Epílogo: La Caída de Sherwood.

235 21 9
                                    



Aquellos son los ojos de un hombre cansado. William Lanfield está nuevamente en el frente, su rostro ha dejado desde hace mucho de ser joven y lleno de vida, sus ojos sin luz y con bolsas bajo sus parpados. El hombre usa guantes para no ver sus manos endurecidas. Su cabello es rubio y gris. la espesa barba le había molestado desde hace unos días. Le pesa ya la armadura, había pasado tiempo desde la última vez que la había usado. Frente a él, el bosque, y los dos regimientos de soldados que había mandado a traer para la misión.

Ser Brock cabalgó hacia Lord William, el hombre era al menos un par de años menor que William, pero se veía menos acabado que él.

--Mi lord, hemos descubierto la posición de Lady Marian, tenía razón, ese tal Robin Hood, fue quien se la ha tomado prisionera, nuestros exploradores informan que tiene un campamento en medio de la arboleda. Tal vez unos 200 hombres cuando mucho. —respondió Ser Brock.

--Obviamente es una trampa. —respondió William.

--¿Está seguro? —preguntó Ser Brock. —El hombre será astuto, pero 500 hombres son más que 200. Se me hace muy lógico que trate de llegar a un acuerdo.

--Robin Hood es un hombre que desafió al Rey públicamente, el enemigo número uno del reino, estoy completamente seguro de que es una trampa. —respondió William.

--¿Entonces qué hacemos Milord?—preguntó Ser Brock.

--Vacíen el aceite en el bosque y esperen mi señal. —dijo William.

--Pero señor, Lady Marian está ahí dentro, el Rey la quiere como su esposa. La orden fue explícitamente de salvarla costará lo que costará. Perderá la cabeza por esto. —dijo Ser Brock preocupado. Pero William no se inmutó.

--Oh Ser Brock, yo debí de haber muerto hace mucho tiempo. —respondió William.

--¡Padre! —exclamó entonces un joven caballero. Edmund apareció cabalgando su corcel marrón, el hombre llevaba la vieja armadura de su tío Edward. Y la espada de William en su cinto. El muchacho cabalgó hacia William.

--¿Edmund que haces aquí?, ¿Allys está bien? —preguntó Lord William.

--Allys está bien, vengo aquí a ayudarte a acabar con estos forajidos. —respondió Edmund.

William le dio media vuelta a su caballo y miró a su hijo a los ojos.

--Allys está por dar a luz y tú simplemente prefieres matar forajidos. —dijo William molesto.

--Padre...soy un caballero como tú, mi deber está con el reino y con el rey. La gloria de servir al reino es todo lo que necesito. —respondió Edmund. El muchacho era la viva imagen de William a su edad, terco y ávido por la guerra. Cabellera rubia y ojos azules con una barba incipiente. William entonces puso su mano enguantada sobre el hombro de su hijo.

--Edmund escucha con atención, cuando tú ibas a nacer, el rey me pidió ir con él a Tierra Santa, jamás te vi llegar al mundo y me arrepentiré de mi decisión hasta el final de mis días. No estuve presente el día que tu naciste y deje sola a tu madre durante ese momento. El deber de un hombre es estar junto a su esposa cuando dé a luz. Tu deber es estar con Allys en este momento, no aquí, aquí no encontrarás gloria hijo mío, la gloria la encontrarás en los brazos de tu esposa y en tu hijo. —William notó en la cara de su hijo de decepción.

--Está bien padre. —respondió Edmund y le dio media vuelta a su caballo. —Allys quiere llamarlo William como tú. Pienso que tal vez debería ponerle otro nombre...

--No, está bien, mi nombre está bien. —respondió William. —Tienen toda mi bendición para nombrarlo así.

--Gracias padre. —respondió Edmund. Y luego se fue galopando por el camino real.

--Prende fuego al bosque. —ordenó William.

--Pero mi señor...

--Ya serví a tres reyes, no fui capaz de acatar las órdenes del rey Enrique, y no pude proteger a Ricardo, no puedo fallarle ahora a Juan... Y ya no quiero servir a un cuarto Rey, una derrota más y Juan y será depuesto. Prefiero terminar con esto y llevarme el odio del rey conmigo que arrodillarme otra vez. Ya estoy cansado de continuar cavando en la arena. ¡Prende el fuego!

Entonces Ser Brock dio la orden y los hombres de armas encendieron fuego al bosque, el fuego subió por el tronco de los árboles. las columnas de humo se alzaron al cielo, William entonces le dio una ligera patada a su yegua, la vieja yegua comenzó a caminar al interior del bosque en llamas. 

La Doncella de Hierro IIIWhere stories live. Discover now