VI. Amigas

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El lunes su turno en la cafetería era por la mañana, así que le tocó a ella abrir el local. Su jefa le había enviado un mensaje esa misma mañana para recordarle que hoy entraba a trabajar una nueva chica, así que esperó pacientemente a que la muchacha llegara.

Mientras tanto, se dedicó a ordenar unas cajas que se encontraban apiladas en el almacén. Vicky también le encargó que le explicara las cosas más esenciales a la nueva, y que ella iba a pasarse a media mañana para ver qué tal les iba todo.

Natalia se encontraba limpiando la barra con un trapo húmedo cuando una cabecita rubia que conocía bastante bien a esas alturas apareció por la puerta. Se quedó tan impactada como ella, ninguna esperaba verse aquella mañana, mucho menos en esa situación.

-No me jodas— escupió la otra, sabía que a pesar del plan que habían establecido, ella no le agradaba demasiado.

-Sí te jodo— comentó la morena—, tú eres la nueva, ¿cierto?

-Efectivamente— se cruzó de brazos en una pose que a Natalia se le antojó bastante altiva, mas no objetó nada al respecto.

-Pues llegas cinco minutos tarde, María— le recriminó con sorna—. Se supone que tendrías que estar aquí a las 8 y son las 8 y cinco minutos de la mañana, llegando tarde tu primer día...

-Mira, Natalia, entre tú y yo— se le acercó la madrileña—, el trabajo a mí me la suda, ni siquiera me hace falta la pasta y tengo un puesto bastante decente en la empresa de Alba— corroboró haciendo énfasis en el nombre de la muchacha—. Yo estoy aquí para ligarme a la jefa— sonrió con astucia, disipando todo rastro de tensión que se hubiera podido establecer entre ellas.

La navarra se carcajeó, contagiándole sus risas a su nueva compañera de trabajo.

-Pues no quiero ser yo quien te desmonte la película, pero tiene novio— pasó un brazo por los hombros de la rubia—. Por lo demás no tienes que preocuparte, es bisexual, tu único obstáculo es Luis— le contó haciéndola andar hasta el almacén.

María esperaba mientras su compañera rebuscaba entre las cajas hasta dar con el uniforme, idéntico al que llevaba ella misma.

-No me va a suponer ningún problema en cuanto saque la artillería más pesada— rebatió la mayor de las dos empezando a desvestirse sin ningún tipo de pudor delante de Natalia.

-Mari, enseñarle las tetas no creo que sirva de mucho— rió la pelinegra que ya empezaba a conocer mejor a la que peor le había caído del grupito de Alba—, creo que mejor tienes que empezar por seducirla sin que se de cuenta.

El silencio que abarcó el almacén tras el consejo que le cedió la más alta dejó a la Mari pensando. Terminó de vestirse y se recogió el pelo en un moño tan desordenado como desastroso.

Lo cierto era que empezaba a conocer a la madrileña, era una muchacha sincera y sin pelos en la lengua, estaba como una jodida cabra, pero más que un defecto lo definiría como una virtud, y por lo que estaba viendo, todo lo que se proponía terminaba por conseguirlo sin rendirse antes de intentarlo.

-No— negó rápidamente por lo que unos cuantos mechones se sacudían a su alrededor—, creo que voy a ir directamente, siendo yo misma, es que no me va eso de ser sutil, morena— le guiñó el ojo compartiendo el mismo pensamiento que azotó la mente de la pamplonica: iban a acabar más unidas que dos chicles, a pesar de su inicio.

-Como quieras, casanova— hizo lo propio la esbelta muchacha—, pero ahora a currar que hay que abrir al público, voy a explicarte un par de cosas que te vendrán bien.

-Oye, que sé cómo funciona un bar, eh— se quejó la rubia antes se seguirla fuera del almacén.

***

Rapport // AlbaliaWhere stories live. Discover now