No iba a dejar que combatieran solos

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Hola sladerianos!

Como podéis comprobar me he decidido a apodar así a los lectores habituales de la saga sladers... ya me contaréis qué os parece o si tenéis otra proposición. Estoy abierta a ello. 

Como podréis comprobar es un capítulo extra-extra-extra largo. Espero que os guste. A cambio solo os pido un extra de comentarios ;) Me encanta cada una de las cosas que me contáis, disfruto mucho leyéndoos y conociéndoos un poco mejor. Me mola mucho estar en contacto con lo que pensáis la verdad.

Es más importante que nunca leer con la música porque forma parte del capítulo, del texto en sí, es la única manera de imaginar de verdad la atmósfera. 

Un abrazo y feliz semana!

Lunahuatl

¡Leed con la música please!

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Nos encontramos en el suelo, bajo las mesas.

― ¿Estáis todos bien? ―gritó Brianne desde debajo de su mesa, desesperada.

Solo se escuchaban gritos.

Gritos desde la calle, y la tierra temblaba, supongo, bajo los pasos de aquella bestia que debía estar avanzando por el lugar.

Si era lo que creía no me gustaba una mierda.

En ese momento me dio lo justo para observar a mi alrededor.

Intercambié una mirada rápida examinando a todos los que estábamos cerca, a todos los que me importaban. Ninguno de nosotros dijo una palabra, pero parte de mí respiró tranquilo al comprobar que no teníamos más que algunos rasguños.

... nada comparable a lo que sucedía en el otro extremo de la case. En donde uno de los chavales del corillo de indeseables comenzaba llorar.

Todas nuestras miradas se desviaron hacia allí irremediablemente.

Un vidrio de gran tamaño se había incrustado en su pierna a la altura del muslo.

Tan pronto como se lo quitase estaba condenado a desangrarse a menos que recibiese asistencia inmediata.

―No... ―balbuceaba completamente ido observando su pierna e intentando taponar la sangre que brotaba de la herida lentamente mientras todo su cuerpo temblaba de desesperación. El corillo de gilipollas lo rodeaba ―... no me quiero morir...

Brianne salió de la mesa con rapidez y se acercó al muchacho, corriendo agachada como pudo para no elevarse sobre la altura del alféizar.

No recordaba su nombre.

Siempre seguía a ese grupo, pero parecía más tímido y retraído así que no solía meterse demasiado en problemas.

Y al parecer tampoco tenía demasiada suerte.

Yo opté por acercarme también, e imité a mi profesora.

―Quedaros aquí ―susurré antes a Luca y a Miriam, al menos en el punto más cercano a las ventanas eran menos visibles y no habían llovido tantos cristales.

― ¿Sabes qué merda es? ―preguntó Luca.

Los gritos ensordecedores de cientos de personas se escuchaban desde la calle, y también desde le interior de otras clases aledañas a la nuestra.

También el sonido de escombros resquebrajándose en el exterior, como si algunos edificios estuvieran siendo golpeados.

No me cabía duda de que así era.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now