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Me despedí de Cassian, prometiéndole que tomaría precauciones respecto a Darshan y aceptando a regañadientes que mi amigo decidiera acudir a la mañana siguiente, temprano, para comprobar cómo iban las cosas, y bajé de nuevo hasta colarme por la ventana abierta.

Eché un vistazo a la cama, pero Darshan parecía continuar dormido. Pensé en las reservas de Cassian hacia aquel chico, cómo había sacado su lado sobreprotector hacia nosotras, pero también le di la razón en algo: Darshan era un peligroso misterio. Y una parte de mí descansaría una vez nuestros caminos se separaran, pues no tenía ninguna intención de desentrañar sus secretos.

Dirigí mis pasos con sigilo hacia la puerta, evitando las tablas sueltas del suelo que podrían crujir ante mi peso, poniéndome al descubierto.

Estaba a punto de alcanzar el quicio de la puerta cuando una voz me dejó helada en el sitio:

—Deberías practicar un poco más tu sigilo.

Me giré hacia la cama, desde donde Darshan me observaba con una ceja enarcada.

¿Desde cuándo estaba despierto? El corazón empezó a latirme con fuerza ante la posibilidad de que el chico hubiera sido consciente en todo momento de cómo entraba en la habitación y luego me escabullía por la ventana... Por todos los dioses, ¡incluso podía haber estado escuchando mi conversación con Cassian!

Apreté los puños junto a mi cuerpo, sin saber qué responder. Aún seguía entumecida por el modo en que había logrado engañarme con aquella convincente actuación, haciéndome creer que estaba dormido. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? ¡Había escapado de una cárcel, de un lugar donde no podías permitirte bajar la guardia y, mucho menos, poder dormir a pierna suelta!

—¿Sueño ligero? —al final opté por refugiarme en mis comentarios sarcásticos, intentando alejar a Darshan del tema.

Por la forma en la que me miró, tuve la horrible certeza de que había captado mi movimiento de desviar la conversación. Cambié el peso de un pie a otro, obligando a mi cabeza a crear una historia lo suficientemente buena para que Darshan no quisiera seguir indagando sobre por qué me había descubierto escabulléndome por la ventana de mi propio dormitorio, el que ocupaba en aquellos momentos por su delicado estado de salud.

Gracias a la luz que nos proporcionaba la luna, pude ver cómo sus labios se curvaban para esbozar una sonrisa desdeñosa. La conversación que había mantenido con Cassian respecto a él, sobre nuestras sospechas de que aquel chico ocultaba algo, se repitió de nuevo en mis oídos, alertándome.

—Contigo yendo de un lado para otro es complicado conciliar el sueño.

Me obligué a que su comentario no me afectara lo más mínimo, pero me tomé la libertad de devolvérselo:

—Te prefería cuando estabas semiinconsciente —repuse, haciendo un aspaviento con la mano—: al menos mantenías la boca cerrada.

Tenía la extraña sensación de haber caído en una trampa. Todo lo que rodeaba a Darshan parecía conducirme a ese mismo maldito pensamiento: que aquel chico fugado de una cárcel de alta seguridad no paraba de tenderme trampas, como si estuviera probándome.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora