❈ 61

3.4K 577 39
                                    

Cassian se tensó, lanzando una mirada que no ocultaba su pánico y una ligera sombra de recelo hacia la mujer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cassian se tensó, lanzando una mirada que no ocultaba su pánico y una ligera sombra de recelo hacia la mujer. Sus dedos se clavaron en la carne de mis hombros de manera inconsciente después de que revelara que Ghaada había resultado ser una nigromante, yo traté de arrastrarme hacia el borde de la mesa donde me habían depositado, buscando ponerme en pie y tomar a mi amigo de la mano para marcharnos de allí lo antes posible.

Los ojos de la mujer también nos contemplaron con renovada zozobra mientras apartaba las manos y creaba distancia entre nosotros. El ambiente dentro de la habitación pareció bajar de temperatura y mi cuerpo sufrió una sacudida, haciendo que mi costado herido se resintiera.

—¿Es una nigromante? —exigió saber Cassian, todavía aferrándome por los hombros.

Ghaada alternó la mirada entre los dos.

—No deberíamos perder el tiempo respondiendo preguntas tan evidentes —contestó con acidez, confirmando lo que había dicho de aquella esquiva forma—. En especial cuando tu amiga se está desangrando en la mesa de mi cocina.

Percibí las dudas de Cassian en depositar su confianza —y mi salud— en manos de aquella nigromante. Tras unos segundos de batallar consigo mismo, mi amigo me empujó levemente para que volviera a deslizarme sobre la madera, permitiendo a Ghaada que hiciera uso de su poder para detener la hemorragia y contuviera el flujo de sangre que manaba de mi costado.

Vi el ceño de la mujer fruncirse mientras colocaba su palma de nuevo sobre mi herida, antes de que su magia se transmitiera a través de mi piel. Jadeé al sentir de nuevo el poder de un nigromante paseándose por mi cuerpo, dejando tras de sí una estela de calor; Ghaada dirigió su magia hacia la abertura que había dejado tras de sí la afilada punta de la espada con la que el Sable de Hierro me había ensartado y la escuché hacer un sonido extraño, como de reconocimiento.

Alcé una temblorosa mano y busqué la de Cassian, aferrándome a ella en aquel proceso en el que Ghaada estaba uniendo mi piel y deteniendo el constante flujo de sangre antes de emplear aguja e hilo para suturar la herida; oí de manera ahogada, a través del pitido que se había instalado en mis oídos, a la mujer dándole órdenes a mi amigo.

—¿Por qué no usa su magia para cerrar la herida? —se atrevió a preguntar Cassian, manifestando mis propias dudas.

Ghaada chasqueó la lengua antes de hincar la punta de la aguja en mi carne, arrancándome un gemido ahogado.

—Eso sería demasiado cómodo y podría llamar la atención de otros nigromantes por el rastro que dejaría sobre la piel —respondió con voz tensa, concentrada en su tarea.

Recordé la facilidad de Perseo para acelerar la curación de las cicatrices que el castigo de Eudora había dejado sobre mi espalda sin aquella precaución que había mostrado la mujer. Ghaada no empleaba su magia con asiduidad, dejándola para casos extremos; la cautela que había expresado respecto a su condición delataba que no era una nigromante corriente.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora