Capítulo 40

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Yuuri decidió volver a casa antes de que anocheciese después de haber estado esperando y llorando por el Alfa, a medida que avanzaba entre las húmedas calles debido a la lluvia sus lágrimas se iban disipando pero contrariamente sus nervios ante la necesidad de explicar del porque regresaba a casa solo, y con claros indicios de haber llorado, crecían ¿Cómo explicaría que el Alfa lo dejo solo en el parque después de mencionar a su ex? y que además el celular del mismo lo tenía en sus manos completamente inservible.

Decidió pasar por una farmacia y comprar unas gotas para los ojos desviándose unas calles del camino, no iban a disminuir mucho la hinchazón pero si la irritación que ya estaba causándole dolor de cabeza.

Al salir de la farmacia la lluvia ya empezaba a menguar camino calmo unas cuadras pero de reojo pudo ver como una corpulenta figura lo observaba al otro lado de la calle, sus instintos le obligaron a apresurar el paso cuando distinguió que este era un Alfa, apretó la correa de Makkachin y trato de calmarse, <<quizás no sea mal tipo y solo está ahí pero ¿qué demonios haría un hombre en un callejón oscuro?>>, sentía la mirada penetrante de aquel hombre, y supo que lo estaba siguiendo a medida que sentía su desagradable olor más cerca.

Busco con su mirada a alguien, deseo con todas sus fuerzas encontrar a algún policía o algún buen samaritano que lo ayudase pero parecía que la ciudad había quedado deshabitada. Su Omega llamaba a su Alfa, aunque su corazón se estrujaba de solo pensar en él, pero necesitaba a Víctor, quería sentirse protegido entre sus brazos, que lo mimase y que acariciase su vientre mientras le decía que todo estaría bien.

Pero no sabía siquiera que este lo escuchase, pensó en todas sus posibilidades, y recordó su celular, lo saco pero como ya se había encargado el destino de recalcarle  que ese no era su día, el aparato se encontraba sin batería.

Makkachin a su lado se notaba nervioso, sabiendo por instinto que su humano también lo estaba, el perro lo jalaba obligándolo a ir más rápido, ajusto más el agarre de la correa dado que se deslizaba de sus dedos por el sudor frio que ya lo estaba empapando.

Sintiendo su corazón en la garganta y ya a punto de entrar en pánico, gritando internamente por aquel peli plata empezó a correr como nunca, a pesar de las advertencias de su doctor. Para su desgracia aquel desconocido también lo hizo, nada parecía conocido realmente, se sentía en un laberinto del que no podía escapar, rodeado por los edificios, su mente confundía las calles aunque ya las hubiese recorrido antes.

Los escalofríos aumentaban en su espalda, sus manos titiritaban, estaba seguro que corría solo por la adrenalina que lo invadía porque de otra forma ni siquiera sería capaz de mantenerse de pie, el olor, ese desagradable olor que lo inundaba y hacia arrugar su nariz estaba tan próximo, sintiendo como una mano se cerraba alrededor de su brazo izquierdo y una fuerza brutal lo arrastraba para atrás rogo entre lágrimas, que ni siquiera había notado, que Víctor llegara.

Que su Alfa lo alejara de él, el segundo que paso se hizo eterno, Makkachin gruñía y ladraba en un vano intento de ayudarlo, sintió helar cuando la otra mano se cerraba en su cuello, sin saber cómo su cuerpo se movió, agacho su cuerpo aprovechando la distinción de altura y el brazo que tenía atrapado se liberó, soltó la correa y Makkachin reacciono lanzándose en contra del Alfa.

Sin mirar atrás y escuchando el lamento del can junto con un ruido sordo, siguió corriendo, estaba cerca de una intercepción cuando volvió a sentirlo, pero esta vez el agarre fue peor, como si de una marioneta se tratase fue elevado y jalado atrás, sintió como su alma escapaba de su cuerpo cuando su cuello fue aprisionado, sus lentes cayeron y todo se volvió borroso haciendo crecer aún más su miedo.

¿Destinados?Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt