CAPÍTULO VIII. LOCURA TRANSITORIA

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—No sé en qué momento me he dejado convencer —farfullé, entrando, después de todo, al viejo desván en donde ya me esperaban Amy, Miriam y Noko.

Noko y yo teníamos una locura entre manos, pero, al parecer, él estaba listo para compartir con nosotros otra locura. Una que había empezado por su cuenta y riesgo, pero por la que le iba a estar agradecido.

No obstante, en ese momento yo seguía enrocado en mis trece y con mis reticencias sobre que mis compañeros se involucrasen con tantas ansias en materia paranormal, esto es, en arenas farragosas.

La realidad era que aquello podía terminar resultando y lograr que ellos lograran defenderse y defender a otros de lo inevitable, o terminar como un auténtico desastre que en mi cabeza involucraba la posible muerte o mutilación de cualquiera de ellos. Lamentablemente la segunda posibilidad es la más habitual, esto es, es como suelen terminar la clase de locuras que los humanos emprenden en su lucha contra lo paranormal. Y suelen acabar así porque nunca llegan a hacerse a la idea de a lo que se enfrentan.

Admito que mi opinión al respecto de su tecnología había cambiado en las últimas semanas, en las que Noko había logrado que me plantease la posibilidad de considerar el ingenio humano de las máquinas como algo útil. Pero aún podía llevar mucho tiempo arrastrarme a su terreno y conseguir que valorase la tecnología al nivel de la magia, y la considerase como una forma óptima de lograr que todos ellos siguieran con vida, incluso me ayudasen a ralentizar aquella puta locura que podía llegar a ser la existencia en los próximos meses.

Al encontrarme delante de aquella mesa cubierta con una lona gris no terminé de entender.

O, no lo negaré, tal vez tampoco quería entender.

—Piénsalo, ahora que vamos a ayudarte con todo lo paranormal nos vendrá bien tener una ayuda extra, y estoy seguro de que tú también te puedes beneficiar de ella —expuso Noko, sin poder ocultar su entusiasmo.

Negué en rotundo.

—No hemos hablado con exactitud sobre los términos en los que podéis ayudarme. Si estás pensando en venir de patrulla lo llevas claro, no podemos correr riesgos innecesarios y...

—Creo que te replantearás las cosas después de este día —terció Noko, bastante seguro de lo que decía, cosa que me sorprendió gratamente.

—Además, sí que hemos hablado sobre que por ser humanos no puedes excluirnos, ni decidir por nosotros —le secundó Amy.

Miriam asintió con efusividad.

—Si esto no tiene solución y vamos a terminar igual de cualquier manera, al menos habremos peleado y caído haciendo algo útil —concluyó Miriam.

Todos asintieron.

No joder. Estamos equivocando mucho las cosas, esto parece el mundo al revés.

—Estáis interpretando todo al revés —Me quejé—. Soy yo quien tiene que protegeros, solo os enseño algunas cosas para que podáis protegeros si llega el caso, bastante probable, en el que yo no pueda hacer nada y estéis solos ante una situación de riesgo. Pero en ningún momento lo he hecho pensando en que necesite vuestra ayuda para...

—La necesitas —atajó Noko—. Te recuerdo cómo terminaste el año pasado en aquel bosque.

—Con un hacha atravesándote el pecho —concluyó Miriam con decisión.

Sentí un escalofrío recorrer la espalda de Amy, y mi corazón se encogió.

—Y casi muerto —concluyó ella con gravedad, perdiéndose en mis ojos.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now