C a p í t u l o 29

968 73 2
                                    


Durante toda la jornada laboral me he sentido más inquieta de lo que en realidad me gustaría admitir. Los malos pensamientos se me arraigaron, de tal manera, que no me daban ni un respiro y me abrumaban por completo. Me ponían en alerta, inconscientemente, todo el tiempo ante sus gritos que advertían que algo desastroso, peligroso, estaba por pasar. Resurgió la hipótesis de que John estuviera con vida buscándonos hasta el fin del mundo, y eso me aterra, se me eriza la piel ante el miedo. Ante la incertidumbre. No me había detenido tanto a especular sobre eso—me esforzaba por no hacerlo y mantenía la mente ocupada— pero últimamente la ansiedad me lleva incluso a esos rincones oscuros de los que no quiero ni recordar que existen en algún lugar de mi mente. Ni siquiera el movimiento de la oficina lograba disipar un poco la nube de negatividad que me cubría a todas horas. Nada era capaz de regularizar el latir de mi corazón desbocado y nada me quitaba la sensación de completo vacío en mi pecho. El aire parecía haberse extinguido de mis pulmones y mi garganta se sentía bloqueada.

No puedo respirar.

Pongo el seguro de la puerta del baño y me siento en el frio piso apoyando mi espalda sobre ella. No me importó ensuciar mi atuendo a pesar que luego debía regresar a la oficina. Llevo mi mano al pecho y soy consciente de como sube y baja con mi respiración dificultosa. ¿Pero por qué no puedo sentir el aire que respiro? ¿Por qué conforme pasan los segundos, menos puedo respirar? ¿Por qué siento que voy a morir?

Mis manos hormiguean y su temblor incontrolable me trae nuevamente a la realidad. Cierro los ojos llevando mis manos extendidas sobre mis piernas. Solo es la ansiedad, yo debo ser más fuerte, pienso.

—Cierra tus ojos e inhala y exhala— recuerdo las instrucciones de Elena y las sigo—, y mientras lo repites, trae a tu mente pensamientos agradables que logren acallar esas voces que te atormentan. Y repite: yo soy fuerte y puedo con esto.

—Yo soy fuerte y puedo con esto—susurro con dificultad golpeando en mi pierna mi dedo índice, contando los segundos para regularizar mi respiración. Al tiempo que solo puedo traer a mi mente un hermoso amanecer en alguna playa, luego les sumo rocas, aves, peces, arena.... —Yo soy fuerte y puedo con esto. Yo soy fuerte y puedo con esto. Yo soy...

Entonces... sucede. Todo se colisiona de lleno en mi mente mareándome por completo, mi cabeza comienza a punzar y de la nariz me caen dos gotas de sangre. Las voces desconocidas, lugares jamás explorados y caras desconocidas vienen a mí con una gran fuerza. No fui capaz de retener nada y de no ser por lo perturbada que estos recuerdos me dejaron creería que no fue real. Hago un gran esfuerzo para levantarme, el dolor de cabeza menguó considerablemente pero aún se puede sentir la secuela que este me dejó.

— ¿Natalia?— la voz de alguien me saca de trance y podía notar como de a poco el aire llenaba mis pulmones, suspiro aliviada— ¿Natalia? ¿Estás bien?

Pasado el aturdimiento puedo distinguir que se trata de Susan. Asiento a pesar de que no puede verme pero lo hago a modo de creérmelo yo misma, ya que las secuelas de lo que pasó recién continúan haciendo estragos en mí. Apoyo mis manos en el lavado y contemplo mi apariencia. Bajo mis ojos estaban aquellas ojeras que no puedo disimular con maquillaje, mi mirada está apagada y mi ahora pálida cara luce cansada. Agotada. Posiblemente así sea, no he dormido bien últimamente. Acomodo un poco mi cabello, sacudo mi falda para meter nuevamente la camisa blanca dentro de ella y abro la puerta.

Al verme me analiza de pies a cabeza con el ceño fruncido bloqueando el celular—que al parecer había sacado con el fin de avisar a alguien sobre mi tardía ya que se veía muy preocupada— para después guardarlo.

— ¿Por qué no contestabas?

Cierro la puerta a mis espaldas y avanzo a mi escritorio. Ella me sigue atrás.

Máxima Traición✔️(En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora