Una buena decisión

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ATENCIÓN. ¡Primer capítulo de la doble actualización! ¡Gracias por haber conseguido que cazadores quede en la lista larga de los Wattys2018!, ¡Nada de esto sería posible sin vosotros!

¡SOIS LOS MEJORES!

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―Tengo entendido que estáis al corriente de que he sido expulsado del programa de la institución, así que técnicamente no tendría por qué volver ―expuse―. Pero a partir de ahora, y puesto que tenía que regresar para preparar mis exámenes de ciudadanía que, como ya os expuse a final de curso, son decisivos para mi futuro, viviré en casa de Alan.

Asintió, con atención.

―Y él ―continué―, me ha pedido expresamente que continúe con los estudios en el centro, ya que tengo reservada una plaza y considera que...

¿Cómo cojones le explico yo ahora que Alan cree que debo demostrar muchas cosas?

¡Maldita sea mi impotencia!

―Es una oportunidad para que tengas cierta normalidad en tu vida ―sentenció Jane, al ver que yo no arrancaba―, y creo que Alan tiene razón en su postura. Nosotros, o al menos una parte importante del claustro, te estaríamos agradecidos porque consideramos que aportas mucho a nuestro centro, y que tienes muchas cosas que enseñar sobre la tolerancia, y sobre la realidad, al resto de alumnos. A parte quedan, las razones obvias, de que eres un alumno querido entre aquellos que hemos tenido oportunidad de darte clase ―sonrió.

―He aceptado ―admití.

Asintió, seguía nerviosa, pero demostró convicción.

―Es una buena decisión, Elías ―secundó―. Aunque sí que me gustaría preguntarte algo más, y siento tener que hacerlo, pero considero que es necesario que estés al corriente de determinadas cosas que...

―Si se refiere a "gran popularidad" de la que gozamos ahora mismo los cazadores ―tan pronto escuchó la palabra, la camarera, que estaba recogiendo la mesa aledaña, tiró la bandeja completa y se marchó entre asustada y avergonzada. No regresó―... entre la comunidad humana ―completé observando cómo la muchacha le daba a su encargado una negativa para regresar a limpiar aquel estropicio mientras yo me encontrase en la mesa―. Sí, estoy al corriente.

Jane suspiró con un pesar muy hondo, y le dirigió a aquella camarera una mirada tan gélida que habría congelado en el desprecio más profundo el corazón de una estrella.

―No sabes lo que lamento todo esto, Elías ―admitió, visiblemente afectada. Nunca la había visto así―. Debes ser consciente de que, pese a que vas a encontrar personas, incluso algunos profesores o compañeros, que vayan a temerte y a volverte la cara por el mero hecho de ser lo que eres, siempre quedaremos quienes estemos dispuestos a respaldarte.

Me sorprendió su honestidad.

―Gracias, Jane.

―No me las des, Elías ―sentenció―. Antes que profesora soy científica. Y como tal creo en las evidencias, en aquello en lo que veo y he podido constatar con mis propios ojos. He visto lo que eres. Te he conocido, y creo conocerte. Y no creo que los sucesos de Rusia pudieran tener algo que ver con una raza que se deja los cuernos para protegernos a cada día de su vida. Lo que digan todos esos necios no logrará cambiar lo que mis ojos ya han corroborado. La experiencia es la madre de la ciencia, se suele decir así. Mi experiencia me ha hecho creer en ti, y siempre vas a poder contar conmigo. Solo quería que lo supieras.

Todo aquello me hacía pensar que iba a encontrar más obstáculos de los que tenía previsto.

― ¿Hay algo más que debiera saber, Jane? ―me atreví a preguntar.

Suspiró.

―Va a haber gente que no querrá entender, Elías. Más gente de la que imaginas ―concluyó apesadumbrada, y con el corazón latiendo muy fuerte―. Pero también hay personas que creen, que creemos en ti. Y sé que te las arreglarás para hacer que muchos entren en razón.

Después de todo sonrió, y yo asentí.

Seguramente sería aún más difícil de lo que imaginé regresar al instituto en este momento. Aunque preferí desplazar ese pensamiento de mi mente.

Después de haber perdido la práctica totalidad de las cosas que amabas, el significado de la palabra difícil parece volverse incierto en tu perspectiva de la vida.

La conversación después adoptó un tono menos trascendental.

Se desvió hacia la curiosidad que Jane sentía por muchos aspectos del universo, de la dimensionalidad, y de cuestiones relacionadas con la educación que yo había planteado a final de curso el año anterior y que le habían causado un profundo impacto. Entre ellas, la determinación del destino de las demás razas del universo, por la presencia obligada de un agente externo a nuestra voluntad al que habremos de rendir cuentas para tomar las decisiones más trascendentales de nuestra existencia: los designios del oráculo, esto es, de los inmortales.

El resto ya lo sabéis. La idea de que los humanos son la única raza libre que existe.

Pero en ocasiones, hay un factor que para muchos es intrascendente, y a mí se me antoja tan verdadero como aterrador.

Lo conocéis como el factor suerte.

Ese que a todos nos faltará en algún momento decisivo, y nos hará caer de forma definitiva. Para mí, el único condicionamiento del libre albedrío humano ―dejando aparte casos excepcionales―.

Vosotros, y vuestra maldita mala suerte.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now