Introducción

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El último mensaje que había recibido era una foto, una selfie, de su esposa y su hija sonriendo con los ojos llenos de emoción porque en unas horas volverían a verse después de cuatro largos días donde él casi no tocó el celular porque iba de reunión en reunión o a una comida con personalidades del mundo de la medicina. Cada viaje lo cansaba más, Robert ya estaba un poco harto de su profesión, quería poder estar más de un par de días junto a su familia y recobrar las horas de sueño que tantas guardias y viajes le habían quitado en estos años. Ser parte de la adolescencia de Lily antes de que se vaya a estudiar lejos. Poder regalarle más momentos juntos a Emma antes de que la vejez le llegue a ambos.

Suspiró y apagó el teléfono como se lo indicaba una voz por el parlante del avión, se ajustó el cinturón y miró a su alrededor. Junto a él no hay nadie en esta oportunidad. Cruzando el pasillo había unos chicos apenas más grandes que su hija. El que está más próximo a él tiene el cabello negro y crecido hasta los hombros. Llamó la atención de Robert porque estaba vestido todo de negro y no paraba de moverse inquieto en el asiento. Volvió a mirar hacia la ventanilla a su derecha. Afuera está atardeciendo y las nubes se tornan rosas y naranjas. El cielo de Florida siempre le pareció más espectacular que el resto. Los motores se encienden y un minuto después el avión se pone en movimiento. Se relaja en su asiento y cierra los ojos. Un par de horas lo separan de los brazos de las mujeres que más ama.

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"Repetimos para quienes se hayan sumado a nuestra transmisión. El vuelo de las dieciocho treinta que partía del aeropuerto nacional de Florida con destino a New Jersey hizo explosión al final de la pista de despegue. Todavía se desconoce el origen de esta tragedia. El número de víctimas que se cobra una de las peores tragedias que hayan pasado en este país por el momento es incierto. Las autoridades todavía no descartan que se trate de un ataque terrorista. Muchos de los testigos que estaban esperando su vuelo en la terminal resultaron heridos ya que la onda expansiva rompió varias de las paredes de vidrio. En esta parte se descartan víctimas fatales. Seguiremos informando."

Todos los canales decían lo mismo. Nadie daba una respuesta. Ni las noticias ni quienes estaban encargados de informar a las familias de los pasajeros. ¿Atentado terrorista? ¿Falla técnica? ¿Había sobrevivientes? No se sabía. Lo único que se sabía es que en ese momento Lily no podía dejar de llorar en los brazos de su mejor amiga que hacía todo lo posible por calmarla pero cómo hacerlo. Era muy probable que el padre de su mejor amiga no haya sobrevivido. En un canal lo dijeron: el avión explotó por completo. En la sala de estar de la casa Emma no paraba de hacer llamadas, en el aeropuerto ni siquiera la atendían. En el hotel donde se hospedó Robert solo le confirmaron que se retiró a la hora pactada. Los colegas con los que había viajado tampoco daban respuesta. Entre un par de llamadas intenta comunicarse con él. Pero el celular está apagado. Ruega que se le haya quedado sin batería y por esas cosas del destino algo lo retrasó y no llegó a subir.

En otra parte de la ciudad, no muy lejos de la casa donde falta un hombre que fue un gran padre, esposo y profesional. Una señora de ochenta años llora en silencio sentada en el sofá que está frente al televisor. Llora a sus nietos y le reza a Dios que los cuide y los reciba con amor. Se seca las lágrimas con un pañuelo y piensa en como esos años son tan duros con ella. Primero su hija y su yerno y ahora los únicos nietos que llegó a tener. Quiere encontrar alguna explicación a tanto dolor. Sigue rezando. Aunque en más de una oportunidad se planteó abandonar la fe. Pero ahí sigue. Con el rosario en una mano y el pañuelo en la otra. Pidiendo que sus nietos tengan un descanso eterno y que Dios los perdone por el camino que tomaron. Suena el teléfono. Con todas sus fuerzas se levantó y caminó hasta la cocina. El ruido de ese aparato parecía sonar más fuerte que de costumbre. Atiende y su voz apenas se oye. Las voces del otro lado de la línea hacen que se recargue en la pared. Se lleva una mano a la boca para ahogar una grosería. Eran ellos.

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A los pocos días de sucedida una de las mayores tragedias del país el escenario en los canales de noticias es otro. Se sigue hablando del tema pero con datos irrefutables. No había sobrevivientes. Ningún grupo terrorista se adjudicó lo sucedido y las autoridades comunicaron que se trató de una falla en los tanques de combustible. Muchas de las familias de los fallecidos en el avión reclaman el cierre de la aerolínea. La familia de Robert solo quiere tranquilidad.

Esa tarde es el funeral. La iglesia está casi llena. Familia de ambas partes, amigos y compañeros de trabajo, Emma y Lily, esta última acompañada solo por su mejor amiga porque el resto del grupo no puede asistir. Las tres están sentadas frente a un ataúd cerrado rodeado de muchas coronas de flores. Emma está rezando. Lily solo mira a la nada recargada en el hombro de su amiga. Nunca le gustaron las iglesias. Ella con suerte conoce a la mitad de las personas que se le acercó a decirle que lo lamenta. Ellos no perdieron un padre. Ellos no perdieron a la persona que le enseñó a caminar y andar en patines. Ninguna de las personas presentes sentía lo que ella sentía. Ni sus abuelos, ni siquiera su madre. Ninguno podía entender lo que dolía que te sacaran a una persona de tu lado a la mitad de tu vida. Le apretó con fuerza la mano a Maddi y su amiga la miró. Solo eso hizo falta para que se levantaran y salieran. Se sentaron en la escalera y su amiga le ofreció un chicle de menta. Lily agarró uno y se lo metió en la boca mientras miraba al frente. Había muchos autos estacionados. El cielo estaba totalmente gris y a lo lejos se veían destellos de luz. Parecía apropósito.

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Ese día cumplía diecisiete años. No tenía nada preparado para ese día. Solo sabía que en la tarde vendrían sus amigas a verla, que ellas junto a su madre le cantarían el feliz cumpleaños y apagaría un par de velas llenas de brillantina que sentenciaban que estaba a un año de ser adulta. Se levantó temprano para no llegar tarde al turno con la psiquiatra. Esta vez fue sola, de regreso a casa se desvió y fue al cementerio. Como el año anterior solo había una persona que faltaba que la felicitara. Compró unas flores en la entrada y no levantó la mirada del piso hasta que llegó a la lápida que buscaba. Se sentó y saludó a su padre como si pudiera oírla. Le comentó como iban las cosas en casa y como le había ido esos meses en la escuela desde la última vez que fue a verlo. Se sintió bien de que por primera vez pudo ir a verlo sin llorar. Una de sus amigas le dijo que si seguía triste él no podía descansar en paz. Cuando se levantó para irse se sintió observada. Miró a su alrededor pero no había nadie mirando. Solo otras personas visitando otras lápidas. Cuando salió del cementerio notó un auto negro en la entrada. Miró dentro mientras pasaba por al lado. El conductor no la miró, estaba muy concentrado mirando su teléfono. Le llamó la atención porque se le hizo conocido. Tenía el cabello castaño y largo pero recogido en un rodete bajo, de tez clara. Parecía estar esperando a alguien. Siguió camino, si era algún conocido de sus padres no quería que la reconociera. Apresuró el paso, tenía que ordenar su cuarto antes de que sus amigas llegaran.

Going to Pasalacqua TERMINADAWhere stories live. Discover now