No hables de cosas que no entiendes

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¡FELIZ NAVIDAD A TODOS! 

¡CAPÍTULO EXTRALARGO CON LA HISTORIA DE LUCA Y MUCHAS CLAVES PARA LA HISTORIA...! 

No paséis sin escuchar la canción, ni leer los subtítulos, esta es la explicación a por qué mi perfil de wattpad inicia con la frase "¿Qué dice un monstruo de tres cabezas? No hables de cosas que no entiendes"... y cuando acabéis el capítulo sabréis de dónde viene  y ¡Dios no puedo esperar a que lo leáis! <3 ¡Os quiero nos leemos la semana que viene con capítulo nuevo y una sorpresa que se avecina !

***

—Elías, ¿Podemos hablar?

Para mi sorpresa la madre de Luca se acercó a mí después de salir de la sala de intensivos en donde Sicilia seguramente pasaba por los peores momentos de su existencia, y a la que solo ella había tenido acceso hasta el momento.

Los médicos acababan de declararlo oficialmente fuera de peligro, contra todo pronóstico las hemorragias se habían resuelto, y en unos minutos se lo llevarían para poder hacerle algunas pruebas más entre ellas un escáner cerebral en el que podrían constatar que el daño cerebral se había corregido por completo. Y no gracias a ellos sino a que personas como Miriam sepan cómo pedir un deseo.

Me sorprendió aquel repentino interés.

Asentí.

—Por supuesto —Me dispuse a escuchar.

—Pero aquí no, quisiera ir a un lugar más tranquilo —sentenció.

Inquietante.

—La sigo.

—Creo que la cafetería será un buen sitio, dudo que esté muy concurrida a estas horas —arregló.

Asentí y comencé a andar a su lado.

—Vuelvo en un rato —Le dije a Jane mientras nos alejábamos por el pasillo.

—Estaremos por aquí —concluyó, algo más tranquila.

No sabía qué era lo que Miriam y yo habíamos hecho, pero todos sabían que habíamos hecho algo y que gracias a ello no enterraríamos a Luca.

El señor Ribbs había acompañado a Miriam al área ambulatoria puesto que tenía el brazo roto y eso requería de atención.

No tengo duda de que no entendió lo más mínimo de lo que nos había podido pasar en esas dos horas que habíamos pasado supuestamente encerrados en un baño del que ninguno salió igual que cuando entró. Pero tampoco tengo dudas de que supo que, de alguna manera que él aún no entendía, los dos lo habíamos arriesgado todo para salvar a Luca.

Por mi parte, escasos minutos después estaba frente a la madre de Luca, sentado a una vieja mesa desde la que se advertía una noche clara de verano, y con un inmenso café delante para aguantar la crudeza de las próximas horas.

Recuerdo que me observó y sonrió.

—No sé qué habéis hecho por Luca —admitió—. Pero sé que se escapa de todo lo que conozco, y de lo que ellos conocen... y que os estaré eternamente agradecida.

Sus ojos se perdieron en el techo de aquella estancia, desesperados por no rebasar las lágrimas que los anegaban por momentos.

Di un sorbo a mi café.

Admito que consolar a la gente si no la conozco nunca ha sido mi fuerte.

—No podíamos dejar que muriera. No después de todo lo que ha peleado—concluí.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now