Capítulo 5: El Cairo y Selene.

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Los cuerpos de los árabes se hallaban por cientos en la cuidad. El ejército papal los había estado apilando desde la mañana. Selene se encontraba sentada sobre un banquillo mientras afilaba la espada, en cada movimiento podía sentir una extraña paz. Ella no esperaba que al llegar a Tierra Santa hubiese más problemas. Y sin embargo los había, Y sospechaba que habría más, pues la gente tenía esa mirada funesta en el rostro, esa mirada que Selene conocía muy bien y que había aprendido a ver en los hombres resentidos, hombres que esperaban que hubiesen sido los árabes quienes hubiesen ganado en la noche anterior.

Selene vio como había largas filas de ciudadanos en los pozos cargando cubetas con ellos.

--Parece que habrá una sequía. —dijo Jacques. –El muchacho se sentó al lado de Selene en el banquillo de piedra.

--Tal vez, oh tal vez ya estemos en la sequía. —dijo Selene.—La duquesa Geneve me dijo una vez que el pueblo llano se vuelve iracundo cuando no hay hambrunas y sequias. No creo que deberíamos estar aquí por mucho tiempo.

--No creo que dependa de nosotros. —respondió Jacques. —Sí puedo ver en los rostros de estas personas que no ven bien al ejercito de cruzados del Papa.

Entonces apareció un hombre del ejército italiano, el hombre había venido en representación del Duque Enrico Sforza, El hombre pidió que Selene y Jacques se presentaran en el palacio real donde el ejército cristiano había establecido sus cuarteles. El palacio estaba lleno de soldados cristianos que ayudaban a sus otros compañeros que yacían heridos por la batalla del día anterior. Mientras tanto de las almenas colgaban pendones de la santa cruz. Selene y Jacques entraron al palacio, aquel lugar era esplendoroso, los muros eran de piedra caliza blanca, las columnas se levantaban en arcos cónicos, y los suelos estaban llenos de lozas de azulejo. Sin embargo, los murales de azulejos con representaciones islámicas estaban destrozados.

En medio de una mesa redonda se encontraba un mapa de la Tierra Santa, Los capitanes del duque Enrico estaban moviendo hombrecillos labrados en metal de un lado a otro.

--Doncella de Hierro, Jacques que bueno que han llegado —dijo el Duque Enrico, y joven militar caminó hasta Selene y Jacques.

--¿Qué es lo que ocurre aquí? —preguntó Selene –Pareciese que todos están algo estresados.

--Sí, es este nuevo califa, Hairam Balik, el hombre no ha tomado con buenos ojos nuestra ocupación de la ciudad, Y peor, estás sequías están acabando con nuestras raciones. Parte de los capitanes quieren reanudar la marcha hacia Acre, Y la otra parte quiere mantenerse aquí. Doncella de Hierro, tú te has enfrentado a los árabes antes, ¿Qué consejo me puedes dar? —preguntó el Duque.

--Yo no me enfrenté a los árabes, me enfrenté a los turcos. —respondió Selene. —Pero, no creo que sea buena idea quedarse aquí en Alejandría, la gente no está contenta.

--¿Porqué? —preguntó el duque. —Sí los estamos protegiendo de los árabes infieles.

--Ellos no quieren su protección. —respondió Selene. —He visto esa expresión en sus ojos antes, muchas veces. El pueblo los ve como una fuerza de ocupación, con la sequía, no soportarán mucho tiempo antes de que se revelen contra ustedes. Es mejor salir de aquí antes de que lo peor ocurra.

--Lo peor sería salir al desierto sin un plan, Acre está lejos muy lejos. Sin los muros de la ciudad y con las fuerzas del califa Balik tras nosotros, No duraremos mucho en el desierto. 6000 hombres no son suficientes para enfrentarse a los 100,000 jinetes que Saladino tiene en Jordania. Tan solo la guardia de Jerusalén son 25,000 hombres. —dijo el Duque Enrico.

Entonces Selene se acercó al mapa donde los hombres de armas continuaban discutiendo. La chica miró como las fichas de las tropas enemigas estaban rodeando la ciudad. Y luego la vio. Una ciudad al lado de un gran rio. Con fichas de otro color.

--¿Qué tal el Cairo? —preguntó Selene.

--¿Qué con eso? —preguntó Enrico.

--¿Porque tiene fichas de otro color? —preguntó la chica.--¿Qué no debería tener el mismo color que el resto de las fichas del enemigo?

--Ellos también son nuestros enemigos. —dijo el capitán Pietro. –Solo que otro tipo de enemigo.

--La ciudad está bajo el control del rey sarraceno Saladino. Es la capital del califato de Egipto. —respondió el Duque Enrico.

Selene entonces se quedó pensativa mientras miraba las piezas en el tablero, tenía una mala espina con respecto a todo esto. Casi como si hubiese una solución que ella no había investigado todavía. Se le hacía difícil armar el panorama actual, ya que habían llegado apenas dos días atrás a Tierra Santa.

--Se supone que el Califa Hairam Balik, tiene pensado tomar Egipto para él... ¿Por qué razón atacaría Alejandría?, ¿Por qué no tomar simplemente El Cairo?

--¿No tendrá las fuerzas suficientes? —Enrico entonces tomó una de las piezas que representaban a las fuerzas de Balik del mapa. —Si quiere tomar el Cairo, necesitará el apoyo del pueblo egipcio, sin ellos, las fuerzas de Balik no son tan grandes.

--Pero, aunque consiguiera la ciudad no hay suficiente agua dentro de los muros de la ciudad para poder alimentar al ejército que espera reunir aquí. —dijo Jacques. –He visto las largas columnas de campesinos frente a las fuentes y los pozos, simplemente no hay suficiente agua.

--Sí. Además, tienen rostros derrotados. —dijo Selene. --Dudo que vayan a luchar por él.

--Y Balik no sabe eso aún. —dijo el joven duque. –Pero atacar el Cairo...Sería hacernos de un enemigo muy poderoso. Saladino es el hombre que cruzó el Jordán con 100, 000 jinetes, y aniquilo al gran ejército cruzado en los cuernos de Hattin.

--Llevan un mes atrincherados dentro de la ciudad, y aún no ha aparecido señal de ningún ejército más que el de Hairam Balik. Tal vez...Saladino no tiene suficientes hombres para responder al ataque. —dijo el muchacho.

--Oímos que envió al ejército persa y al turco a atacar Malta y el Crac de los caballeros. —dijo el capitán Pietro al Duque.

--Sí el ejército de Saladino no tiene suficientes tropas, eso explicaría porque Hairam Balik quiere el Califato de Egipto para él. –dijo el Duque. —Pero El Cairo ha de estar armado hasta los dientes.

--¿Y deberás lo está? —preguntó Jacques. —Orleans era fuerte, se suponía ser la ciudad más fuerte de Francia, y los Boudin casi la toman en un ataque.

--Jaques, eres un genio. —dijo Selene. —El único lugar que no esperan un ataque es en el mismo lugar en el que todos piensan que es el más fuerte. —dijo Selene—Duque Enrico, debe atacar el Cairo. —dijo Selene.

--No tenemos suficientes tropas para un asedio. —dijo el joven duque.

--No, pero sí para un asalto relámpago contra la ciudad, además con la sequía, no tendrán comida ni agua dentro de la ciudad, cualquier oposición enemiga que pueda haber se quedará desmoralizada.

--Brillante.—dijo el Duque.--¡Capitán Pietro, Capitán Horacio! Reúnan a todos los hombres, que marchamos hacia el Cairo. —dijo el duque.

Los dos duques asintieron con la cabeza y salieron de la sala de reuniones, el resto de los hombres comenzaron a correr a sus posiciones.

Selene y Jacques salieron entonces del palacio. los soldados habían comenzado a movilizarse. Y a levantar las tiendas que habían puesto por toda la plaza frente al Palacio.

--Mi lady, mi lady...--dijo uno de los hombres de armas al servicio del Duque. —El Duque Enrico Sforza, ¿Quiere saber si se unirán en la campaña contra el Cairo?

--Sí. —respondió Selene con rapidez. —Dígale al Duque que iremos con él hacia el Cairo.

Entonces el hombre de armas dio una reverencia y volvió al interior del palacio.

--¿Selene estás segura de esto? —preguntó Jacques. —Si vamos con el ejército cruzado, no nos esperará más que guerra y más muerte en el camino. —dijo Jacques.

--Lo sé, pero de esta forma podremos acercarnos más hacia Karnak. —dijo Selene.

La Doncella de Hierro IIINơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ