O5|| Manos Silenciosas.

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Manos Silenciosas.

La habitación se había llenado de molestos y desgarradores gritos, las lagrimas solo se apresuraban por salir sin previo aviso de los ojos del menor. Seguro sonara extraño pero el podía jurar sentir su piel arder, su sangre, tal y como la lava ardiente amenazando con estallar.

Aquel hombre corrió desesperado hasta la habitación de su hijoal encontrarlo le hizo un buen agarre para que no pudiera liberarse de sus brazos. Jimin pateaba y gritaba, sus gritos se ahogaban junto con el dolor y la euforia en su cuerpo. Su madre tomo con dulzura su pequeña mano y empezó acariciarla con leves roces.

—Todo esta bien mi amor, mami y papi están aquí... —La madre solo se dedicaba a tomarle la mano a su pequeño, estaba tan acostumbrada a esta misma escena que constantemente se repetía, cada noche de cada día.

—Mamá... ¡Mami sálvame!, ¡Mami ayúdame por favor!. —El pequeño solo gemía entre lagrimas ahogadas y pataleos.

—Aquí estoy cielo, aquí estaré siempre...

—Suéltame ¡SUÉLTAME!, BASTA! No quiero más, me duele mucho... —Gritaba el pequeño, dando pataleos en la cama, sin lograr salirse del agarre de su padre.

—¿Q-Que te duele mi amor?, Papi solo trata de ayudarte. —Preguntaba la mujer nerviosa.

—¡No quiero seguir! —Lloraba sin parar hasta que sus piernas se cansaron de luchar.

La verdad es que vivir con un pequeño como Jimin podía ser maravilloso pero también podría tornarse un infierno en pleno progreso. El día en el que Jimin nació todo era absolutamente perfecto, no hacia nada fuera de lo común, era solo otro mas entre la multitud.

Sonreía siempre.

Sus padres parecían muy felices de tener un pequeño tan alegre desde tan temprana edad. Empezó a tener un comportamiento extraño a los dos años, con la mirada empezaba a buscar algo que se movía por la habitación, sus papás lo notaron pero no le dieron importancia, era un bebe, no debía ser nada malo.

Eso creían.

Al cumplir los ocho años sus padres le habían organizado una pequeña fiesta en la escuela. Sus amigos y maestras estaban reunidos en el salón, todo decorado a la viva imagen de Starwars. El pastel era una replica no tan perfecta de la estrella de la muerte, habian algunos vasos, platos y cubiertos de color negro para combinar. Quizas no era la gran cosa pero Jimin lo disfrutaba.

Jugaba por el salón con sus amigos y hablaban sobre quién recibiría más pastel, a la hora de cortarlo todos se acercaron a la mesa para cantar el cumpleaños.

Ahí fue cuando todo se descontrolo, cuando el apareció.

Las paredes empezaron a tornarse oscuras, la soledad lo abrazo nuevamente como a una vieja amiga cuando todos en la habitación desaparecieron. Jimin solo logró ver a un pequeño niño frente a la esquina. Usaba un chaleco azul y una camiseta negra, parecía muy elegante pero estaba llorando ¿Porque lloraba?, ¿Donde estaban todos?.

Un molesto y agudo sonido amenazó a sus tímpanos, Jimin sentía que la cabeza le explotaría en ese instante, cubrió sus oídos con desespero pero el sonido solo se hacía más fuerte y cercano. Cerro sus ojos lo más que pudo y solo logró dejar escapar algunas lágrimas.

¡Basta, ya basta!. —Grito para si mismo en esa oscuridad.

Al abrir los ojos espero encontrarse con aquella pesadilla viviente pero se encontraba nuevamente en la realidad, todas las miradas puestas en el, con miedo.

—Hijo... No.... ¿No quieres cortar el pastel?. —Le pregunto su padre un poco preocupado, Jimin no era así.

El corazón de Jimin latía rápidamente, todos los ojos, las miradas y los susurros lo ponían aún más ansioso. Sus manos se sacudían al compás de los golpes de su corazón contra su pecho. No quería hacer contacto visual con nadie, sentía que podía morir en ese mismo instante y no solo de pena si no de desesperación, una especie de euforia que no sabía cómo controlar.

Jimin salió corriendo de la habitación y se fue por los pasillos, empujó a muchos niños y profesores, empezó a chocar con las paredes y las puertas. La directora logró encerrarlo en la oficina para que se calmara, Jimin solo optó por romperlo todo una vez estaba adentro, pasada la hora Jimin aún no se había calmado.

Si sigue así... No me dará más opciones llamar a la policía. —Amenazo la directora a sus padres.

Llamelos... —Acepto la madre sin problema alguno.

No es que no se preocupara por Jimin, Dios ella estaba tan aterrada, no sabía que le ocurría a su pequeño pero sabía que si se lo llevaba junto a su esposo no sabrían como controlarlo. Fue llevado al hospital de la facultad de medicina de la universidad nacional de Seoul.

Jimin permaneció en ese lugar una semana, luego dos, incluida la mitad de la tercera semana hasta que descubrieron su diagnóstico "sin fallo" alguno.

El pequeño sufría de una severa esquizofrenia infantil.

El médico les explico que era normal que estos síntomas aparecieran entre los siete y quince años, no era el único niño así pero si uno de los pocos que habían registrados en el país con semejante gravedad de síntomas.

Tratamientos, píldoras, agujas, nada acababa con sus pesadillas. No podían darle medicamentos que un adulto con esquizofrenia podía tomar, solo podía consumir los medicamentos para alguien de su edad que para mala suerte no hacían ningún efecto.

Dejo de ir a la escuela, le prohibieron el acceso ¿Porque? Porque tenían miedo. Le habían dicho a sus padres que no era una escuela para "niños especiales".

Que horrible sonaba eso.

Seguía siendo un pequeño, de todas formas lo sacarían pero esa manera de llamar a un pequeño con "Un problema" no fue la más sutil que digamos.

Sus padres no querían eso ¡Jimin era un niño sano!.

Eso era antes...

Eso pensaban ellos.

Jimin no toleraba los remedios, ni las pastillas, solo las agujas, le gustaban las agujas ya que cuando se las ponían se calmaba mucho aparte de que el dolor de la aguja no era tan fuerte, lloraba pero le gustaba...

Pequeño masoquista.

Luego ese pequeño niño de las sombras que vivía en los pensamientos macabros de Jimin empezó a ser constante, paso de ser una pesadilla al mejor amigo del muchacho. Jugaban, conversaban y hacían travesuras juntos que para los padres del menor no eran fáciles de tolerar. Como cuando Jimin quiso jugar parado en el barandal de la terraza, su mamá casi se muere de un susto al ver que el pequeño jugaba a la cuerda floja en ese desgastado barandal de madera.

Primero se llamaba MinMin, luego lo apodo YoonGi, que fue lo más utilizado y escuchado por los padres.

Se volvió una pesadilla para ambos pero una aparente bendición para el pequeño.

No podía librarse de el.

YoonGi había llegado para quedarse.

Para siempre.

Darkside.

Caught in a lie [Esquizofrenia] Yoonmin Where stories live. Discover now