XXXIX. Extraño tus besos

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No podía apartar la mirada de aquella manilla que no cesaba de señalar los segundos que iban transcurriendo mientras ella pensaba lo que escribiría en la barra de búsqueda del ordenador que su mejor amiga le había prestado. ¿Corte inglés? ¿Taquilla? ¿La página oficial directamente? Finalmente, decidió abrir tres pestañas con sus tres opciones para acabar comparando en busca de cual le saldría más barata.

Desde que la rubia le había anunciado hacía ya unos días que ese mismo viernes saldrían de viaje a Madrid para ver a Guitarricadelafuente y que no iba a permitir que Natalia pagara un solo centavo de aquella escapada, una idea había brotado en su mente.

Y no pudo parecerle más acertada.

-Ali, ¿cuál crees que es más fiable?— se preocupó desviando sus pupilas por primera vez de aquel reloj para clavarlas en la pelirroja que lamía con ahínco una cuchara repleta de helado justo a su lado— El Corte Inglés es el más caro... pero es del que más me fío.

Ella y su obsesión con desconfiar de cualquier sitio web desde que perdió cincuenta euros en una página falsa. La otra pamplonica tuvo que rodar los ojos con pesadez ante este hecho.

-Nat, por dios, que sólo son unas entradas para el puto Rey León, cómpralas donde sea, El Corte Inglés siempre es fiable— le indicó la muchacha con completo hastío, llevaba media hora dándole vueltas a lo mismo.

Ignoró a la pelirroja y continuó paseando la mirada por la pantalla del Asus, de una página a otra, de un precio a otro hasta que soltó las gafas de lectura encima de la mesa con expresión cansada.

-Eres gilipollas— Alicia a su lado captó su atención, ganándose una mirada de reproche por parte de la más alta, que continuaba con su indecisión mental—. Tía, que tires del Corte Inglés si no te fías, coño.

Sabía que la del septum plateado llevaba razón, pero si Natalia tuviera que ser descrita con una sola palabra, esa sería indecisa. Quería regalarle a Alba aquella sorpresa. Por lo que habían hablado, nunca había visto el Rey León, y sabía que era algo que le haría mucha ilusión, así que solo por ver aquella bonita cara brillar de emoción después de los malos días que habían pasado, iba a hacer lo que fuera.

Los intentos de provocación de la mayor no cesaron en ningún momento, aquel pequeño piojo rubio parecía no tener botón de apagado, y ella tenía que sufrir todas y cada una de sus persuasiones. La peor sin duda había sido habérsela encontrado en el sofá, totalmente desnuda y tocándose a sí misma invitándole a que lo hiciera ella.

Ni siquiera sabía cómo pudo aguantar y no lanzarse encima suyo en aquel momento.

Y la verdad es que sabía que sus constantes rechazos sólo conseguían hacerla retroceder en todo lo que habían avanzado, pero el miedo a hacerle daño otra vez era superior a sí misma. Nunca podría perdonarse si Alba terminaba sufriendo por su culpa, así que por mucho que le doliese, aquello tenía que acabar.

De todas maneras había conseguido avanzar muchísimo, confiaba en que el resto lo pudiera hacer sin su compañía. La valenciana no tenía que depender de ella para nada, era lo suficientemente fuerte.

Por eso, gastarse sus pocos ahorros en un par de entradas no le suponía ningún problema si iba a conseguir hacer florecer una sonrisa en aquel rostro tan aniñado y deslumbrante que la caracterizaba. Sólo con ese hecho le bastaba de sobra.

Suspiró volviéndose a colocar las gafas y pronto se percató sin que pudiera evitarlo de que se había llevado el colgante que compartía con su novia falsa a la boca, imitando sin siquiera darse cuenta aquel gesto que tanto le molestaba de ella. Sonrió en respuesta al imaginarla haciéndolo en su mente.

Rapport // AlbaliaWhere stories live. Discover now