Capítulo 4: Inglaterra y William

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"Tendría 19 años cuando, el príncipe Ricardo Plantagenet dejó la costa inglesa con sus 7 barcos, Era la primera vez que salía de Inglaterra, solo con una espada y una armadura maltrecha, armadura que iría adaptando con cada nuevo encuentro, enviados al autoexilio después de una primera rebelión fallida. Sintiendo el miedo, el odio y la ira del resto del pueblo llano."

Los grandes riscos de piedra gris rompían el oleaje, los cielos nublados hacia el frente. La coca mercante de la Orden de San Juan se mecía entre las aguas del mar picado hacia el puerto. Las velas de la embarcación estaban infladas por el viento favorable. Y el cabello de la pequeña dama ondeaba en el viento.

William dejó de tallar la hoja de su espada una vez que la piedra de amolar que tenía se rompió por la fricción. Ya era hora de buscar una nueva. El caballero se levantó del barril donde se había sentado y camino hacia la proa del barco donde estaba Lady Allys. William caminó hacia la pequeña dama. El puerto se hacía cada vez más grande y e bullicio de la ciudad y las campanas de la iglesia comenzaban a escucharse.

Un marinero de la orden caminó hacia el joven caballero.

--Bienvenido a casa Ser.--dijo el marinero

--¿Esa es Inglaterra? —le preguntó la pequeña dama a Ser William mientras la niña tiraba de la manga de la camisola del caballero.

--Así es mi Lady.—respondió el caballero.

--Por alguna razón pensé que se veía no se...más bonita. —respondió la chica.

--El puerto de Pevensey, no será un Great Yarmouth pero, la historia de nuestra tierra inicia aquí mi lady, un siglo atrás Guillermo el Conquistador cruzó el canal de la mancha desde Normandía en busca de la conquista de la corona inglesa.

--Normandía...¿Me preguntó que habrás sido de Selene y Jacques?—preguntó la niña.

--No lo sé mi Lady. —respondió Ser William, el joven caballero no podía decirle a la niña, todo lo que había pasado en Malta, no podía decirle que él había traicionado a Selene y le había mentido todo ese tiempo. –Sería mejor que ya no pensará en ellos mi lady. —dijo el caballero.

El barco llegó al atracadero, varios hombres religiosos se reunieron en los amarraderos, bendiciendo a todos los recién llegados a Inglaterra. William cargó los bolsos de cuero donde llevaba el equipaje de Lady Allys y el suyo. Mientras que la niña sujetaba la falda de su vestido para que este no se ensuciase con el fango que había en los puertos, Ciertamente Pevensey era diferente a Normandía o Francia, en Inglaterra no había caminos empedrados más que los viejos caminos romanos. El resto era tierra y la temporada de lluvias estaba por llegar.

El capitán del barco se acercó al caballero y a la pequeña dama.

--Nos dirigimos hacia Londres. A rendir tributo ante el rey Enrique, ¿Queréis acompañarnos vosotros dos? Será más seguro que viajar por la campiña inglesa en solitario —preguntó el hombre.

--Aprecio la oferta Ser Kallum, pero nosotros nos dirigimos hacia East-Anglia.—respondió el caballero.

--Bueno en ese caso...Que Dios lo bendiga Ser William.

--Igualmente Ser. —respondió el caballero.

Lady Allys entonces caminó hacia una panadería, Ser William le siguió, la niña se acercó con el panadero un hombre de mediana edad, por la barriga que tenía debía ser uno de los pocos afortunados que no habían llevado una vida de hambruna, William recordaba como en Great Yarmouth todavía había grandes hambrunas cuando los cardúmenes de peces se esfumaban por la pesca excesiva. La niña miró con sus grandes ojos azules las hogazas de pan recién sacadas del horno.

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now