El monumento de Tatlin

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―Vamos, que todo se resume a que nos encontramos con toda probabilidad ante el fin de los tiempos, a menos que hagas algo con Stair ―sentenció Luca con mucho más aplomo del que hubiera esperado―. No hay mucha novedad y tampoco me extraña.

―Es una buena forma de decirlo, sí ―concedí.

Rompió a reír.

Todos le observamos desconcertados, todos salvo Miriam que no bajó a cenar porque según Amy no se encontraba bien.

Mi amiga nunca ha sido de esas que enferma con facilidad así que intenté preguntarle a Amy qué mierda pasaba con ella, y la única respuesta que obtuve fue un "ten paciencia" que no es que me tranquilizase mucho.

Sí. Tampoco soy de los que se tranquiliza cuando le piden que sea paciente. Más bien al contrario. Ya me conocéis lo suficiente como para entender que soy de los que piensa "el que mata primero mata dos veces", así que la paciencia no es precisamente lo mío.

Mierda. Ahora mi condenado reducto humano también se va a la mierda y ni siquiera soy capaz de saber por qué.

― ¡Por el final del mundo! ―declamó Noko alzando un vaso de refresco de cola para brindar.

― ¿A ti no te han enseñado que solo se brinda con alcohol? ―me burlé.

― ¡Qué le den a todo! ―le secundó Luca encogiéndose de hombros y levantando su vaso también.

―Si no puedes con ellos... ―se encogió Amy de hombros alzando también el suyo al tiempo que Alan también me traicionaba.

―A la mierda... ―farfullé uniéndome a aquella debacle.

Terminamos de cenar entre risas, obviando toda la conversación anterior sobre el mundo y sobre cómo habían empezado a tomar cartas en el asunto para ayudarme a salvarlo y protegerme, y de paso aprender a protegerse. Yo expresé mis reticencias al respecto sin demasiado éxito. Y Amy acabó anunciando que se iba a ver qué tal estaba Miriam y se quedaría arriba leyendo un rato.

―¡No te acuestes tarde! ―advirtió Alan―. Y lo mismo para vosotros, si no me equivoco queríais hablar con Luca sobre una última cosa, pero después os quiero a los tres durmiendo. Mañana hay clase, para todos ―sentenció mirando a Noko directamente―. Excepto para ti, Luca, a menos que ya te encuentres con fuerzas para...

―No he venido aquí para quedarme en casa perdiendo el tiempo mientras el mundo se cae a pedazos. Tengo ganas de incordiar ―sonrió.

Alan le devolvió la sonrisa.

―Me alegra escuchar eso ―suspiró―. Que no siente precedente, pero creo que el mundo necesita más gente con ganas de incordiar y menos borregos votando a ese partido de inquisidores.

Los tres rompimos a reír y vitoreamos a Alan.

―Elías más te vale volver pronto a casa ―advirtió recogiendo sus cosas y encaminándose a la puerta, dispuesto a irse ya a su casa―. ¡Subid ya!, ¡No puedo esperar a ver su cara mañana!

― ¿Mi cara? ―preguntó Luca totalmente confuso, observándonos a Noko y a mi alternativamente sin entender― ¿Qué cara se supone que tengo que poner? ¡Esta es mi puta cara! ¿Vale? ¡Si no te gusta cómo ha quedado mira a la pared! ―se quejó riéndose.

La verdad es que su rostro todavía lucía unas cuantas cicatrices, algunas de las cuales se quedarían de por vida, como la que le partía la ceja izquierda por la mitad. Yo seguía asombrado por su capacidad para mostrar sentido del humor al respecto tan pronto.

Había perdido mucho en muy poco tiempo, y había pasado por algo traumático... yo todavía estaba casi en shock por los acontecimientos de hacía unos meses, y creía que jamás iba a ser capaz de volver a ser yo y recuperarme del todo. Sin embargo, él parecía tan tranquilo, y eso me inquietaba.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESWhere stories live. Discover now