XIII. Te lo prometo

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Aquel miércoles, dos días antes de verse con Natalia para intentar darle una solución a su problema, volvió a discutir de nuevo con su padre, razón por la que ya tenía mal humor para todo lo que quedaba de día.

Lo quería muchísimo, pero muchísimo. Sin embargo, cuando le daban esos arranques de control sobre su vida le entraban unas ganas irremediables de mandarlo a la mierda y no hablarle nunca más.

A ella le importaba muy poco su empresa.

Estar casada.

Tener pareja.

Y, por supuesto, irse a vivir con ella.

¿Por qué siempre tenía que ser todo como él quisiera? Era su vida, suya, de nadie más, ¿es que no podía respetarla ni un poco, dejar de atosigarla y simplemente hacerla feliz?

No, él tenía que presionarla hasta casi asfixiarla para conseguir tener toda su vida bajo su mano y, si seguía dándole pie, acabaría por decidir hasta cuantos hijos debía tener. Por suerte, esta vez no se saldría con la suya, Natalia no tenía a su alcance el poder compartir casa con ella.

-¿Otra vez habéis discutido?— le preguntó la Rafi al llegar a su habitación tras el estruendo producido por el portazo que había dado— Sois de lo que no hay, eh...

Ese último comentario hizo que los ojos de su hija se le clavaran encima como dos estacas puntiagudas a punto de atravesarla. Tal vez debería haberse quedado callada y no venir a molestarla con el cabreo que llevaba encima.

Ya conocía de sobra el carácter de su hija.

-¿De lo que no hay? ¿De lo que no hay es que quiera hacer y deshacer con mi vida todo lo que quiera? ¿Eso es de lo que no hay, Rafaela?— señaló con los dientes apretados de rabia y su madre supo lo furiosa que estaba al llamarla por su madre completo, algo que sólo hacía cuando estaba verdaderamente cabreada.

Joder.

La Rafi intentó acercarse, pero Alba terminó por echarla de la habitación. No le apetecía escuchar intentos inválidos por calmarla, así que terminó por cerrarle la puerta en la cara con más fuerza de la que debería.

Con un suspiro de frustración se tiró sobre el colchón de su cama y agarró el móvil. Hacía unos días, las chicas habían terminado por crear un grupo de WhatsApp al descubrir que los chicos habían hecho lo mismo para hacer "planes de chicos". Fue Marta quien lo descubrió a través de un mensaje inesperado que vio saltar en la pantalla del móvil de Álvaro.

"Tías, ¿hacéis algo hoy?"

"He tenido un mal día y necesito despejarme"

Ni un minuto tardó en llegar la respuesta de Sabela.

"X mí sí, podemos qedar en mi csa si qereis"

"Rollo chill"

Durante la siguiente media hora fueron contestando todas las demás aceptando el plan, a excepción de María y Natalia que estaban trabajando y hasta la hora del almuerzo no podrían mirar los mensajes.

No obstante, cuando eso pasó, la Mari se sumó al encuentro y Natalia, tras notificar que sí iría, le abrió el privado para preguntarle qué había pasado, a lo que ella— sin muchas explicaciones— le había dejado caer que eran problemas con la empresa, algo que la morena por sí misma tradujo a problemas con su padre.

Y no se equivocó.

Natalia le dijo que pasaría por ella en moto después de comer. La rubia decidió almorzar en su habitación, no tenía ganas de hablar con su madre después de también haber medio discutido con ella, mucho menos de que sacara el tema a flote cuando era lo que menos le apetecía.

Rapport // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora