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— Igual que el sábado pasado, hay doble actualización, siendo este el segundo capítulo

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— Igual que el sábado pasado, hay doble actualización, siendo este el segundo capítulo. Además, siempre que pueda, los sábados habrá dos capítulos de El Traidor por la finalización de TLC y para darme algo de tiempo a avanzar con Peek a Boo —

Perseo y yo nos miramos, en silencio. El sonido volvió a repetirse, delatando la urgencia del desconocido y provocando que un nudo empezara a formárseme en mitad de la garganta. El número de posibilidades sobre la identidad de la persona que podría encontrarse al otro lado de la puerta de la entrada era muy corto; las razones que le hubieran empujado a presentarse allí...

—Deberías ir a comprobar quién es.

Creí haber escuchado mal. El instinto no cesaba de mandarme advertencias sobre lo peligroso que resultaba la idea del nigromante; mi padre se encontraba ausente y mi presencia allí no era un asunto de dominio público, exactamente.

Valoré la idea de ignorar a quienquiera que hubiera fuera y fingir que allí no había nadie, pero los golpes cada vez sonaban más desesperados y, estaba segura, que la puerta terminaría por ceder. Conteniendo una retahíla de calificativos de lo más imaginativos, salí de la cama y busqué algo con lo que cubrir mi evidente desnudez.

Sentí la ardiente mirada de Perseo en mi espalda y aferré la primera prenda que encontré arrugada cerca de mi pie, que resultó ser la camisa del nigromante. La pasé por mi cabeza mientras salía al pasillo y tiraba de la tela hacia abajo, llegando a cubrir hasta gran parte de mis muslos.

Traté de domar la maraña de tirabuzones pelirrojos en el que se había convertido mi cabello tras la noche anterior, pero me resultó tarea imposible. Encomendándome a los cinco dioses para que la persona que hubiera al otro lado no resultara ser una de mis agradables vecinas, me armé de valor y abrí la puerta de un enérgico tirón.

Los ojos de Cassian se agrandaron cuando me vio en el umbral y su mirada no pudo evitar clavarse mi pelo desordenado y la ancha prenda de ropa con la que cubría mi cuerpo, y que era evidente que no me pertenecía. Un delator rubor se extendió por sus mejillas al contemplarme con aquel aspecto, al entender a qué se debía.

Durante unos segundos ninguno de los dos supo qué decir.

—Yo no... Pensaba que... —el rubor pareció disminuir, dejando en su lugar una palidez que no me gustó lo más mínimo—. Estaba buscando a tu padre, Jem.

Un escalofrío bajó por mi espalda cuando le mencionó. Perseo se encontraba a pocos metros, en mi dormitorio, quizá comprobando desde allí que todo se desarrollara con normalidad, que no hubiera ningún tipo de amenaza; era posible que estuviera escuchándolo todo, y eso suponía que descubriera partes de mí que yo no había compartido con el nigromante.

Empujé de manera inconsciente a Cassian para que retrocediera y le seguí hacia el exterior, dejando la puerta entreabierta. Espié por encima de la línea de mi hombro de manera inconsciente, buscando cualquier señal que delatara a Perseo; una vez comprobé que contábamos con toda la privacidad que podía brindarnos la situación, me crucé de brazos y dije:

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora