De nuevo es "Una larga historia"

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—No termino de entender la necesidad de acompañarte en esta ocasión, Galius. Sabes que Alan se pone negro cuando alguien le interrumpe mientras trabaja. Y sabes lo que negro significa. Cabreado como un mono de las cavernas en época de apareamiento, esto es, no desearás estar allí cuando eso ocurra. Y yo tampoco, y tengo preocupaciones mucho mayores en este instante —preocupaciones que son meterme debajo de mil mantas en mi cama porque en mi corazón hace un frío de mil demonios y pensar qué puedo hacer mientras lo que queda del mundo se va a la mierda porque no me veo capaz de ser quien lo salve aunque demasiada gente piense que sí, y a maldecir que existan tantos chalados en el universo, y a pensar en que a Amy podría pasarle algo ahora mismo, o tan pronto como regrese, le explique las cosas y desee colaborar con esta mierda. O en qué diantres estará ocurriendo con Luca en la otra punta del globo terráqueo. No sé. Ponerme a pensar cualquier otra cosa porque tengo muchas para dar vueltas y no me apetece acompañar a mi viejo maestro a cabrear a mi otro maestro en el peor día de cumpleaños de mi vida.

Joder. Cuantas cosas puedo tener en la cabeza. ¿Aún no os he vuelto locos? Juro que si no ha ocurrido aún, sucederá pronto. Lo prometo. No os decepcionaré.

Inserte carita triste.

¿Habéis visto? Me esfuerzo por parecer humano, he incorporado el lenguaje virtual a mis comentarios jocosos e irónicos. Y este es una puta mierda así que aquí termina.

—Oh, déjalo ya Elías. Puedes llegar a ser muy pesado. Solo es una consulta y no creo que se niegue. Nunca lo he visto en ese estado y no creo que lo vea —dijo dejando ir una media sonrisa. Sigo sin entender cómo alguien que sabe cómo se va a destruir el mundo puede estar tan tranquilo—. Relájate un poco, ¿Quieres?

¿Qué me relaje?, ¿Alguien me ha dicho que me relaje?

Ahora mismo me voy al retrete con lo que queda de mi vida. Me comeré un unicornio y potaré arcoíris. Que le jodan a todo.

En ese preciso instante se abrió la puerta y Alan, sorprendentemente de buen humor nos invitó a pasar.

En ese momento me encontré de bruces con la realidad.

No era que me diera miedo que Alan pudiera cabrearse.

Lo que me daba miedo era volver a entrar a aquella casa en la que todavía vivían tantos recuerdos hermosos que me hacían querer seguir viviendo, cuando la parte de mí que ganaba en ese momento no quería continuar y todo lo que hacía era vivir impulsado por la resignación de tener que salvar a un mundo condenado a destruirse a sí mismo.

Me quedé parado en el zócalo de la puerta.

—Bueno os dejo tranquilos yo...

—No, pasa Elías —invitó Alan visiblemente contento—. He preparado algo de comer.

Inmediatamente después se giró y se dirigió hacia Galius que ya andaría por la cocina. Le escuché preguntarle algo sobre si le gustaba la tortilla de patata. No entiendo muy bien desde cuándo se come tortilla de patata en Australia. Pero recuerdo que en ese momento dejé de escuchar.

A mi interior regresó la imagen de Áyax en llamas. La imagen de mi madre, y de mi padre, y de Agnuk, y de Anet. La imagen de todo cuanto había amado siendo segado por la guadaña de la muerte. Y la realidad que habían tenido que enfrentar tantas otras personas en la tierra, en la otra punta de la Tierra. Todo me envolvió hasta que de repente me vi empujado a entrar al salón, sin ser consciente de haber andado hasta allí.

Estaba todo decorado con guirnaldas en las que se podía leer Feliz Cumpleaños, y de la nada...

—¡FELICIDADES! —dos personas se arrojaron a mí en ese instante, fundiéndome en un abrazo infinito que me sacó de aquella espiral de locura.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now