Una marea imparable

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Llevábamos allí desde las cinco de la mañana. Y todo había salido a pedir de boca. En media hora habíamos arreglado todo para que funcionase a la perfección. Hacia las seis los técnicos restablecieron el abastecimiento eléctrico en el barrio, y a eso de las siete todos estábamos en una aparcamiento cercano. Desayunando un café para llevar de una cafetería en la caravana de Luca. A la que yo había dado mi toque personal. Un hechizo que ampliaba el espacio del interior para que fuera más espaciosa y casi se pudiera vivir en ella. Además de algunos arreglos adicionales, como un aseo bastante lujoso y que desintegraba los residuos orgánicos. Una cocina propia que funcionaba con energía mágica. Y el modo de vuelo.

Iba a ser un trasto útil en algún momento, eso desde luego.

En ese momento todos estábamos sentados en la mesa desplegable que se unía a la pared en el lado derecho. Un banco a cada lado. Y aquel lugar era un auténtico derroche de imaginación. Frases de Iron Maiden escritas en las paredes. Una alfombra que emulaba al blanco sobre blanco de un tal Malevitch. Versiones de Toulousse Lautrec, Pollok, y la portada del manifiesto Dadaísta reproducid a gran escala en la puerta del baño. El techo era el firmamento de La Noche Estrellada de Van Gogh. Estar allí era como entrar a una dimensión paralela.

―Es incredibile ―declamó Luca desconcertado, paseándose con su café de un lado para otro, admirado por lo espacioso que se veía el lugar. Por el baño, y por el modo de vuelo, cosa que aún no habíamos podido probar.

―Solo prométeme que no probarás el modo vuelo a menos que yo viaje contigo ―supliqué.

Todos rompieron a reír.

―Teniendo al mejor piloto de la galaxia comme io osaría fare tal cosa ―Se defendió.

―No soy el mejor piloto. Y no pertenezco a esta galaxia ―Me reí.

Se mascaban los nervios. La emoción. Y las ansias de convertirnos en esa bofetada a las expectativas a la que Luca siempre aludía en sus discursos dadaístas.

― ¿Creéis que conseguiremos algo con todo esto? ―inquirió Noko. Sentí su corazón latir muy fuerte. En algún lugar entre la emoción y la histeria a punto de desatarse.

―Será divertido ―sonrió Amy.

―Y tenemos muchas posibilidades de llegar a mucha gente ―admitió Miriam.

―Estamos a dos semanas de las elecciones ―añadió Luca―. Ojalá hubiera podido tardar menos tiempo en desarrollarlo todo e...

―Has hecho todo lo que has podido ―Le cortó Miriam, con convicción. Colocando su mano sobre la de Luca y acariciándola cuidadosamente.

―Sea o no suficiente siempre os voy a estar agradecido ―añadí, sonriendo con el corazón.

Todos me miraron desconcertados.

―El año pasado te fallamos en el momento en que más nos necesitabas ―sentenció Miriam, avergonzada―. No puedo garantizar que no volvamos a fallar, porque somos seres imperfectos por naturaleza. Pero sí podemos prometerte que trataremos de estar a la altura de las circunstancias mientras quede algo por lo que luchar.

Sonreí.

―El demonio que vive en los corazones humanos se llama miedo ―atajé―. Y está detrás de la mayoría de vuestros actos. Pero alguien a quien quiero me dijo una vez que el miedo solo es una reacción ―miré a Amy de reojo, y constaté cómo una sonrisa asomaba en sus labios―. Lo que es una decisión es el coraje. Y no habéis hecho otra cosa en mucho tiempo que demostrarme coraje.

****

Una hora después llegábamos al instituto elegantemente tarde para encontrarnos con lo que se convirtió en el caos más absoluto en el que me hubiera visto envuelto fuera de una incursión paranormal.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESМесто, где живут истории. Откройте их для себя