31. Victimario

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   Abrazaba su mochila con fuerza, intentando calmarse y buscar consuelo en su compañera, como hace tanto que no lo hacía

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   Abrazaba su mochila con fuerza, intentando calmarse y buscar consuelo en su compañera, como hace tanto que no lo hacía.

   Giró asustado, pensando que tal vez eran sus abusadores, dispuestos a golpearlo de nuevo. 

   A su lado, había una silueta borrosa, trataba de reconocerla sin éxito debido a la ausencia de sus gafas, tal vez las había dejado en el suelo cuando lo golpearon.

   La silueta oscura y difuminada se acercó y le tendió la mano. Yuuri le miró con miedo a que pudieran hacerle más daño.

   —Tranquilo, no voy a lastimarte—dijo de nuevo la voz, la cual era grave, pero dulce a la vez, como si intentará transmitirle calma.

   Dudoso extendió su mano, tomando la de la figura misteriosa, quien le ayudó a levantarse.

   —¿Qué te sucedió?—preguntó la voz del chico misterioso.

   Yuuri no dijo nada, tenía miedo de hablar, de decir algo indebido, de equivocarse; tenía miedo de todo el mundo en esos momentos.

   —Ya veo. Toma.—Sintió como en sus manos colocaban una suave tela, al parecer un pañuelo.

   Limpió la sangre de su rostro, la cual no dejaba de salir, principalmente de su nariz. Sus manos aún temblaban y su mirada estaba baja.

   —Te llevaré a la enfermería. ¿Sabes donde queda?

   Negó con la cabeza, pues aunque ya llevaba unos meses en esa escuela nunca había ido ahí.

   —Bueno ya lo averiguaremos, vamos.—Vio que la silueta caminó y él hizo lo mismo aunque era obvio que no podía ver nada, sus movimientos lo delataban.

   —N-no tengo mis gafas, no puedo ver bien.—No tuvo de otra más que admitirlo, pues no llegaría muy lejos a ciegas, lo más probable era que caería y se haría más daño.

   El chico se acercó de nuevo a él y sintió como le tomaba del brazo, enroscándolo en el suyo. Así ambos comenzaron a caminar.

   El chico le advertía sobre los escalones y le sostenía cuando estaba a punto de caer.

   Yuuri sintió como si todos sus temores se alejaran pues por alguna extraña razón ahora se sentía protegido, ese chico le inspiraba confianza pese a no saber quién era.

   En el camino no dijeron nada, supo que habían llegado porque sintió a otra persona que le ayudó a sentarse en lo que parecía ser una cama.

   Rápidamente la enfermera comenzó a tratar las múltiples heridas que tenía en su cuerpo. Sintió como un paño húmedo se posaba sobre su labio abierto y sobre las múltiples raspaduras que tenía en el rostro.

Inexistente [Terminada]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum