XLIII. A pesar de ser marrones

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La sonrisa brillaba en su cara de una forma tan cálida como el café humeante que cargaba entre sus manos, ese mismo que unos segundos más tarde dejó caer contra la mesa del escritorio en el que ella estaba sentada. Aquel gesto le hizo despegar la mirada de la pantalla de su ordenador para enfocarla en aquella sonrisa socarrona que tanto la caracterizaba.

-¡Joder!— silbó con incredulidad, dejando caer su cadera contra el filo de la mesa, sabía que odiaba sentarse en aquellas sillas tan incómodas al gusto de la rubia frente a sí— ¿Un lunes y tú de buen humor? ¿Qué te tiene así, pequeña Reche?

María empujó el envase de cartón de la bebida que habitualmente acostumbraba a llevar en sus tiempos libres, aceptándola ella gustosa.

-Nada— murmuró a la vez que retiraba la tapa de plástico del vaso—, ¿por qué tiene que haber una razón? Simplemente me he despertado contenta...— musitó ya con los labios contra el borde, quemándose sin remedio en cuanto el líquido hirviendo contactó con su boca seca— Coño— exclamó en voz baja por el estímulo recibido.

-Claro— se carcajeó su amiga con evidente sarcasmo—, y un coño, Alba. ¡Que ni siquiera has gruñido cuando he abierto la puerta!

Sus palabras le hicieron esbozar una mirada de extrañeza, emoción evidente que sentía en aquel instante, pero la Mari la ignoró por completo antes de que volviera a hablar.

-Como no me lo cuentas que sepas que pienso usar mis cartas del Tarot contra ti— sus ojos se estrecharon detrás del gran sorbo que le dio a su café, nunca entendería como podía beberse aquello sin inmutarse una pizca.

Aquella amenaza le hizo reír lo mismo que rodar los ojos, hizo a un lado el teclado junto con el ratón para tener más espacio y sacó su bolsa de M&M's, la que compartía como tradición con su amiga y compañera de trabajo.

-Estás tonta hoy— le rebatió soltando un puñado de bolitas de colores sobre su mano abierta—, ¿no será por el beso con Vicky del viernes, que te ha dejado más loca de lo que ya estás?

Sabía que mencionar aquel hecho distraería su atención, justo lo que quería. No era buena bajo presión, y tampoco podía contarle así como así sus progresos con respecto a su fobia, porque implicaría nombrar a Natalia y la madrileña era un LGTB icon en toda regla que no tardaría en asumir cosas que no eran.

Así que desviar el tema hacia su encuentro con su jefa de hacía unos días le vendría de lujo.

-¿Pero qué dices? Si en todo caso sería lo contrario...— susurró con una mueca bobalicona en el rostro, sumergida de repente en los recuerdos de la otra noche, razón por la que la rubia del pelo corto esbozó una sonrisa sutil y victoriosa.

Justo donde la quería.

-¿Tan bueno fue?— continuó por ahí, a pesar de que ya se sabía lo ocurrido casi de memoria, por la cantidad de veces que su amiga lo había relatado totalmente eufórica.

Sin embargo y para su mala suerte, la otra mujer se había disculpado por su "confusión'" y le había dicho sutilmente que dejar a Luis no estaba en sus planes. Obviamente que María no se desilusionó ni un poco, y ella tampoco, seguramente la madrileña acabaría consiguiendo su propuesta, más cuando a aquella relación le quedaban un par de telediarios.

Al menos desde su punto de vista.

Tal y como predijo, María se fue por las ramas, agotando su tiempo de descanso en relatarle los hechos que no había cesado de presumir durante todo el fin de semana.

Pero antes de irse pareció caer en algo.

-¿Me has liado para no continuar hablando de lo que te pasa?— su boca se entreabrió debido a la sorpresa. La menor sonrió todavía desde detrás de su escritorio y asintió con un baile de cejas que le había copiado a alguien que conocía demasiado bien— ¿Desde cuando eres tan zorra? Me estás sorprendiendo demasiado hoy...

Rapport // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora