64- Como tú llamarías al mío... con tristeza

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Las legiones de Liam y Bástian retrocedieron al no poder contra la bestia de Amaimon, incluso los mismos príncipes tuvieron que escapar de la furia descontrolada de su hermano. Liam estaba refugiándose detrás de un árbol, viendo como la sangre espesa salía de su costado izquierdo. Bástian respiraba con dificultad detrás de otro árbol, se miraban el uno al otro, temiendo el momento en el que Arthur y Dreyko se encontraran.

Y lo que más temían, por fin se había hecho realidad. Las flamas rojas y las azules se reconocieron entre sí. Arthur abrió los ojos de par en par cuando vio de quién se trataba, mientras que Dreyko ensanchó su sonrisa, revelando sus colmillos llenos de saliva y la larga lengua de color carmín.

—Así que, el príncipe más débil de todos los demás pilares al fin está aquí —dijo Amaimon, malicioso. —justo frente a ti, Arthur

—Dreyko...

—¡SILENCIO! —su cuerpo se incendió en más flamas azules. —Dreyko no existe más... lo único frente a ti es una bestia, deseoso de tomar el poder de todas las legiones —comenzó a reír. —esta noche yo me proclamaré como príncipe infernal, tomando el territorio Nordri como mío... seré el más alto en la cúspide de las tinieblas y nada ni nadie podrá impedírmelo, ¡Ni siquiera tú!

Arthur relajó el semblante y negó. No podía perdonarse el ver a su hermano en esas condiciones, con esas palabras en su boca y contemplando como la grieta se hacía más y más profunda en el costado de su ojo derecho.

—No puedo permitirte eso Amaimon... —musitó con un terrible dolor en su pecho, pues sabía que la pelea era inevitable

—¡OBLÍGAME ENTONCES!

Y así, ambos se atacaron. Las flamas se alzaron de un lado a otro, creando un torbellino de calor inmenso, se elevaron por los cielos, lanzando rasguños, patadas, golpes en el rostro y sangre por todo el suelo. Amaimon ocupó el SOMNUS para sostener a Arthur y brindarle buenos golpes. Éste se encorvaba por el dolor, escupió sangre y solo pudo apartarse cuando las flamas se intensificaron en su cuerpo. Invocó espíritus para alejar a Amaimon, pero todo resultaba en vano.

El templo de Pandora estaba destruido totalmente, de no ser por unas cuantas columnas que tenían los nombres de todos los demonios que habitaban dentro de la caja. Un octavo pilar yacía de pie, el más importante de todos, "Esperanza". La tierra sucumbió ante este desastre, las flamas azules consumían todo a su paso, sin una pizca de compasión. Arthur logró cegar a Amaimon cuando lanzó una flama enorme en sus ojos. Las alas de Amaimon se entorpecieron tanto que terminó por caer al suelo, se propició un golpe en la nuca y solo así, su mirada volvió en sí. Parecía consternado, aterrado por todo el caos que estaba a su alrededor y el dolor en su cuerpo.

Antes de que pudiera sentarse, Abaddon descendió del cielo para estrujar su cuello con brutalidad. Amaimon no podía respirar, luchó para apartarlo de encima, pero era inútil. Las garras de Abaddon ya se incrustaban en la pálida piel de Amaimon, creando heridas y derramando sangre entre sus dedos y el cuello.

Lo alzó del suelo y lo estampó contra el octavo pilar del templo. Las siluetas eran claras aquella noche. Los pies de Amaimon se elevaban del suelo, mientras que Arthur se aferraba en sostenerlo para ahorcarlo. La luz de la luna daba justo en sus perfiles. Creando un brillo entre sus pestañas. El semblante lleno de ira en Arthur, su respiración agitada, la sangre deslizándose en sus mejillas. Y el cabello de ambos moviéndose de un lado a otro por el frívolo viento. Sabía bien, que, si estrujaba con fuerza el cuello de Amaimon, se rompería y solo así, podría detenerlo.

Demonio de Pandora (#1 Saga Devoción Inmortal) EDITANDO Where stories live. Discover now