Capítulo 50: Amigos, Rivales y Edric.

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La sala había sido acomodada especialmente para esa ocasión. Un féretro bellamente pulido con imágenes de halcones relucía en la habitación, El cuerpo de Al Mutah Alim había sido traído desde Palestina el día anterior, los funerarios se habían encargado de embalsamar el cuerpo del Halcón y coser su cabeza de nuevo al cuerpo. Había sido decapitado por la tal Doncella de Hierro. Cada día Edric crecía más interesado por esta Doncella de Hierro, la mujer había logrado derrotar a Al Mutah Alim y había logrado llevarlo a la tumba. Era extraño como no había nadie ahí que en realidad hubiese conocido a Al Mutah. El hombre nunca se casó, nunca tuvo familia, su deber era todo en lo que creía y él único que lloró su muerte fue el Rey Saladino. Edric por un momento se preguntó si su muerte sería igual de solitaria que la de Al Mutah Alim.

--Entonces...así es como termina todo. —dijo Edric. –El Gran Al Mutah Alim, cuyas alas llevaron al Rey Saladino a conquistar Tierra Santa, invencible en el campo de batalla, astuto como un zorro y aun así vencido por una mujer. Patético... Y mírame ahora Al Mutah Alim, aquí vivo y respirando. Fuiste el hombre más odiado por los cristianos y venerado por todos en el mundo musulmán, ¿y donde están ellos ahora?, te dejaron solo, así has de morir, solo. —dijo Edric y golpeó con su puño el féretro. —Nunca te dije lo tanto que te odiaba, porque eras igual de hijo de puta que yo. No, tú eras peor, porque siempre me utilizaste como tu perro de guerra, como tu matón personal. Te llevaste la gloria por asesinar al Fantasma del Temple, pero fui yo quien se jugó la vida luchando contra ellos, Serás recordado por siempre como el hombre que conquistó el Crac de los Caballeros, pero fui yo quien venció a la orden... ¡Yo! ¡No tú, no Saladino! ¡Yo!, Es por eso por lo que te odio, porque mientras tú te llevas la gloria yo soy quien es recordado por todos los crímenes. Cambiacapas, traidor, asesino, mentiroso, intrigante. Es por eso que te odio con todo mi corazón Al Mutah...y al mismo tiempo eres el hombre al que más respeto. Por eso me odio a mí mismo...porque odio por quien eres, y odio por tu perdida, solo pocos hombres me conocían tal como era yo...en lo que me convertí y que eran capaces de mirarme a los ojos sin indignación.

Edric entonces desenfundó la cimitarra que tenía en el cinto. La hoja de acero de damasco y el pomo en forma de cabeza de halcón de plata con ojos de rubí. La espada de Al Mutah Alim. Y la colocó en el interior del féretro sobre el pecho del hombre.

DeBois irrumpió en el interior de la sala y caminó hacia Edric, el hombre miró hacia el interior del féretro. Edric miró al hombretón, usualmente DeBois tenía una mirada burlona, pero esta vez puso una mirada seria. Era la forma de respeto que el hombretón tenía de honrar al líder de los halcones.

--No puedo creer que el hijo de puta haya muerto. —respondió DeBois. –Siempre creí que el hombre que fuera capaz de matarlo tendría unos cojones inmensos. Quien hubiera pensado que fue una mujer quien lo mató al final.

--¿Te sorprende que haya sido una mujer? —le preguntó Edric. –La Doncella de Hierro; La Gracia de Dios, la mujer santa que liberará la Tierra Santa.

--No por mucho al parecer. —respondió DeBois.—La Cruzada de los Tres Reyes venció a Saldino en Yussuf, su siguiente paso será iniciar un sitio sobre Jerusalén.—respondió DeBois.

--Sería una estupidez lanzarse a sitiar Jerusalén con solo un ejército, podrían ser rodeados en cualquier momento. —respondió Edric.-- Los cruzados necesitarán fortificar su posición antes de pensar en iniciar un sitio, han ganado una batalla, una batalla no los hace conquistadores.

--Ah no, La Cruzada de los Tres Reyes al norte y La Doncella de Hierro al sur. Los días de los sarracenos como señores de la Tierra Santa están numerados. —respondió DeBois.--¿entonces cuando piensas hacer tu movimiento?

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now