❈ 15

5.9K 774 75
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Las dudas se entremezclaron en mi interior. La presencia de aquel camino de manchas de sangre, que parecía querer conducirnos a lo más profundo del callejón, no se me antojaba como una buena idea. A decir verdad, me resultaba de las peores, teniendo en cuenta la situación en la que nos encontrábamos en aquellos instantes, con los nigromantes rondando a unos metros de nosotras.

Eo temblaba de pies a cabeza a mi lado, con sus ojos clavados en aquel rastro sangriento, atrapada en sus propios dilemas. Mi mirada se dirigió de manera inconsciente hacia la boca de aquel callejón donde nos habíamos refugiado, intentando divisar algún nigromante entre la multitud... deseando que todos ellos estuvieran lejos de allí.

—Jem tenemos que hacer algo —susurró a mi lado mi amiga.

Algo como dar media vuelta y marcharnos de allí a toda prisa, rezando para que nadie nos parara mientras intentábamos alcanzar la salida del mercado. Los dedos de Eo se me clavaron en el brazo, haciéndome entender que mi idea no coincidía con la suya: ella quería descubrir qué se escondía al final de aquel camino de sangre.

—¿Y si ya es demasiado tarde? —pregunté, con un nudo en el estómago.

Era una posibilidad. Además, por la cantidad que había en la arena... El destino no parecía estar muy por la labor de echarnos una mano, y yo tampoco quería que la hermana de Cassian tuviera que enfrentarse a la imagen de un cadáver. No era una estampa agradable y quería preservarla de ese horror.

Eo me lanzó un reproche con la mirada.

—Podría necesitar nuestra ayuda.

Y nosotras también necesitábamos ayuda: teníamos que abandonar el mercado a toda prisa y poner la máxima distancia antes de que los nigromantes pudieran echarnos el guante. Un escalofrío de temor me recorrió la espalda. ¿Qué sucedería en caso de que alguno de esos monstruos me reconociera? La chica de pelo de color fuego viva, aun cuando el Emperador dio instrucciones precisas de lo que quería que hicieran con la otra chica y conmigo...

¿Y si Perseo se encontraba entre ellos? El nigromante creía que era una pobre prostituta más, movido por la pena —o eso me había hecho creer a mí misma— me había ayudado a abandonar el palacio y luego me había recomendado que huyera lejos... que buscara otra vida lejos de las garras de Al-Rijl. Recordé sus ojos azules —lo único que podía recordar con claridad de aquella monstruosa máscara que mantenía sus facciones escondidas— y un nuevo escalofrío se paseó por mi columna vertebral, casi como una advertencia.

En aquella ocasión no correría tanta suerte, de eso estaba segura.

Eo pasó por mi lado como una exhalación, impidiéndome que pudiera atraparla antes de que se adentrara más en aquel callejón y nos pusiera en riesgo, ignorando las consecuencias de aquel mero capricho. ¡Aún tenía tanto que madurar! Refunfuñando para mí misma la seguí, echando de vez en cuando algún que otro vistazo por encima del hombro para comprobar que nadie nos seguía.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora