mojadas de lágrimas, sus manos son ásperas y su sonrisa me causa calosfríos —. Lo resolveremos en otro lado.

Hijo de puta. Automáticamente las lágrimas me abandonan y todo vestigio de coraje y enojo desaparece en un segundo. Haciendo correr por mis venas la indignación y asentando en mí pecho el dolor, la tristeza y el miedo. Niego frenéticamente con la cabeza en un intento desesperado de sentir que no desfallezco pero mi cuerpo entero pesa cada segundo un poco más. Nunca debí beber de aquella botella el muy maldito ya lo tenía pensado. Me drogó y no hay peor sensación que saber lo que pasará. John me carga sobre sus hombros y por más que me queje no me baja, no tengo las fuerzas ni siquiera de patearlo. Una vez en el piso de arriba alzó la vista por inercia hacia el cuarto de Noah y ruego por que no se entere de esto.

—Ya me ocupé de él — dice como si leyera mis pensamientos y solo espero que lo haya encerrado.

Me lanza sobre la cama boca arriba sin nada de delicadeza y haciéndome rebotar, no puedo hacer más nada que llorar en silencio. Si el dolor que siento ocupara un espacio, esta habitación se haría pequeñita. Tal y como yo. Esta será una larga noche llena de penas. No debí desafiarlo. ¡¿Por qué tengo que pasar por esto, Dios?! En mi cuerpo no cabe una suela más.

Hoy el motivo de su enfado es porque llegué tarde y por irme un poquito de boca, pero anteriormente no necesitaba motivos para realizar tales aberraciones. Malnacido. Desde que desperté de mi coma cada día es peor, pero poco a poco fui cobrando fortalezas, dignidad, confianza, autoestima... John con mucha sutileza a lo largo de estos años ha ido ganándome terreno, aprovechándose de mi estado, sabiendo que no tengo nada ni a nadie. Que no lo dejaría por miedo, pero hoy estoy harta y ya no lo aguanto más. Por eso espero con urgencia el viernes para que se vaya a su tan esperada reunión de negocios y así poder largarme de aquí con Noah. Me cansé de ser su títere con el que hace lo que quiere. Una risa malévola brota de su garganta, parpadeo tratando de espabilarme.

—Batalla perdida, esposita.

Entonces todo se vuelve negro.


Máxima Traición✔️(En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora