Capítulo 57: Redención y Selene.

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Selene se hallaba sentada en su cama, en posición fetal con su espalda apoyada en el respaldo de su cama, temblando. Su hermano había negado los mensajeros que ella había enviado y los había asesinado. Ahora ella estaba obligada a tener que presentar batalla contra su hermano Edric. La última familia que le quedaba en el mundo. Su Padre Bardo yacía muerto, su madre, su hermanita y su hermanito, todos muertos desde hacía ya un tiempo. Cruzó Normandía, se enfrentó a brujas, peleó por la corona francesa en varias ocasiones, llegó a Malta y a Tierra Santa, su promesa estaba a punto de cumplirse. Pero ahora con esto cambiaba todo, Ahora por la situación Selene se veía obligada a enfrentarse al ejército de su hermano en el campo de batalla. La primera vez que se reuniría con él, después de tanto tiempo y sería en medio del campo de batalla. Y eso era pensando que nadie lo mataría antes de encontrarse con ella.

Selene sabía el tipo de hombre que era Edric, no dejaría que hombres murieran por su culpa, él pelearía en la primera línea de ataque, y su ejército le seguiría, estaría casi segura de eso. Y regularmente aquellos que peleaban en la primera línea eran los que tenían casi asegurada la muerte. Selene no podía aguantar el hecho de matar a su hermano. Él era lo último que le quedaba, y con su muerte todo cambiaría.

Selene cerró los ojos y se durmió...en su sueño volvía a estar en aquel desierto de arena gris. El cielo nocturno estrellado tenía a bestias hechas de estrellas nadando en el cielo nocturno, un ave voló al lado del hombro de Selene y la chica giró la cabeza, entonces los vio...los cadáveres de miles de hombres regados tras ella, cadáveres con armaduras distintas. Selene pensó que tal vez se trataba de alguna batalla que se había llevado a cabo en aquel lugar, pero no era así pues reconoció a algunos de los hombres que se hallaban muertos. Un hombretón de gran armadura hecha con pedazos de varias otras y que tenía una espada clavada en la cuenca del ojo, era Alfonz. O el hombre en armadura negra que tenía un dardo de ballesta clavado en la garganta, había sido el Paladín Erenbourc. Había decenas de cuerpos con armaduras normandas, burgas y bretonas. Los había turcos y sarracenos, los había tanto soldados, cómo civiles. Miles de ellos y entonces Selene se dio cuenta que había sido ella quien los había matado a todos. Un gran camino de cuerpos yacía tras ella, Selene sintió que su estómago se revolvía.

"Yo los había matado...a todos ellos"

--Selene...--entonces escuchó la chica. Selene giró la cabeza, había una figura encapuchada sentada en un tronco viejo frente a una fogata. Selene caminó hacia la figura y se sentó en el otro tronco. —No te preocupes Selene, hombres y mujeres más santos que tú han dejado un camino de huesos y sangre mucho más largo que el tuyo. —dijo la figura, su voz era cavernosa pero reconfortante al mismo tiempo.

--¿Quién eres tú? —preguntó Selene.

La figura entonces levantó la cabeza y mostró su cara, era un hombre de cabello corto, de barba insipiente y ojos grises.

--¡Padre! —exclamó Selene.

--Hola Selene, ha pasado mucho tiempo. —respondió el hombre.

--¡Padre! ¿En serio eres tú?, ¿en realidad estás vivo? —preguntó Selene.

El hombre miró a Selene y respondió con su grave voz.

--No lo sé Selene, tú dime. —respondió el hombre y tocó la palma de Selene, el tacto era frio como el hielo. Selene se dio cuenta que no estaba vivo.

--¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó la chica.

--Si estoy aquí, es porque necesitas mi ayuda o mi consejo. —respondió el hombre.

La Doncella de Hierro IIITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang