9. Novios.

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   Las lágrimas del azabache estaban más que secas, al igual que la sangre que se restregó en la mejilla accidentalmente

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   Las lágrimas del azabache estaban más que secas, al igual que la sangre que se restregó en la mejilla accidentalmente.

   Sus ojos veían con asombro como una figura escalaba por los arbustos de su hogar y entraba por su ventana.

   El peliplata entró con su característica sonrisa y con una ligera respiración agitada. Sin embargo aquella sonrisa se esfumó por completo al ver la imagen frente a él: el japonés con los ojos rojos y llorosos, con rastros de lágrimas y la mejilla llena de sangre, aunque nada se comparaba como su muñeca sangrando.

   —Yuuri ...¡¿Pero qué hiciste?!—exclamó alarmado y tomando bruscamente la herida muñeca.

   Examinó la herida por unos segundos, posteriormente se elevó una mirada azulada que había intensificado su color, ahora era mucho más oscura.

   —Y-yo...—Yuuri intentó excusarse.

  La mirada de Viktor le aterraba, lucía realmente enfadado, la seriedad en su mirada no era común en absoluto, parecía no tener vida.

   No pudo articular otra palabra pues fue interrumpido, no por las palabras del mayor, sino por sus acciones.

   Viktor soltó de mala gana la muñeca, con su mirada clavada en el objeto culpable de las heridas: el vidrio en una esquina. Se aproximó a él y lo tomó.

   —¡¿Viktor, qué haces?!—Los marrones ojos observaban con horror como el nombrado hacía numerosas heridas en su propia muñeca, repitiendo el procedimiento que tan solo momentos atrás él mismo hizo.

   Rápidamente se apresuró a tratar de detenerle.

   ¿Qué era esto? ¿Por qué lo hacía? ¿Qué quería probar?

   Después de un ligero forcejeo, finalmente el vidrio terminó en el suelo, fragmentándose en pedazos diminutos.

   —Escuchame bien—ordenó Viktor con una seriedad escalofriante—. A partir de hoy, todo lo que te hagas físicamente, yo lo tendré. Así que más vale que no vuelvas a hacerlo.

   Yuuri no dijo nada. No podía, no sabía cómo interpretar lo que estaba viendo y escuchando. 

   ¿Era acaso un sueño? Un sueño tiene el derecho de carecer de lógica, pero ese no era un sueño.

   Sus emociones eran un completo caos y no sabía decir si Viktor estaba mejorando o empeorando la situación.

   Tener millones de pensamientos, sin la capacidad de tomar uno y entretener su mente era algo que golpeaba en su cerebro hasta hacerlo colapsar.

   —Y-yo ... ¡No sé qué está pasando!—exclamó finalmente, lleno de frustración, a punto de llegar a un ataque de nervios—¡No sé qué pasa! No puedo saber si lo que pasa es real... Yo ...¡SOLO QUIERO QUE PARE!—caminó con desesperación hacia la ventana, con respiración agitada, tratando de calmarse y aclarar sus pensamientos más que desorganizados con la vista de la noche.

Inexistente [Terminada]Where stories live. Discover now