41- Si tan solo las quisieras

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『•◈ ────※{✧嵐✧}※──── ◈•』

—¿Qué...? ¿Dónde...?

Un rayo de luz dio en los ojos castaños de Amy, su cabeza le daba vueltas. Escuchó el canto de los pájaros, eran armónicos y, de manera delicada comenzó a abrir los ojos. En cuanto se sentó, tocó sus sienes, aún revuelta por lo que había sido la noche anterior. Deslizó las cortinas de la enorme ventana pegada a su cama y se sorprendió al ver lo puro que lucía ese sitio. La cabaña yacía en medio de toda la laguna y tanto dentro como fuera, era rústico y acogedor.

El agua era tan clara como un cristal, el cielo estaba despejado y las nubes resultaban tan esponjosas como algodones de azúcar.

—¿Dónde...?

Miró que en toda la laguna había múltiples flores y en cuanto vio de cuáles se trataban, abrió los ojos de par en par.

Eran flores de loto. Perfectamente abiertas y flotando.

—¡Dante! ¡Henry! —se apresuró en ponerse de pie. —¡El anillo! ¡Oh cielos!

Cuando puso los pies sobre el suelo de madera, se percató de que tenía vendajes en las rodillas. Estaban perfectamente rodeando sus delgadas piernas, parecía que quien lo hubiera hecho tenía un par de manos muy delicadas o simplemente, perfeccionistas y vanidosas. Aunque esa no fue su mayor sorpresa, sino ¡El camisón blanco que traía encima! Le llegaba antes de las rodillas y era ligeramente ancho, casi como si fuera a su medida. Estaba avergonzada, ¿¡Quién habría podido desnudarla para ponerle un camisón!? Caminó a toda prisa fuera de la habitación, en busca de los chicos.

Ni siquiera se detenía a ver la estructura de la cabaña, solo deseaba encontrarlos. Fue cuando caminó por uno de los pasillos que tenía la vista del jardín trasero. En ese jardín estaba un sitio con aguas termales, tenía flores de loto encima y decoraciones con piedra grabada. Sin embargo, mayor fue su impresión cuando se encontró con una persona de tez sumamente pálida como la nieve dentro de aquellas aguas. Su cabellera era sumamente larga, mucho más que la de ella, y era ligeramente rizada, de un color como el oro más brillante que jamás haya visto.

Oro...

Ver...

¡El anillo!

Antes de retroceder, se percató de que aquella persona hizo de lado su cabellera para ponerla sobre su hombro derecho. Le parecía hermoso su cabello, no podía dejar de contemplar lo atractivo que se veía estando mojado. Sin embargo, su expresión cambió repentinamente a sorpresa, pues en la espalda de aquella persona había dos grandes cicatrices. Una en cada paleta de la espalda. Eran cicatrices que iban desde los músculos trapecios hasta los músculos dorsales anchos.

Tragó saliva con dificultad, dio un paso hacia atrás para no llamar la atención, pero debido a su torpeza, se resbaló del pequeño escalón y cayó de espaldas. Una vajilla de plata cayó a su costado y se maldijo por lo estúpida que había sido.

—Mierda... digo... ¡Ah!

Como pudo, se sentó sobre el suelo de madera lisa y suspiró. Aquella persona caminó rápidamente en su dirección e inmediatamente la miró.

—¿Te encuentras bien?

Amy no podía describir la belleza que el rostro de aquel chico le había causado. Vestía una enorme bata blanca, dándole un aire celestial y puro. Es decir, no solo tenía una piel perfecta, lisa y hermosa como la misma porcelana, sino que sus ojos esmeraldas, sus labios delgados y ligeramente rosados junto a esa cabellera rubia como el oro...

—Oh Dios mío... estoy muerta ¿cierto?

—¿Disculpa?

—Oh Dios, oh Dios..., ¿Qué hice para merecer esto?

Demonio de Pandora (#1 Saga Devoción Inmortal) EDITANDO Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu