44. Hisao

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   Un chico corría aterrorizado una zona boscosa

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   Un chico corría aterrorizado una zona boscosa. Tropezaba pero rápidamente continuaba su torpe andar.

   Alguien le perseguía, su rostro no era visible, pero sus malas intenciones se veían desde lejos.

   Finalmente los pasos del chico se detuvieron, había llegado a un lago que le impedía seguir corriendo.

   Quién lo perseguía, un chico de rubios cabellos se acercaba con una mirada de muerte, parecía realmente enfadado.

   —Por favor.... Déjame ir... ¿Qué te hice? ¿Por qué me haces todo esto?—su voz era temblorosa, reflejando el miedo tan grande que tenía.

   —¡¿Crees que soy idiota?! Quiero que me digas... ¡¿Qué demonios le hiciste a Otabek?!

   Con esas palabras parecía que el mundo se detuvo. La tensión en ese lugar era tal que respirar era difícil.

   —No sé ...de qué hablas—mencionó el chico casi en un susurro, estaba muerto de miedo, eso era claro.

   El rubio dio una escandalosa risa, contrastando con sus ojos llenos de furia. Caminó hasta él y le miró con esas orbes verdes carentes totalmente de vida.

   —No juegues a parecer estúpido... ¿De dónde surgió ese repentino deseo de Otabek por protegerte?...¿Por qué misteriosamente ustedes hablan tanto? Hasta el punto de mandarme al diablo...

   —Yuri-kun no es nada de lo que pien...

  —¿Sabes? Tal vez aquí las cosas se toman más a la ligera—interrumpió el rubio—Pero en Rusia, los homosexuales pagan con la muerte...

  —N-no y-yo...—el chico intentó decir algo pero fue silenciado con un golpe en su rostro. Fue tan fuerte que cayó al lago detrás.

   —¡¿Creíste que podrías escapar?! ¿Creíste que serías tan afortunado? ¡Pues aquí termina tu suerte!

   Tomó al chico de sus ropas pero en lugar de sacarlo, lo sumergió en el interior del agua. Pasaron los segundos, segundos en los que el pobre chico luchaba por librarse del rubio, pero era inútil. Los segundos se transformaron en minutos.

   —¡Yuri es suficiente!—gritó una tercera voz. El nombrado era sostenido por detrás, tratando de que liberara a su víctima.

   Estaba tan furioso que ni siquiera se había percatado de la presencia de aquel tercero. Estaba sumamente concentrado en su irá, como si estuviese depositando todo lo  acomulado en una vida en ese pobre chico.

  Pero pronto su shock se rompió y volvió a la realidad, soltandolo.

   La tercer persona que lo sostenía no era la razón por la que había comenzado la persecución en primer lugar.

    El pelinegro se adentró al lago y tomó al chico, levandolo a la orilla.

   —¡Hisao! ¡Hisao, reacciona!—pedía el pelinegro con desespero mientras intentaba hacer despertar al nombrado, pero todo fue inútil, ese chico ya no tenía vida.

Inexistente [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora