Capítulo 51: En nombre de la expiación y Selene.

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La gran columna del ejercito continuó marchando desde antes de que saliese el sol hasta que estuvo en su zenit. Selene continuaba dirigiéndose hacia el norte. Siguiendo siempre hacia el frente. Mientras el resto de los soldados se habían quitado el yelmo de su cabeza en consecuencia del sol y del insoportable calor, Selene continuaba usando el yelmo sobre su cabeza, las gotas de sudor caían por su cara, pero perdían la sensación cuando caían por sus cicatrices. No había viento. A su lado cabalgaba Jacques y tras él Ambra, al otro lado estaba el duque Enrico y Hairam Balik.

Cuando vieron sobre una colina un jinete con armadura completa, el hombre llevaba un estandarte escarlata con un león rugiente. Y otros dos hombres aparecieron también uno de ellos llevaba un estandarte con las flores de Liz y el otro un águila bicéfala negra. tras ellos iba una partida de jinetes con diferentes armaduras.

--¿Quiénes son ellos? —preguntó Jacques.

Selene sacó el catalejo de su alforja y observó con mayor detenimiento a los hombres, en primera instancia parecían ser cristianos, las armaduras plateadas resplandecían en medio del sol, pero por otro lado no reconocía más que la bandera del rey de Francia.

--La bandera azul con la flor de Liz es francesa. —dijo Selene.

--Y la bandera del águila de las dos cabezas es del Sacro Imperio Romano. —dijo Enrico Sforza.

--¿Cómo lo sabes? —preguntó Selene.

--Recuerdo muy bien esa bandera, he peleado contra los teutones desde que invadieron Italia. Si los teutones han llegado hasta aquí solo puede significar una cosa, La Cruzada de los Tres Reyes llegó finalmente a Tierra Santa. —respondió el hombre.

Selene esperaba que los hombres se acercaran o hiciesen algo, sin embargo, solo se quedaron viendo ahí, observándolos y luego se dieron la media vuelta, sin duda, asustados al ver el tamaño del ejército que seguía a Selene.

--Hay que enviar exploradores a registrar el terreno. —respondió Selene. —No me fío estamos ya muy al norte y lejos de nuestras líneas de suministros, deberíamos armar el campamento aquí.

--¿Qué tal mejor en aquel peñasco? —preguntó Sarah mientras apuntaba a una gran piedra en medio del desierto. —Desde ahí podríamos ver quien se acerca a la distancia y no podrían tomarnos por sorpresa.

--Sí, estoy de acuerdo contigo. —respondió Selene. --Quién lo diría tan solo un par de meses con nosotros y ya te estas convirtiendo en toda una mente militar. —respondió Selene.

El ejército salió del camino y se dirigió hacia el peñasco, desde ahí comenzaron a montar el campamento, la planicie en la cima se colocaron los vigías, y luego la tienda de Selene y las tiendas de los comandantes, después el ejército de cristianos a la derecha y el de musulmanes a la derecha del risco, y los judíos en la retaguardia. Al atardecer el campamento había sido perfectamente montado. Selene esa misma tarde ordenó una junta con los comandantes del ejército. Todos ellos estaban algo incomodados con respecto a Selene, la mujer usaba el yelmo en la tienda de la comandancia. Selene sabía lo que probablemente estaban pensando, que había quedado muy desfigurada después de la batalla de Escalón, o que se avergonzaba de su rostro y de las cicatrices.

--Tenemos suficiente agua para varios días. —dijo El Duque Enrico. —Sin embargo, preferiría una ruta cerca de algún río, estamos en medio del desierto. Y no tenemos idea si son pocos o muchos nuestros enemigos ni que tanto tiempo vayamos a permanecer aquí.

--No se preocupe Duque Enrico, no pretendo quedarme aquí por mucho tiempo. Tengo la intención de continuar a más tardar en dos o tres días máximo. —respondió Selene. --¿algo más, algo con respecto a estos Cruzados?

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now