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Rechacé el ofrecimiento de Perseo para que curara el resto de mis heridas y abandoné el dormitorio poco después, dejando al nigromante para que velara el sueño de su prima

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Rechacé el ofrecimiento de Perseo para que curara el resto de mis heridas y abandoné el dormitorio poco después, dejando al nigromante para que velara el sueño de su prima. No me había atrevido a pedir detalles de lo sucedido, de cómo se encontraba la situación, así que fui directa a mi propio cuarto con el corazón entumecido después de haber informado a Perseo de que no continuaría allí mucho más tiempo, pero que tomaría en cuenta su petición de quedarme en la propiedad hasta que todo el mundo estuviera mucho más calmado tras lo sucedido.

Decidí guardarme para mí el hecho de haber descubierto su vinculación con la Resistencia o, mejor dicho, con la persona que había logrado infiltrarse en ella con éxito. Froté mis sienes con energía ante la turbulenta cantidad de información que había descubierto aquella misma noche y crucé la puerta que conducía a mi pequeño habitáculo, deseando alejar cualquier pensamiento de mi cabeza.

El dormitorio estaba oscuro, pero mi instinto pareció intuir que había algo que no encajaba en aquel lugar. Traté de retroceder hacia la puerta, pero ésta se cerró con firmeza al mismo tiempo que una mano me aferraba por la muñeca y tiraba de mí para alejarme de la única vía de escape con la que contaba.

El aturdimiento por haberme pillado con la guardia baja me duró apenas unos segundos, los suficientes para que el intruso me hiciera caer sobre la cama y yo ahogara un sonido de sorpresa, reconociendo los inconfundibles ojos grises que me contemplaban a poca distancia.

—Darshan —escupí entre dientes.

El rebelde atrapó mi otra muñeca antes de que lograra mi objetivo de empujarle, adelantándose a mis propios planes. Me debatí contra su férreo agarre, valorando la posibilidad de pedir ayuda a gritos pero, de nuevo, me recordé que no sería un movimiento inteligente, al menos en aquellas circunstancias: mi aspecto jugaría en mi contra y podían creer que estaba relacionada con la emboscada contra el Emperador.

—Deja de moverme, maldita sea —gruñó Darshan.

—Entonces suéltame —le espeté.

Tras unos segundos de dudas consigo mismo, los dedos del rebelde me soltaron, aunque no retrocedió, dejando mis rodillas encajonadas contra sus piernas. Sus manos quedaron pegadas a sus costados, pero su postura delataba que, pese a haberme liberado, no había bajado la guardia respecto a mí.

—¿Qué ha sucedido? —pregunté.

—¿Qué demonios has hecho? —dijo Darshan al mismo tiempo.

Parpadeé hasta que, unos breves instantes después, logré caer en la cuenta de a qué estaba refiriéndose. Darshan me había interceptado cuando huía de Roma, a quien no había logrado envenenar, cambiando mi objetivo en el último momento; sin embargo, el rebelde, quien parecía haberme seguido la pista durante gran parte de la velada, descubriéndome con la redoma de veneno, no había visto cómo entregaba a Rómulo la copa con la belladona, creyendo que la destinataria había sido la nigromante.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Where stories live. Discover now