5. EL ÚLTIMO DÍA ACIAGO

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Igual que en mi tierra se suele decir que el silencio es el gran portador de secretos, sabemos que tan pronto como ese silencio se rompe y un secreto es revelando, el viento puede soplar fuerte y esparcirlo con todas sus consecuencias.

Sicilia, el chico cuyo ego jamás baja de las nubes, guardaba un enorme secreto. Y yo había sido su cómplice por algún tiempo.

Pero, después de todo, quizás había llegado el momento de que ese secreto dejase de serlo de forma definitiva. Y nadie, ni él, ni yo, ni ninguna otra persona en el mundo, podía imaginar lo cerca que estábamos de ese día.

Del último día Aciago de Luca Antelami.

Tan pronto como el autobús regresó de Monreale para dejarnos en Palermo, donde debíamos pasar nuestra última tarde en Sicilia, Luca se despidió de nosotros.

Puesto que era el último día que habría de pasar en la isla hasta dentro de mucho tiempo su familia organizó una comida para despedirlo, ya que, por decisión propia no pasaría en Sicilia las vacaciones que se avecinaban y que quería aprovechar para impartir un curso de arquitectura ecológica en unas jornadas en Sídney, así que se quedaría en Australia durante esos días, igual que yo.

Una comida más y no tendré que volver a verle hasta dentro de 3 meses, me había dicho en el autobús.

Todo lo que fuera que mi amigo se mantuviese alejado de su desafortunado intento de padre era algo positivo, así que lo secundé, e hicimos planes también para esa tarde.

Miriam y Amy querían ir a ver algún museo más, y nosotros optamos por armar un plan alternativo que Luca propuso. Nos iba a enseñar un lugar extraordinario para bucear, cerca de la playa en donde habíamos estado.

Cuando Luca se fue, los demás optamos por comer en un restaurante de comida rápida. Lo que, tengo entendido, no está muy bien visto entre la comunidad humana, pero es muy económico y se puede comer. Dado que no nos quedaba un duro encima era la opción más oportuna para la ocasión.

Yo, como siempre que se trata de cuestiones humanas, me limité a dejarme llevar.

Hacia las cinco de la tarde nos dividimos y las chicas se fueron por su cuenta. Noko y yo emprendimos camino hacia la playa, espantados por la manera de conducir que tienen en ese país. Joder, ¡¿Cómo va a ser un rojo una recomendación?!, ¿Acaso la gente se siente segura con eso del "ya parará"?

― ¿Cuánta gente morirá al cabo del año en este país por culpa de los accidentes de tráfico? ―se quejó Noko, cuando, por tercera vez, tuve que interponerme para que un coche no nos arrollase al intentar cruzar una calle.

―No lo sé, pero a este ritmo, y contando que ni siquiera parecen hacer mucho caso a las ambulancias y los humanos no es que tardéis mucho en amochar desde que tenéis un accidente medianamente grave... yo diría que mucha gente.

En esas siguió la conversación hasta que llegamos a la playa.

Esperamos un rato en la cala donde habíamos estado la noche anterior, el mismo lugar en donde habíamos quedado con Luca a las cinco.

Pero...

― ¿Dónde mierda se ha metido este chico? ―preguntó Noko, dando vueltas.

Había pasado cerca de una hora, y no había noticias de Sicilia.

―No le llames otra vez, ya le has llamado cinco o seis veces ―tercié, tratando de tranquilizarme.

―Ocho, en realidad ―admitió, dejándose caer nervioso a mi lado.

―Igual se ha enrollado más de la cuenta ―expuse.

Era lo que quería creer.

Aunque para ese momento, y sin saber explicaros el por qué, una mala corazonada me revolvió las tripas.

― ¿Vamos a buscar a las chicas? ―preguntó, Noko.

Asentí.

―Igual ellas saben algo ―tercié secundando a mi compañero―. Le mando un mensaje a Sicilia, por si se le ilumina la cabeza, que venga donde estemos todos y no aparezca por aquí.

***

― ¿Ya habéis terminado de bucear? ―preguntó Miriam, alegre, cuando llegamos a la cafetería del centro en donde nos esperaban.

Cuando vio nuestras caras de preocupación su alegría se desvaneció poco a poco.

― ¿Y Luca? ―inquirió Amy, confusa.

―Confiábamos en que vosotras supieseis algo de él ―sentención Noko―. Nos ha dado el plantón del siglo. Le hemos esperado durante una hora y media, y no ha aparecido.

― ¿Le habéis llamado? ―indagó Miriam, mucho más preocupada que antes.

Asentimos.

―Ocho o nueve veces ―sentenció Noko con gravedad.

―Igual está con su familia, pensad que no va a verlos en casi tres meses ―justificó Amy―. Sería lógico que quisiese pasar esta tarde con ellos, ¿No?

Yo sabía que no era ni de lejos lógico, pero qué mierda iba a decirles.

Luca no pasaría ni muerto más tiempo de la cuenta con su familia, lo único que quiere es huir porque su padre es un mafioso psicótico.

No puedes destripar los secretos ajenos.

Va en contra del código.

―Pero no sé, avisar no te cuesta nada, ¿No? ―terció Noko.

Se hizo el silencio porque todos sabíamos que era verdad.

Pasamos el resto de la tarde en aquella cafetería, intentando contactar con alguien más de clase para ver si sabían algo de él. Y tratando de distraernos pensando en la bronca que le echaríamos cuando lo viéramos aparecer por el albergue aquella noche.

Hasta que, sin previo aviso llegó un mensaje al móvil de Noko.

―Es de Luca ―dijo rápidamente, y todos prestamos atención en seguida.

Hola Noko, lo siento, al final esto se ha alargado más de la cuenta. Me quedo a dormir en casa esta noche y pasaré aquí las vacaciones, así que mañana no saldré de viaje con vosotros. Nos vemos a la vuelta. Que paséis buenos días. Un abrazo.

― ¿Qué mosca le ha picado? ―preguntó Amy, confusa.

―Tendrá que venir y recoger sus cosas en el albergue o algo, ¿No?

Amy corroboró asintiendo con la cabeza.

―No entiendo nada ―sentenció.

―Bueno ―terció, Noko, completamente resignado―. Es Luca, no hay quien le entienda.

―Respóndele, pregunta qué hacemos con sus cosas ―apremió Amy.

¿Luca, qué hacemos con tus cosas? ¿Pasarás a recogerlas y a despedirte esta noche?

Fue el mensaje que Noko envió por contestación, y del que nunca obtuvimos respuesta.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now