Capítulo 44: Acre y William.

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Desde antes de llegar al puerto se podía escuchar el doblado de las campanas, y los hombres y mujeres apilados en la costa de la ciudad y el faro, lanzando petalos de flores a los barcos de los cruzados. Finalmente habían llegado a Acre, El Rey Ricardo saludó a los hombres mientras ellos entonaban en un cántico "El Corazón de León, El Corazón de León, El Corazón de León" a pesar de que el ejército cruzado francés del príncipe Juan era tres veces más grande que el de Ricardo, el joven rey de Inglaterra se llevaba toda la gloria de los aplausos. ¿Oh tal vez era porque los franceses habían fracasado manteniendo la paz en Tierra Santa? Cierto que las velas con la cruz y las flores de Liz de la casa Anjou causaban menor impacto que el león rojo rugiente de las velas de Ricardo. El Rey inglés había dejado en claro que no venía a restaurar la cristiandad a Tierra Santa, sino que venía a destrozar a sus enemigos en el campo de batalla.

Cuando llegaron al puerto, finalmente fueron recibidos por un hombre de barba y cabello rojo. Al principio William pensó que se trataba del Emperador Friedrich Barbarossa, pero después se dio cuenta que el hombre portaba la túnica de los templarios. El hombre se acercó a con los brazos extendidos ante el Rey Ricardo y el Principe Juan de Francia.

--¡Bienvenidos a la Tierra Santa! —Exclamó el hombre. --¡Acre les da la bienvenida altezas!

--Muchas gracias... ¿Ser? —Trató de decir Ricardo Plantagenet.

--¡Oh!, permitidme alteza. —respondió con rapidez Ser Odou de Chantal. —Este hombre de aquí es Tancredo de Aviñon, Castellano del Crac de los Caballeros y ahora señor regente de Acre.—Respondió el caballero.

--Y Gran Maestre. —Respondió Tancredo de Aviñon.—Ser Odou, en el tiempo que estuvo fuera, pasaron muchas cosas, El Crac de los Caballeros cayó, Al Mutah Alim lo tomó y ejecutó al Gran Maestre Robert de Sable con su propia espada. Acre, es el último bastión cristiano en Tierra Santa ahora. —dijo el hombre.

--No tema. —respondió Ricardo. —Para eso hemos venido. Yo soy Ricardo Plantagenet, Rey de Inglaterra, el Corazón de León y este de aquí es mi primo...--dijo Ricardo mientras rodeaba el cuello del príncipe Juan con su brazo. Sin embargo, el Duque Arlo de Valois intervino y retiró el brazo del cuello del joven príncipe.

--Gran Maestre...--dijo el duque Valois. --Le presento al heredero de Carlo Magno, El primer príncipe de Francia, Juan de Anjou. Señor de Almois y Duque de Bretaña. —respondió el Duque Valois.

--Es un placer. —respondió Tancredo de Aviñon, la orden del Temple le debe mucho a la casa Anjou, Reinaldo Chatillon fue un gran amigo de la orden cuando está fue perseguida por el difunto soberano de Jerusalén el Rey Baldwin. —Respondió Tancredo de Aviñon.—Por favor vengan con nosotros, les tenemos preparado un gran festín en el Palacio.

--¡Excelente! ¡Ya moría de hambre! —Exclamó Ricardo y continuó caminando.

Nicole caminó al lado de William, mientras sobre los dos caía una lluvia de pétalos de flores, los ciudadanos de Acre aclamaban a los nuevos reyes. Ricardo y Juan desfilaron juntos en la primera línea, y tras ellos Iban Ser Ivanhoe y el Duque Arlo de Valois. Y luego tras ellos iba William y su acompañante.

--Nunca antes me habían recibido así. —dijo Nicole. —Definitivamente tengo que escribir sobre esto en mi libro.—dijo la chica.

--No te acostumbres. —Respondió William. --Al otro lado de las puertas de Acre esta la verdadera Tierra Santa controlada por los sarracenos musulmanes. Esto que ves es solo una fachada para hacernos creer que nuestra llegada es bien recibida.

--Aun así. —respondió Nicole.—Todo esto es tan irreal, tan hermoso, tan romántico. ¿Alguna vez lo ha soñado Ser?, ser recibido con una lluvia de pétalos. Así es como se ha de haber sentido Julio Cesar cuando regresó de la conquista de las Galias a Roma.

La Doncella de Hierro IIIKde žijí příběhy. Začni objevovat