Capítulo 49: La Batalla de Yussuf y William.

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Se escuchaba un silbido mientras la arena se levantaba poco a poco. El pueblo de Yussuf yacía a las espaldas del imponente ejercito cruzado. Veintenas de hileras se formaban una tras otra con los escudos al frente y las espadas en los cintos de cada uno de los soldados. los hombres se habían mantenido en su misma posición desde que el sol salió, la brisa refrescaba. Y los estandartes hondeaban, los habría por centenas. De todos los ducados de Francia, de todos los condados de Inglaterra, Escocia e Irlanda, y de todos los reinos dentro del Sacro Imperio Germánico. Pesadas cruces, estatuas de vírgenes y de santos marchaban junto con el gran ejercito cruzado siendo arrestadas en carretas por los cristianos. Esperando tal vez protegerles divinamente de la matanza que se aproximaba. Y decenas de sacerdotes bendijeron los escuadrones de los ejércitos cruzados. Al frente de la infantería yacía la caballería, decenas de miles de jinetes en sus monturas y en la primera fila estaban los reyes.

Ricardo El Corazón de León, Juan de Anjou el príncipe de Francia, y Friedrich de Suabia del Sacro Imperio Romano, a su lado estaba un carretón majestuoso con un tonel en él que iba el cuerpo de su padre difunto, William estuvo junto a los caballeros de Ricardo. Luego miraron al otro lado del campo de batalla, un millar de banderas verdes con lunas doradas, los estandartes de Saldino, y un gran ejercito moverse tras ellos, entre sus jinetes marchaba los camelleros con sus bestias malhumoradas. Ser Danton trataba de contar desesperadamente a los hombres que veía, pero lo que William podía ver era una gran mancha móvil que se dirigía hacia ellos.

--Son 100,000. —respondió William a Ser Danton, el hombre lo miró a William.

--¿Cómo lo sabe? —preguntó ser Danton.

--Saladino tiene 200,000 hombres en toda tierra Santa, nosotros 80,000 porque debería traer a todos sus hombres a pelear con nosotros. –respondió William.

El ejército de Saladino se detuvo, y una partida de jinetes comenzaron a cabalgar...

--Quieren parlamentar. –respondió Ricardo con una sonrisa de oreja a oreja, Ricardo le ordenó a sus caballeros ir con él, William simplemente se sumó con él, Así mismo Por parte del reino de Francia el Príncipe Juan de Anjou, Arlo de Valois y seis de los paladines marcharon con le llevando los estandartes de la flor de Liz. Y por parte del Sagrado Imperio Romano, fue Friedrich de Suabia y miembros de la orden de los caballeros teutones. No había señal ni de las fuerzas de Tancredo de Aviñón, ni de John de Malta, probablemente hubiesen escapado por miedo a la masacre por acontecer.

En medio del campo de batalla se encontraron los dos bandos. Saladino era un hombre muy diferente a como lo pintaban los heraldos, los religiosos y los caballeros templarios, el hombre era delgado y vestía con ropas de tela negra y armadura de cobre en su cabeza usaba un yelmo de oro viejo era de mirada estoica con ojos oscuros, su cabello era rizado de color azabache y gris. Y su barba era alargada y bien recortada, el hombre tenía una nariz aguileña y de piel trigueña. No era la descripción que se tenía de un rey conquistador como Ricardo quien tenía complexión guerrera. Pero a veces los guerreros solían olvidar que la guerra la ganaba más la logística y las armas, la astucia e inteligencia que solo la fuerza bruta.

Saladino alzó la mano... y saludó a los reyes cruzados.

--Es un placer conocerlos a ustedes, los tres reyes más poderosos de Europa. —dijo el rey Saladino, aunque tal vez en mejores circunstancias. Mi nombre es Salah-Adin...Señor de los Sarracenos, Sultán de Egipto y de Siria y Rey de Jerusalén.

--Al menos por ahora. —interrumpió Ricardo.—Mi nombre es Ricardo Plantagenet, Rey de Inglaterra, y estos son mi primo el Principe Juan de Anjou de Francia y el Emperador Freidrich de Suabia. Del sacro imperio romano germánico.

La Doncella de Hierro IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora