CAPÍTULO 10. LA REBELIÓN DE LOS GENIOS

462 82 44
                                    

¡Hola chicxs! seguro que no esperábais leerme en miércoles así que sorpresa sorpresa. He tomado la determinación siguiente. Puesto que la historia no tiene el éxito de la primera parte y la publicación de domingo a domingo se alarga mucho, voy a publicar miércoles y domingos siempre que me sea posible a partir de ahora. Seguro que a muchos os alegará, la historia terminará antes de lo pensado, pero necesito poner el punto y final a esta etapa de mi vida como escritora y centrarme en otros proyectos. Gracias a todos los que me leéis, adoro vuestros comentarios y seguiré dedicando cada capítulo al mejor comentario que reciba en el anterior, o a alguien que no haya comentado hasta la fecha.

Un abrazo, Lunahuatl.

********************************************************************************************

Luca daba vueltas como un loco por el salón, de un lado para otro, diciendo cosas inconexas y gesticulando como solo él era capaz mientras el italiano se entremezclaba con el inglés, y con toda clase de juramentos blasfemos que no estuve muy seguro de entender, y que le eran demasiado propios.

― ¿Quieres hacer el favor de calmarte? ―supliqué, desconcertado―. ¡Es un examen de conducir!, ¡Y has tenido todo el periodo vacacional de principios de agosto para practicar con tu madre en Italia, creía que lo tenías controlado!

― ¡Cuando si tratta de conducir nunca è controlatto, Dakks! ―Se quejó― ¡¿Qué vas a saber tú si no has cogido un auto nella tua vida?!

Menos mal que estábamos solos en casa y los demás andaban por ahí en sus actividades. Y menos mal, activo función de sarcasmo, que había tenido todo el tercer periodo vacacional para preparar el examen ilegalmente. No me había montado en un coche con él, pero no podía ser tan terrible.

O por entonces eso creía.

― ¡Conduzco naves espaciales, inútil! ―Me defendí― ¡Un puto coche no puede ser tan difícil!

Se calló y se pasó las manos por la cara, en un intento desesperado por tranquilizarse.

―Alan está al llegar, tienes un cuarto de hora para prepararte una tila y echarme un cable con una cosa que espero que te distraiga lo suficiente como para quitarte los nervios de una vez por todas ―atajé―. No soporto cuando juras en idiomas que no entiendo, porque solo me puedo reír de tu acento, no termino de apreciar lo cómico del lenguaje.

Suspiró y se dejó caer en la silla de la cocina con la cabeza entre las manos.

Yo caminé hacia el armario de las tazas. Saqué dos. En una serví agua y una bolsa de tila, en la otra café. Porque iba a necesitarlo si quería sobrevivir a lo que quedaba de esa semana más que por otra cosa. Los metí en el microondas y esperé en silencio.

Apenas dos minutos después me senté en el otro lado de la encimera en una banqueta, justo frente a él, yo de cara a la puerta para avisarle de cuándo llegaba Alan tan pronto lo viera entrar. Le tendí la tila y yo di mi primer sorbo al café. Sin azúcar, negro y amargo, y tan necesario que jamás podría prescindir de sus servicios. Si cuando vivía en Aztlán hubiera sabido que existía me habría vuelto un yonki.

Era el momento de hacer lo que llevaba semanas rondando mi mente. Hice aparecer mi mochila sobre la encimera, la abrí, ante la estupefacción de Luca que parecía no acostumbrarse nunca a que yo la liase con la magia, y extraje con delicadeza el viejo libro que Valhk me había pedido que custodiase e hiciese llegar a la persona apropiada, y que seguramente arrojaría más luz a mi amigo de la que yo vería nunca en él.

― ¿Se puede saber qué es esto e cosa quieres che haga con él? ―arqueó las cejas agarrando el libro, y mirándome al mismo tiempo, desconcertado.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora