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El tiempo pareció detenerse cuando las palabras de aquel hombre llenaron la sala de interrogatorios; mi cuerpo se tensó cuando las miradas de todos los presentes en aquella habitación se desviaron hacia mi persona, cada una representando una emoción diferente.

Las yemas de mis dedos empezaron a cosquillearme, anhelado el contacto de cualquier arma que pudiera brindarme una mínima defensa en caso de encontrarme metida en problemas.

El recién llegado, aparentemente ignorando la conmoción que había despertado su inocente intervención, dio un paso adelante. La sonrisa que mostraba era afable, a pesar de las circunstancias; de manera inconsciente me vi retrocediendo un paso, con un ojo atento a Ramih Bahar, que continuaba a mi espalda y todavía sentado al otro lado de la mesa.

—Por supuesto que me resultas familiar: ese cabello rojo tuyo es inconfundible —continuó parloteando, como si no hubiera interrumpido un interrogatorio donde las cosas podrían haberse puesto muy feas—. Eres la chica de Bhasvah, ¿verdad?

El nombre de mi padre hizo que el estómago me burbujeara de manera desagradable. Mis vanas esperanzas de que se tratara de un error fueron aplastadas cuando hizo mención a mi delator tono de cabello y que confirmara que conocía a mi padre; los guardaespaldas de Ramih Bahar empezaron a cuchichear mientras su líder fruncía el ceño y Darshan entornaba los ojos, aunque no sin antes de que fuera consciente del recelo que transmitían.

Lo único que formaron mis labios fue una débil sonrisa.

—Hanif —la voz de Ramih Bahar resonó contra la piedra como el chasquido de un látigo.

El aludido se irguió tras ser reprendido por su superior. La afabilidad de la que había hecho alarde segundos antes se desvaneció, dejando en su lugar un gesto adusto; los gorilas que custodiaban a Ramih Bahar también tuvieron el sentido común de silenciar sus susurros, cerrando sus bocazas.

—Lo siento, señor —se disculpó Hanif—. No quise molestar...

El rostro de Ramih Bahar no parecía ser capaz de ocultar lo irritado que se encontraba tras aquella revelación sobre mi posible identidad y vinculación con la organización. El nombre de mi padre era bastante conocido en la Resistencia tras los años de colaboración, por las informaciones que lograba obtener. Su carácter abierto y su risa fácil normalmente eran sus mejores armas para conseguir que la gente lograra abrirse y hablar más de la cuenta; el hecho de que mi padre pusiera especial atención en sus objetivos también ayudaba a que recabara historias que podían resultar de utilidad para la Resistencia.

El cantor, le decían. Pues aún no se había topado con nadie que pudiera resistirse a sus habilidades para hacer a la gente hablar.

—Di lo que tengas que decir y márchate —le ordenó Ramih Bahar—. Estamos en medio de un asunto de suma importancia.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora