Capítulo 19: Libaciones y Selene.

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Selene yacía sentada en medio de la gran mesa, a su lado derecho estaba Jacques y a su lado izquierdo Ambra, la mujer solamente comía verduras y daba pequeños bocados. Que masticaba con mucho cuidado como si tuviese miedo de ahogarse con ellos. Esa debía ser la primera vez que Selene comía con ella. Jacques como siempre, continuaba ocupado comiendo como si no hubiese un mañana. Los músicos tocaban canciones tanto cristianas como musulmanas, era una lástima que ninguno de ellos conociese la canción de La Hija del Molinero que le gustaba a Selene. En las mesas había lechones y corderos. Asados, vino y cerveza. Quesos de varios tipos que Selene degustaba con su copa de latón y que nunca antes había probado, manchego, parmesano y mozarela. Muy deferente a los quesos franceses. El capitán Pietro estaba narrando una de sus historias a todos los presentes.

--¡Fue entonces cuando por debajo de la duna se levantó uno de esos bastardos! —exclamó el capitán Pietro. En su mano agitaba el cáliz de latón derramando más vino del que se tomaba en los pisos de piedra. —Podía verlo como sus ojos endemoniados asemejaban a los de una serpiente. Entonces pensé que ese sería mi final. ¡Cuando de pronto La Doncella de Hierro blandió su espada y envió al bastardo al otro mundo antes de que pudiese alcanzarme! —exclamó Pietro. --¡Por la Doncella de Hierro! ¡Conquistadora de Montreal!

Selene levantó la copa y pronunció.

--¡Por usted capitán Pietro! —Exclamó Selene y todos brindaron nuevamente. El ambiente estaba muy movido. Con músicos y bailarinas que habían llegado desde Egipto para armonizar la fiesta.

Entonces El Duque Enrico se levantó tambaleándose, el hombre había empezado a tomar una hora después de que habían tomado la fortaleza, A Selene le sorprendía como el joven Duque podía beber y beber sin caerse borracho.

--¡Quiero decir unas palabras! —exclamó el hombre arrastrando la oración. --¡Selene Bardo, La Doncella de Hierro, La mujer santa! ¡Bendecido y afortunado sea el hombre que te haga mujer Selene! ¡Solo quiero decir que lanzó mi sombrero al ring, esperando ser yo el afortunado! —exclamó el duque. Todos rieron. –Perdona Selene, he tomado un poco más de la cuenta...

Selene se ruborizó por el comentario del duque Enrico. Entonces Selene se dirigió a Ambra, y le susurró en el oído.

--¿acaso el Duque Enrico no sabe que Jacques y yo...?

--Probablemente no...--respondió Ambra. --Tu nombre es después de todo La Doncella de Hierro. No tendría tanto éxito si te nombraran La Mujer de Hierro.

--La Doncella de Hierro...El hombre que te dio el título te dio un buen nombre. —pronunció Ambra y luego dio un ligero sorbo de la copa de vino.

--Ser William...--respondió Selene. Un mal sabor de boca inundo su paladar —Siempre fue un hombre de gran imaginación. Hecho para el combate y las mentiras, sobre todo las mentiras. El hombre me enseñó a pelear, me ha salvado la vida más veces de las que podría contar y al mismo tiempo es responsable de todas mis desgracias. —respondió Selene. La chica tomó la copa de latón y bebió del interior de la copa presurosa.

--¿Y qué fue de él? —preguntó Ambra.

--¿Quién sabe? ¡Por mí, Él puede irse al infierno! —respondió Selene en tono acusador. Ambra puso su mano sobre la mano de Selene. —Ya todo está en el pasado. Pronto llegarás a Karnak, y después a Acre y después a Jerusalén cumpliendo así tu destino. —respondió Ambra.

--Mi destino es encontrar a mi hermano. —respondió Selene. –Y ayudar a Jacques a enterrar esa espada en el calvario de la crucifixión.

--El cual yace en Jerusalén. —respondió la maga. —Siento envidia y pena por ti, doncella de hierro. Mi padre tuvo tres hijas y dos hijos. Y jamás sentí el gran deseo de recorrer la mitad del mundo solo para reunirme con ellos. Sobre todo, cuando el tiempo nos corrompe, nadie ni nada está destinado a perdurar —respondió Ambra.

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now