Capítulo 9: El asedio del Cairo y Jacques.

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"A veces olvido que yo no siempre fui un ladrón, antes tenía una familia nuclear, o lo más parecido a una, Mi padre era un granjero, se dedicaba a cultivar y cosechar remolacha y mi madre, ella era...una lavandera. Aunque siendo sinceros no es como si me importase mucho, o incluso ellos. Crecí junto con otros dos niños más en aquella choza mal hecha en un claro del bosque. Sin embargo, cuando eres un niño de siete años que sus padres no son sus verdaderos padres, si no que con puras amenazas fueron obligados a cuidar de un niño que no era suyo y que en el momento que te recogieron podías ver el rostro de felicidad y satisfacción en sus rostros...esa es una imagen difícil de digerir. Es por esa razón que no le puedo fallar a Selene, es por eso que no la puedo abandonar y porque ella es alguien por quien vale la pena pelear."

Los grandes lagartos miraban desde la penumbra solos sus ojos que reflejaban la luz cálida del fuego los hacía visibles. Los remeros rezaban en italiano y latín seguramente deseando que alguna de esas bestias no decidiera atacar el esquife donde iban los guardias. Solo uno de los hombres que acompañaban a Jacques era capaz de hablar en un francés más o menos entendible. El río yacía casi seco. Sobre los muros de la ciudad se podía ver el fuego de las antorchas postradas en las almenas y los guardias moverse de un lado a otro.

--¿Crees que funcionaran los uniformes? —preguntó el hombre a Jacques.

--Deberían funcionar, no hay razón para que sospechen de nosotros. El sol comenzó a asomarse sobre las dunas de arena. Y las campanas comenzaron a ser tocadas en el interior de la ciudad. Los mercaderes y los ciudadanos que se hallaban fuera de las murallas comenzaron a correr hacia las puertas de la ciudad. Los hombres de Jacques remaron hacia la orilla del río y descendieron del esquife. Después se reincorporaron a los civiles que se apilaban ante las puertas. Se podía escuchar el griterío de los hombres y mujeres en un idioma extranjero. Jacques se dirigió a la puerta entonces. Lo único que se podía apreciar de su rostro eran sus ojos, sentía la adrenalina correr por su espina dorsal. Si los guardias les dejaban pasar, su misión apenas estaría comenzando, pero si los descubrían y no los dejaban pasar, su misión terminaría ahí. El guardia ni siquiera lo miró a los ojos, estaba, muy ocupado tratando de hacerle frente a los mercaderes árabes que trataban de meter la mayor cantidad de mercancía posible antes que al resto de la población, los 17 hombres entraron como si nada. Jacques sintió un suspiro. Al otro lado de la ciudad vio como las filas de soldados sarracenos se arrodillaban al este y comenzaban a orar, y en las mezquitas los civiles se apilaban por entrar a rezar y los que no, rezaban afuera sobre pequeños tapetes.

Un cantico oratorio cubrió la escena y en el cielo las garzas y aves de colores alzaron en vuelo alejándose en bandadas inmensas de la masacre que iba a acontecer. Los hombres caminaron hacia la puerta sur. No les quedaba mucho tiempo antes de que batalla comenzara, subieron por las murallas hacia su posición para evitar a la mayor cantidad de soldados. Los arqueros desfilaron y se colocaron a ambos extremos de las puertas. Era verdad no había suficientes arqueros para cubrir todos los segmentos. Jacques y sus hombres continuaron caminando por un largo tiempo cuando se escuchó el sonido de los cuernos de guerra. Sobre la duna apareció el ejército cristiano. Haciendo marchar las columnas de infantería en formación de caparazón para evadir las flechas de los enemigos. Continuas lluvias de flechas caían sobre los soldados italianos. Los hombres levantaron las escaleras y las colocaron en la muralla para poder escalarla.

Mientras tanto Jacques y los demás esperaban la señal. En la puerta sur, aparecieron los ochocientos hombres. Habría un total de 200 hombres cuidando ese segmento de muro. Los hombres comenzaron a correr hacia los muros y levantar las escaleras para el asedio, pero los arqueros comenzaron a derribar a los hombres que subían las escaleras. Entonces Jacques sacó del interior de su túnica una botella de aceite que comenzó a regar en el suelo mientras pasaba entre las hileras de arqueros que continuaban disparando. Sus hombres hicieron lo mismo. Entonces vieron al pesado ariete cubierto dirigiéndose lentamente hacia la puerta central, esa era la señal que Jacques estaba esperando. Y cuando vieron la gran fumarola que se desprendía de la puerta norte pues ya había sido incendiada, la guardia que yacía al pie de la muralla fue movilizada hacia otra puerta. Era el momento...de un edificio cercano dos de los hombres de Jacques sacaron de su carcaj dos flechas y les prendieron fuego en un anafre. Después las arrojaron hacia el segmento de muralla sobre la puerta. El fuego se exparció por toda la superficie del muro. Jacques y sus hombres desenvainaron sus armas y comenzaron a rematar a los hombres que trataban de alejarse del fuego que les quemaba las piernas. Jacques y los demás descendieron de la muralla y mataron a los guardias que yacían en la puerta. Luego quitaron el pedazo de madera que servía como cerrojo del portón. Y abrieron las puertas de par en par. los cruzados entraron gritando y menando la mano de la espada.

La Doncella de Hierro IIIOnde histórias criam vida. Descubra agora