C a p í t u l o 38

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—Por como tienes el ojo veo que no te fue bien.

Pronuncia ella en el momento exacto en el que él pone un pie dentro de la sala en la que estaban reunidos. Solía ser su escondite en la ciudad, un lugar peligroso donde incluso la policía evitaba meterse y donde nadie era capaz de enfrentarlos. Eran la autoridad y su palabra se respetaba.

—Sabía que era una chica ruda, pero no tanto como para acabar contigo— se burla desde su asiento John.

—Esto— se señala— lo ha hecho el imbécil de Gael. Al parecer se preocupa por tu chica.

Él borra la sonrisa de su rostro inmediatamente y en cambio la de César se ensancha. Gael lo había confrontado en cuanto se fue del departamento de Diana, ahí mismo, viendo que no tenía escapatoria, César le confesó lo que había hecho y cuanto lo disfrutó. Era comprensible el actuar de Gael.

— ¿Al menos puedes asegurar que no irá? — Pregunta desde su asiento cruzada de piernas, al tiempo que inhala el humo de su cigarrillo.

—No— musita un tanto avergonzado de no poder lograr una simple tarea, acosar.

La tarea era fácil, solo tenía que asustar a Natalia e impedir que fuera a la fiesta. Y debido a los antecedentes, fijaron que acosarla era la mejor manera de someterla. O al menos, así era antes. Quedaba claro que ya no era más aquella cobarde que se ocultaba en la oscuridad y no daba pelea.

—No puedo creer lo incompetente que llegas a ser muchas veces— exhala el humo, y se aproxima para abofetearlo ante todos. Ni él ni nadie le dice nada a Emily. Vuelve a la mesa en la que estaban reunidos y apoya sus puños, furiosa— Debemos ser adaptables en caso de que asista, no daremos marcha atrás, ni tampoco podemos echarlo a perder. Por lo que también debemos ser cautelosos. No podemos tocarla porque esa detective no la dejará entrar sola a una fiesta dentro del hotel.

—Aunque también es una única oportunidad para deshacernos de ella por completo, sin tocarla— confiesa con cinismo Miller.

— ¿A qué te refieres? — pregunta acercándose Cesar luego del golpe.

—A que tu absurdo trabajo de hormiga finalmente puede sernos de utilidad— interrumpe John, sonriendo, sentado junto a su padre fumando marihuana— y podré tenerla nuevamente a mi lado.

—En serio nunca entendí tu puta obsesión con esa perra— exclama indignado él— Tienes tantas. No sé por qué nunca te deshiciste de ella como con las otras.

Se encoge de hombros haciendo una mueca, reprimiendo su sonrisa.

—Tiene sus encantos.

— ¿Qué es lo que harás? —pregunta atento César.

—Que es lo que tú— lo señala corrigiéndolo — harás.

**

Se esforzó en dormir, no por lo cansada que estaba físicamente, sino porque quería detener aquellas voces que a veces parecían incesantes. Pero no pudo, ellas gritaban muy fuerte. Sin embargo Natalia no podía gritar todo el manojo de emociones que tenía dentro de ella, no junto a su pequeño, solo podía sentir y sollozar en silencio.

A su mente venía una y otra vez el infierno vivido en Houston a manos de John. No sabía porque ahora le pasaba esto, quizás, el acoso reciente a causa de César sea el detonante de tan enorme tristeza. Y saber que estaba vivo le hacía recordar que los debe estar buscando. Cierto alivio la recorrió de pies a cabezas pero el calosfrío por el miedo volvió a erizar su piel.

Se gira sobre su cuerpo y contempla a Noah, recordando los buenos momentos vividos en Miami. Sonríe cuando a su mente viene Gael para cesar el ruido que había en su cabeza, y su corazón comienza a latir apresuradamente cuando recuerda su confesión. Sintiéndose algo tonta todavía por cómo había reaccionado. A un costado de la cama observa el dibujo sin enmarcar de Noah, lo habían pegado con cinta mientras tanto. Pensar en lo que Gael le hacía sentir, cuando no se engañaba a si misma sobre ello, la hizo sentir en cierta manera protegida. A salvo. Y se decidió por una vez dejar de ser cobarde. Tomo su celular y sin importar que sean las 3am lo llamó. O de lo contrario perdería el valor.

—Hola, Nat — saluda con la voz ronca acomodándose sobre su enorme cama.

—Hola— susurra poniéndose de pies y mira por la ventana— Lamento despertarte.

—No he podido pegar el ojo, descuida— confiesa, parándose junto al gigantesco ventanal del hotel, por donde veía las luces de la ciudad y el mar.

— ¿Nervioso por la fiesta?

—Un poco. Ser el anfitrión es desgastante, tienes que quedar bien con los inversionistas, sonreír, bla, bla, bla— dice riendo—¿Qué hay de ti? ¿No podías dormir?

—No...— confiesa relamiendo sus labios—mucho en que pensar.

—No sabes cuánto lamento que hayas pasado por eso— aprieta su tabique con frustración—, pero ya tuvo su merecido.

— ¿Qué hiciste? —exclama alarmada.

—Nada que no se mereciera. Lo despedí, mañana temprano ya le debe de llegar la carta a su casa.

—Perdón, por causarte problemas con tu mejor amigo.

—Es cierto, éramos mejores amigos de pequeños, pero llevaba demasiado tiempo distante. Parece hasta una persona totalmente diferente. El César que conocí nunca habría hecho lo que hizo a una mujer. Mucho menos a la mujer de la que estoy perdidamente enamorado.

Entonces el silencio los aborda y sus corazones se aceleran.

—Si... debido a eso era mi llamada— hace una pequeña pausa tomando coraje—yo también estoy enamo...

—Mañana—interrumpe ansioso.

— ¿Qué? —dice confundida.

—Ven conmigo a la fiesta mañana — ella suspira negando en silencio— y dímelo de frente. Quiero besarte en cuanto termines de pronunciarlo.

Ríe sonoramente no pudiendo creer lo que él le decía. Sentía como se había quitado un enorme peso de encima y aun ni siquiera terminaba de decirle todo lo que se propuso.

—No puedo, todo será tan elegante... No puedo simplemente encajar, yo no podría pagar un vestido tan costoso, como de seguro llevarán todas las mujeres. Además le prometí a Noah que le compraría los materiales para que pueda pintar.

— ¿Cómo esta él?— inspecciona su rostro en el reflejo del ventanal, los golpes eran evidentes.

—Bien, pero creo que deberás enseñarle algún otro truco porque no ha dejado de hacer el de la moneda, incluso se lo hizo al conserje del edificio— ríe recordando, paseando su mirada en él.

—Es un buen niño— susurra sonriendo.

—Lo es.

— ¿Mami?

Noah se sienta sobre la cama frotando sus ojos cansados. Gael logra escucharlo al otro lado y sonríe.

— ¿Se despertó?

—Al parecer mi risa no fue muy discreta— indica acercándose a la cama.

— ¿Por qué no estas acostada? ¿Las pesadillas volvieron?

Gael frunce el ceño y debido a su mudez, ella pudo saber que lo escuchó. Unos segundos de silencio transcurren y ninguno dice nada.

—Mejor los dejo descansar, preciosa. Fue bueno oírte aunque sea por un rato.

—Lo mismo digo, Gael. Nos vemos pronto. Adiós— y corta dejándolo con unas últimas palabras en la boca.

Él observa su celular y sonríe alegre ante la confesión a medias que le había hecho. Ambos se acuestan con sus corazones acelerados y al cerrar sus ojos sus sonrisas solo se ensanchan más.

Máxima Traición✔️(En edición)Where stories live. Discover now