XXXVII. Romper una promesa

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Perdonad la tardanza pero ayer hice vida social por una vez desde que empecé el curso, espero que el capítulo os merezca la pena:


Desde su lado del sofá pudo admirar a la perfección el movimiento que hicieron sus pecas al compás con el de su nariz al contraerse en una señal de frustración. Que hubiera acudido a su casa nada más despertarse para narrarle lo que ocurrió la noche anterior, algo que ella ya sabía pero que no iba a hacerle ver, sólo le dejó aún más claro la desazón que la carcomía por entero.

Eso y las ojeras pronunciadas alrededor de sus cuencas.

Y que ni siquiera se había percatado de que su estado era similar al suyo mismo.

-Y me fui corriendo porque me asusté, Nat— volvió a la carga haciendo aspavientos, igual que llevaba haciendo los veinte minutos que había pasado allí y en los que no había tocado el desayuno que ella le había plantado delante—, es que me cogió todo de sopetón. Ahora he tenido tiempo de digerirlo y no sé cómo enfrentarme a esto...

Lo cierto era que Olivia no había actuado bien. Nada bien. No llegaba a comprender qué le había llevado a pensar que hacer aquello sería una buena idea, ella no era así, era mucho más lista que eso.

¿En qué estaba pensando?

-¿Tú que opinas?— le preguntó la pelirroja tras quitarse las manos que se había llevado a la cara en un claro intento por apagar su frustración.

Natalia esbozó una mueca incierta en busca de las palabras perfectas que pudieran llenar la incertidumbre de su amiga. No obstante, tampoco deseaba hablar muy a la ligera sin tener una conversación primero con la catalana y entender así ambas partes.

Se revolvió el flequillo con una sola mano llegando a despeinárselo pero apartándose los cortos mechones que le maquillaban las cejas.

-A ver, cariño, es que no sé muy bien qué piensa Liv— volvió a contraer los labios para manifestar mejor sus dudas—. No ha actuado bien, la verdad, no vamos a mentir, pero mi consejo es esperarte unos días para pensar bien y darle vueltas en frío— la miró alzando las cejas y abriendo mucho los ojos, como ella solía hacer—. Luego ya hablas con ella y que te explique todo con más tranquilidad para que tomes una decisión.

Alicia asintió pensativa, atrapado su labio inferior al mismo tiempo que se quedaba estancada en el beso que compartió la noche anterior con la pelinegra.

-Me dijo que estaba enamorada de mí...— murmuró más para sí misma que para la del pelo corto.

La psicóloga sonrió recordando aquella declaración de la que secretamente había sido testigo. Olivia reveló que llevaba enamorada de su mejor amiga desde la primera vez que la vio, de la que hacía ya más de un año, y su sonrisa se ensanchó al acordarse de que había quebrantado una de las reglas que ella misma había establecido cuando todavía se acostaban juntas.

Si no la conociera bien, podría pensar que todo era una mentira, pero lo cierto es que la catalana podía llegar a ser muy hermética y pasar tan desapercibida como nunca si se lo proponía, así que tampoco es que le sorprendiera demasiado aquel hecho.

Ay, Olivia.

-¿Vas a comer o qué?— apuntó cuando pudo abandonar el interior de su cabeza y volver a la vida real de nuevo.

-Voy, mamá, voy...— se burló la otra navarra inclinándose para agarrar el plato y la leche que ya estaba más fría que el mismísimo Ártico.

-¿Quieres que te lo caliente?

La pelirroja negó casi de forma brusca y ella rodó los ojos sabiendo de sobra que tenía la batalla perdida desde aquel momento, así que decidió no insistir.

Rapport // AlbaliaWhere stories live. Discover now