Capítulo 36: La amiga y William.

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El Rey había ordenado a William que se encargará de lidiar con el problema de Selene en la Tierra Santa, pero todavía sonaba poco creíble que Selene fuese una mujer santa. "Intocable en el campo de batalla" decían los bardos. "Protegida por la Gracia de Dios" pero, William podía explicarlo, Ella había entrenado todas las noches para aprender a usar la espada. El destino de Selene era reunirse con su hermano, esa era la promesa que tanto había defendido, y ahora todos creían que sería ella quien liberaría la Tierra Santa. El Rey Ricardo la hubiera mandado a matar felizmente, pero hacía mal en subestimar... no a Selene, sino a un ejército enemigo. William no podía permitir que muriese...no después de todo lo que había pasado.

William hacía desfilar su caballo a través de la campiña francesa, a su lado había una partida de 25 jinetes en armadura completa. Hondeando los estandartes de los grifos de la casa Lanfield. Los hombres que araban el campo les observaban, y los monjes y novicias en el claustro miraban desde los altos muros el desfile de caballeros.

--Mira nada más a las novicias. —respondió Ser Danton. Mientras se acicalaba el cabello y erguía su espalda lo más recto posible.

--Mi señor, ¿Es seguro hacer esto? —preguntó Brock el guardia que ahora se había convertido en el escudero de William. —Venir aquí con tan poca escolta.

-25 jinetes no son poca cosa. —respondió William. —Además es más sencillo movilizar una partida de jinetes que un ejército de 700 hombres. Ten confianza Brock, ya estado por estos lares. Además, la persona que necesito en este momento vive aquí. —respondió William.

William guío la partida hacia una gran casa que yacía sobre una loma. "No ha cambiado en nada" pensó William. El joven señor descendió de la montura y les dijo a sus caballeros que esperaran ahí. William caminó hacia el pórtico y tocó en la puerta.

La puerta se abrió... Y ella apareció. A pesar de todo este tiempo no había cambiado nada.

--¿Ser William? —preguntó la chica de cabellera rubia y ojos azules, de mejillas rosadas y piel suave como la porcelana.

--Nicole...ha pasado tiempo...—respondió el joven señor.

La chica miró hacia los hombres en armadura completa. Brock bajó de su caballo y fue con William. En su mano llevaba la espada del joven señor que había dejado William en su silla.

--Mi Lord, sus armas.

--¿Lord? —preguntó Nicole.

--No las necesitaré. —respondió William. --¿Puedo pasar? —Preguntó William.

--No tengo suficientes libaciones para todos vuestros hombres... "mi lord" –respondió Nicole. Su rostro era serio, William supuso que ella aún no lo había perdonado, por lo que había sucedido en Marsella.

--Ellos se quedarán afuera, además solo será por poco tiempo. —respondió William. Dando una sonrisa forzada.

--Está bien, que sea rápido. —respondió Nicole. Y abrió la puerta por completo, William entró en la casa, sí había algo nuevo dentro de la casa, a pesar de continuar llena de libros había ahora dos sillones. Nicole invitó a William a sentarse en el sillón y el joven señor lo hizo. Nicole se sentó en el otro lado.

--¿A qué es lo que ha venido Ser...oh debo decirle Mi lord ahora? —preguntó Nicole.

--Sigo siendo la misma persona que siempre fui. —respondió William.

--Al aparecer no el mismo hombre que llegó tocando a mi puerta durante la tormenta hacía dos años atrás. Así que lo dudo. —respondió Nicole. --¿Dónde está lady Allys?

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now