39. Algo más

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    Era increíble para Yuuri que Viktor pudiera cargarlo tan fácilmente, no parecía cansado en absoluto y así continuó hasta que llegaron a la habitación

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    Era increíble para Yuuri que Viktor pudiera cargarlo tan fácilmente, no parecía cansado en absoluto y así continuó hasta que llegaron a la habitación.

    El peliplata depositó a su novio en la cama y le dio un pequeño beso en los labios.

   —Espera aquí... Traeré tu regalo—dijo con un tono que puso al azabache a imaginar varias cosas.

   Sus mejillas se sonrojaron al recordar las escenas de aquella vez en la cual las manos de su amado corrieron por su intimidad. Sentía un cosquilleo de solo pensarlo.

   ¿Quería que se repitiera? ¡Pero por supuesto! Pensamientos pecaminosos que le hacían consumirse en la vergüenza pero que amaba repetir una y otra vez.

   Miró a su alrededor mientras permanecía sentado en la cama matrimonial.

    Era extraño, al ser un hogar tan tradicionalmente japonés lo normal era que estuviese recostado sobre un futon, pero no, en ambas habitaciones había camas.

La luz se colaban por una pequeña ventana que cumplía con la función de iluminar.

    Todo lucía impecable, pues decidió usar sus días de suspención para limpiar la casa junto con Viktor, haciendo más agradable la estancia.

    Escuchó los pasos de su amado y cerró los ojos, sintiendo como sus rostro aumentaba su temperatura y sus nervios se desbordaban.

   La puerta se abrió y sus manos se cerraron en puños, muestra del nerviosismo. 

   Pudo sentir algo apoyarse sobre su pierna, tal vez era la mano del mayor, y seguido de eso, sus labios se humedecieron.... Después su nariz, después el resto de su rostro... Esto ya era extraño así que decidió abrir los ojos.

    Lo que se encontraba frente a él no era el hermoso rostro de su novio, en su lugar estaba un pequeño rostro con ojos brillantes; era un cachorro, exactamente igual a Vic-chan.

    Retrocedió con miedo, haciendo que el pequeño caniche cayera en la cama.

    —¿V-Vic-chan?—preguntó con la voz temblorosa. Tal fue su impresión que olvidó que su mascota había muerto, que él mismo lo había enterrado.

    Por el marco de la puerta vio los largos mechones platas asomarse, seguido de una risa.

    —No copito, no ese demonio que tenías por mascota. Lo encontré vagando por el jardín hace unos días y creí que te gustaría.

    Ya un poco más tranquilo vio de nuevo al caniche que reposaba en la cama. Viendolo mejor era un poco más pequeño, además de que a diferencia de su mascota que era agresiva por naturaleza, ese pequeño le veía con ojos brillantes. Alrededor de su pequeño cuello llevaba un diminuto moño de regalo.

    Se acercó a él con un poco de miedo, pues su experiencia anterior le hacía estar alerta. Temía que le atacara, pero era bastante dócil.

    Lo tomó en brazos, sintiendo como de nueva cuenta el pequeño se paraba lo mejor que podía sobre su pecho y comenzaba a lamer su rostro.

Inexistente [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora