C a p í t u l o 8

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Al despertar lo único que quería era no volver a abrir mis ojos nunca más, acabar con este insoportable dolor que me consume lentamente. Es la segunda vez que el suicidio pasa por mi cabeza y esta vez no parezco hallar una salida, un desvío. La segunda vez que me agrede de esa forma. Y tengo miedo que ese pensamiento sea mi aliado, miedo de no poder ser lo suficientemente fuerte por mi hijo. Pero se me hace terriblemente imposible cuando estoy tan sola.

No hay rastros de John por ningún rincón de la habitación y eso me da un atisbo de tranquilidad, no quiero oír lo que para él ha sido una gran velada. Permanezco tiesa en mi lugar sin saber qué demonios hacer, mi mente es un lio, pienso en todo mirando a la nada. Me siento inmensamente vacía y rota. El cuerpo entero me duele al ponerme de pies para ir a bañarme. Mis piernas no tienen suficientes fuerzas y me debo sentar abrazarlas, solo puedo llorar bajo el agua y esta vez lo hago con el grito del alma. Gritos de agonía y desesperación retumban en las cuatro paredes del baño. Sé que mi hijo no se encuentra en la casa porque me he levantado más tarde de lo que acostumbro y él ya debe estar camino a la escuela. Estoy cansada de soportar cosas que no merezco, aunque él diga lo contrario, sé que miente porque merezco cosas buenas. Hoy más que nunca tendré que apresurar mis planes y ruego porque todo salga bien.

Ni todo el jabón del mundo podría hacerme sentir limpia nuevamente ni borrar el asco que me siento, mucho menos la pena y el dolor. ¿Será que algún día podre ser feliz solo con mi hijo? ¿Sin que nada me perturbe? Solo vivir en armonía.

La bocina de mi mamá me hace reaccionar para ir al restaurante y yo solo quisiera quedarme en cama para poder llorar el mar que me ahoga por dentro. Sin embargo, si no quiero inconvenientes debo ir porque se lo reportará a John y eso solo significaría problemas. Le envío un texto que me demoraré unos minutos y me alisto lo más rápido que el dolor me lo permite. Es bueno no tener más marcas en el rostro porque así evitaría preguntas, pero no podía decir lo mismo del resto de mi cuerpo. Me doy un último vistazo y me sorprende incluso a mí lo apagada que me veo el día de hoy.

No digo ni una sola palabra en todo el camino, ni siquiera la saludé buscándole charla como antes solía hacer, estaba muy cansada de todo. Cansada de esforzarme en vano. Por el rabillo del ojo la veo dándome miradas rápidas y presionando con fuerza el volante.

—Natalia...

—No, — le doy un vistazo rápido— solo no, madre.

Puedo sentir mi mundo caerse pedazo a pedazo y una horrible sensación instalarse en la boca de mi estómago. No se vio muy convencida pero asintió mirándome a los ojos, pude ver una lucha interna en ese azul profundo, abrió la boca pero no halló las palabras.

—Ten un buen día.

Me regaló una sonrisa forzada y me besó la frente algo que jamás hizo por mí, nunca me mostró afecto. Casi me quiebro allí mismo cuando sentí sus labios besando mi frente.

La tarde en el restaurante es calmosa debido a la escasez de clientes pero es mi mente la que está intranquila, maquino miles de cosas por segundos y nada de lo que haga me quita esas escenas. Me gusta pensar en cosas que pude haber hecho para evitar las consecuencias, pero independientemente de los actos que pudieron ser, los resultados no habrían variado. Lo sé. En el lugar se sigue sin saber nada de Miller y Andrea no me dirige mucho la palabra, quizás está enojada por como Gael la trató. Voy directo a su oficina para hablar con ella sobre eso cuando oigo la voz de Emily adentro de la oficina.

—Sí, lo sé —miro por la ranura de la puerta mal cerrada—. No te preocupes lo tengo bajo control, lo tengo comiendo de la palma de mi mano.

Ambas están paradas junto al escritorio.

Máxima Traición✔️(En edición)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt