V. Se llama Natalia

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Tal y como habían planeado, varios días después de los acontecimientos vividos en el piso de su mejor amiga, Alba le confesó a su madre que estaba saliendo con alguien. En ningún momento aclaró que fuera una chica, tampoco que se tratara de un chico, y eso era algo que no manifestaría hasta no presentarla frente a sus padres.

Por separado, obviamente. Juntar a sus progenitores en una misma habitación era como invitar a Quevedo y Góngora a que se sentasen a tomar un café los dos juntos.

Desde que se divorciaron, tan solo podían compartir espacio para temas únicamente laborales, y porque no les quedaba más remedio. De lo contrario, estallaría la tercera guerra mundial, siendo la razón de más peso por la que se habían separado, las discusiones primaban en aquella pareja, hasta que un día no pudieron aguantar más.

Sin embargo, todavía se querían, casi tanto o más que el primer día, pero eso era algo que el par de adultos no le confesaría nunca a nadie, al igual que también era algo que la pequeña Reche sabía de sobra.

Conocía a sus progenitores como la palma de su mano, así que el amor incondicional que se profesaban mutuamente— a pesar de las peleas— no le era indiferente.

-Mamá, quiero que te comportes— le señaló con el dedo y mirándola fijamente, haciendo a un lado el cuchillo filoso con el que estaba cortando las verduras—, por favor.

La Rafi levantó las manos en señal de inocencia.

-¡Pero si yo no hago nada, cariño!

Rodó los ojos pero no pudo evitar que se le escapara una sonrisa que contagió a su madre. La mujer estaba confundida, tal vez se había equivocado y simplemente su hija no había estado preparada para tener pareja, pero que le llegara alegando que se estaba viendo con alguien y que parecía volverse cada vez más estable le alegró sumamente.

Tenía sus sospechas sobre de quién se trataba, pero no quería ni decirlo en voz alta luego de cómo se puso la última vez que le insinuó que le gustaban las chicas. De todos modos, ya lo confirmaría el viernes siguiente, cuando había decidido preparar una cena para conocer a su... ¿yerno?

También podía ser Carlos. A la Rafi nunca le había pasado desapercibido el brillo que abundaba en los ojos de la pequeña cada vez que hacía mención de él, al igual que tampoco le resultaba inadvertido la forma en que el muchacho observaba a su pequeña.

Esos dos estaban hechos el uno para el otro, así que no se llevaría ninguna sorpresa si lo viera entrar por la puerta el próximo viernes.

-¿Y cuándo se lo vas a decir a tu padre?— le preguntó su progenitora para luego concentrar toda su atención en soplar la cucharada de sopa que habían preparado entre las dos.

-Mañana por la mañana tengo que ir a la oficina a llevarle unos documentos— le contó su hija—, se lo diré entonces.

Su madre asintió comprendiendo, y ese fue el detonante para cambiar de tema. Terminaron de comer barajando distintos temas de conversación, pero nunca volvieron al de la supuesta pareja de Alba.

Luego de recoger la cocina, subió a su habitación y se tumbó en la cama tras agarrar sus carboncillos y su bloc de dibujo. La cámara de Sabela todavía descansaba en su escritorio, se la había pedido para pasar las fotos del concierto a su portátil, para no darle oportunidad así de ver las que le sacó a Natalia sin su consentimiento. Sabía de sobra que le haría muchas preguntas al respecto y, honestamente, no le apetecía responder a ninguna de ellas.

Ya las había pasado a su ordenador y borrado las que prefería guardar para sí misma, por lo que en los siguientes días le llevaría la cámara de vuelta a su amiga.

Rapport // AlbaliaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz