IV. El trío La la la

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Observó con ojos curiosos como las cuatro chicas salían casi a tropezones del local y, a través de los cristales, las vio discutir, lo supo por la forma en la que gesticulaban y hacían aspavientos con los brazos.

¿Qué estarían tramando esas cuatro?

¿Y a ella qué mierda le importaba?, rectificó volviendo su vista al frente antes de agarrar su cerveza para darle un sorbo enorme con el que casi se atraganta.

-Eh, Nat, ¿me acompañas a fumar un piti?— le pidió Alicia, que se levantaba de la silla sin despegar los ojos de ella y su cerveza casi llena— Bueno, espero a que te la acabes— hizo el amago de volver a sentarse, pero la morena la detuvo levantándose también y provocando un ruido estridente al arrastrar la silla.

Extrañamente, se sentía irremediablemente atraída hacia aquella rubia y todo lo que le rodeaba, a lo que si le sumabas su gran curiosidad, se daba lugar a un cóctel de lo más... explosivo.

-Da igual, yo también quiero fumar uno— le hizo saber, provocando una gran sonrisa en su mejor amiga, a pesar de que había mentido un poco, o al menos, ocultado parte de la verdad.

Las dos amigas se acercaban a la puerta y, a medida que la distancia hacia esta se iba haciendo cada vez más pequeña, las exclamaciones de las chicas se volvían más fuertes, pero no lo suficiente como para entender lo que decían.

Al momento en que la más alta de todas empujó la puerta para salir al exterior, las voces de las muchachas se apaciguaron hasta llegar al punto de permanecer en silencio. Un silencio de lo más extraño, sobre todo por la forma en que miraban a Natalia.

Y todavía más al divisar el gesto nada disimulado que María le hizo a Alba señalando a la pelinegra.

Iba a preguntar qué demonios pasaba, justo cuando la pelirroja la interrumpió con su voz dulce y sus sonrisas carismáticas.

-Qué calladas os habéis quedado.

Las cuatro amigas compartieron una mirada cómplice que le produjo un escalofrío a la más alta. ¿Qué se traían entre manos y por qué la miraban tanto? La estaban empezando a poner nerviosa con tanto secretismo y silencio.

-Sí, bueno...— contestó Julia— Es que aquí nuestra amiga está un poquito... estresada— mostró una sonrisa algo forzada refiriéndose a Alba.

No iba a ser ella quien preguntara por qué, tampoco Alicia, la pelirroja era demasiado tímida para hacerlo y Natalia no deseaba parecer interesada en el tema. No obstante, la Mari era una bomba de relojería y acabó estallando a la vez que le daba un no tan leve empujón en la espalda a la más pequeña para colocarla frente a la morena.

-Díselo ya, coño.

Los enormes ojos de la valenciana quedaron a una distancia tan corta que, incluso a pesar de la oscuridad que caía sobre la calle, pudo adivinar las briznas doradas que manchaban sus pupilas verde pardo.

Eran tan grandes y tan bonitos que podría pasarse horas mirándolos sin cansarse.

Pero no iba a manifestarse de esa forma, así que alzó una ceja de manera altiva para enfatizar su mirada aburrida.

Y pronto se maldijo al hacerla retroceder, escondiéndose tras sus amigas, pero golpeando con brusquedad la cabeza de su confidente madrileña. La rubia de pelo largo suspiró cansada, antes de colocarse en frente suyo, plantándole cara.

Aquello la divirtió y sorprendió a partes iguales, porque a pesar de la gran altura de Natalia, esa mujer no se dejaba amedrentar. Le habló con los ojos fijos en sus orbes castaños, sin titubear un ápice.

Rapport // AlbaliaOnde histórias criam vida. Descubra agora