XVI. La Dama y el Vagabundo

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Exhausta, agotada, cansada, debilitada, liberada.

Así se había sentido luego del mejor orgasmo que hubiera podido haberse proporcionado ella misma. Pero de nada servía cuando la culpa la carcomía por dentro.

Porque se había excitado pensando en una persona, se había tocado pensando en esa persona y había estallado en un orgasmo liberador pensando también en esa persona.

Y se sentía sucia.

Sucia porque, a pesar de no haberlo querido e intentar todo lo posible por alejarla de su mente, había terminado rendida a los pies del fuerte deseo que sentía por ella, que encima era hetero, su amiga y la estaba ayudando a respaldarse de la presión de sus padres.

Pero no había podido evitarlo.  La escena de la playa de la madrugada anterior y después lo sucedido mientras le había estado pintando le habían superado, no había podido soportarlo y había terminado por sucumbir a su parte más carnal.

Dios, Alba Reche.

¿Qué le estaba haciendo?

Se le llegó a pasar por la cabeza acudir a Olivia, revolcarse un buen rato y así apagar la hoguera que se había abierto paso en su interior desde la noche anterior. No obstante, desechó la idea bastante rápido, no le parecía nada ético acudir a otros brazos con el alma de otra persona inundando su mente.

Simplemente no.

Con un suspiro cargado de culpabilidad se metió en la ducha y se enjabonó rápidamente. Alba debía de estar al llegar, había aprovechado que se había ido y claramente tardaría un buen rato, ya que iba a casa de Sabela, para desfogarse.

Sin embargo, le dio tiempo a ducharse y preparar la cena que la pequeña rubia no aparecía, así que, más preocupada que otra cosa, decidió llamarla sólo para conseguir hacer saltar el contestador.

Gruñó cabreada captando la atención de Kion, que la miró apenado con las orejas gachas.

-Lo siento, grandullón— le acarició la cabeza muy brevemente.

Probó a llamar a la gallega, pero tampoco le cogió el teléfono, así que como últimatum que esperaba que sí funcionara, marcó el nombre de Julia, cruzando los dedos para que esta sí descolgara.

-¿Qué pasa, NatiNat?— su respiración parecía pesada al otro lado de la línea— Estábamos follando, ya puede ser importante.

De fondo pudo escuchar cómo Sabela le regañaba y la risa de la gaditana contra el altavoz le golpeó la oreja. La morena, a pesar de su preocupación, no pudo evitar salir a carcajadas, que se le cortaron al procesar lo que eso significaba.

-¿Alba no está ahí con vosotras?— una arruga se instaló en su ceño fruncido.

-Claro, estamos haciendo un trío— ironizó la dentista.

-¡Julia, quieres callarte ya!— escuchó gritar a su novia, luego un forcejeo se hizo presente al otro lado y Sabela contestó al teléfono— ¿Qué pasa, Natalia?

La voz de la mejor amiga de su novia de pega estaba inundada por la preocupación y su fuerte tono norteño.

-¿Alba no ha ido a vuestra casa?

-Claro— le confirmó la otra—, pero se fue hace como una hora y media. ¿No ha vuelto contigo?

Antes de que pudiera darle alguna respuesta, el timbre sonó interrumpiéndola y, como un resorte, acudió a la entrada rezando porque fuera la rubia, ya que había descubierto que se había dejado las llaves.

Y se desinfló de alivio al encontrar sus enormes ojos verde pardo al otro lado.

-Acaba de llegar, Sabela— le hizo saber para no preocuparla—. Ya hablamos.

Rapport // AlbaliaOnde histórias criam vida. Descubra agora